Hace 30 años, la operación de supervivencia de la Tradición: las consagraciones (4)

Fuente: FSSPX Actualidad

Esperando el regreso de Roma a la Tradición

Desde Ecône, Monseñor Lefebvre redactó una carta para el Papa, en la que señalaba: "surge una grave dificultad respecto al episcopado acordado para la Fraternidad para sucederme en mi función episcopal". Monseñor entendía que, para la Santa Sede, la cuestión del episcopado era "fuente de inquietud y preocupaciones", "las cuales provocan retrasos, respuestas evasivas (...) desde hace más de un año." Todo está listo para el 30 de junio, fecha última: "Los acuerdos han sido firmados y los nombres de los candidatos ya han sido propuestos. Si el cardenal Ratzinger está demasiado ocupado para preparar los mandatos, el cardenal Gagnon podría encargarse. Muy Santo Padre, por favor ponga fin a este problema tan doloroso..."

Una vez más, el prelado explicó la renovación que tendría lugar si el Papa daba a la Iglesia "obispos libres para poder revivir la fe y la virtud cristianas a través de los medios que Nuestro Señor ha confiado a su Iglesia para la santificación de los sacerdotes y los fieles. Sólo un entorno completamente libre de los errores y vicios modernos puede permitir esta renovación". Depende únicamente del Papa producir, a través de sus decisiones, este entorno renovado, el cual sería el medio para proporcionar a la Iglesia, con la gracia de Dios, "una nueva juventud" que "transformará a la sociedad pagana en una sociedad cristiana."

De vuelta al Palacio del Santo Oficio

El 24 de mayo, Monseñor Lefebvre viajó a Roma donde se reunió con el cardenal Ratzinger y sus secretarios. Allí entregó su carta al Papa, y una carta adicional, dirigida al cardenal, que había escrito ese mismo día. En esta carta del 24 de mayo, Monseñor reiteró lo que había escrito el 6 de mayo, al otro día de la firma de la declaración doctrinal. "Después de haberlo reflexionado, parece evidente que el objetivo de estos diálogos es reintegrarnos en la Iglesia conciliar, la única Iglesia a la que han hecho alusión durante todas las entrevistas". Ha habido una confusión, pues "pensamos que nos proporcionarían los medios para continuar y desarrollar las obras de la Tradición, especialmente otorgándome algunos coadjutores, tres, por lo menos, y dando también en el organismo romano una mayoría a la Tradición." Porque el objetivo era mantenerse "ajenos a toda influencia progresista y conciliar". Monseñor Lefebvre nunca cambió de opinión en este punto. Desde el inicio de las negociaciones, un año antes, Monseñor creyó que sería posible para la Fraternidad trabajar oficialmente siendo reconocida tal cual es, sin necesidad de adoptar las novedades de Vaticano II.

Finalmente, Monseñor Lefebvre toma las riendas de la situación: "Es por esto que, con gran pesar nuestro, nos vemos obligados a pedir que antes del 1 de junio se nos indique claramente cuáles son las intenciones de la Santa Sede sobre estos dos puntos: la consagración de los tres obispos postulados para el 30 de junio y la mayoría de los miembros de la Tradición en la Comisión romana. Si no recibo respuesta a estas preguntas, procederé a la publicación de los nombres de los candidatos que consagraré el 30 de junio, con la ayuda de Su Excelencia Monseñor de Castro Mayer. Mi salud y las necesidades apostólicas para el crecimiento de nuestras obras, ya no permiten más retrasos adicionales."

Durante la entrevista, el Cardenal hizo alusión a la fecha del 15 de agosto, sin responder a los otros asuntos pendientes. Una semana más tarde, Monseñor Lefebvre acudió a Pointet, cerca de Vichy, para informar a los responsables de las diferentes comunidades y explicarles los pormenores de lo que Roma llamaba una "reconciliación". Allí, hizo mención también de la consagración de los cuatro obispos y de la promesa de Monseñor de Castro Mayer de acudir a Ecône para ayudarlo en este acto tan importante.

Ese mismo día, 30 de mayo, el Cardenal Ratzinger escribe a Monseñor Lefebvre para darle a conocer la respuesta de Juan Pablo II a su carta del 20 de mayo y a la carta enviada al Cardenal el 24 de mayo. Sobre la cuestión de la Comisión romana, el Papa afirmaba que lo más conveniente era ceñirse a los términos - por imprecisos que fueran - del protocolo, y que el Santo Padre sabría nominar a las personas que hicieran falta. Sobre la cuestión de la consagración episcopal, la respuesta fue que el Papa estaba dispuesto a designar un obispo miembro de la Fraternidad, "y a acelerar el proceso habitual de designación, para que la consagración pudiera celebrarse para la clausura del Año Mariano, el 15 de agosto siguiente". Por último, el Cardenal Ratzinger pidió a Monseñor Lefebvre renunciar a la consagración de tres obispos el 30 de junio, aunque ya lo hubiera anunciado públicamente. Era la primera vez que Roma proponía una fecha precisa, después de haber afirmado que el 15 de agosto, durante las vacaciones, era imposible. Pero ya era muy tarde. Monseñor Lefebvre estaba cansado de tantas demoras y de haber obtenido tan poco después de tantos esfuerzos. Desde hacía varias semanas, el vínculo de la confianza pendía de un hilo.

La ruptura del proceso de reconciliación

Monseñor Lefebvre sacó inmediatamente las conclusiones de la carta del Cardenal Ratzinger. El 2 de junio, escribe al Santo Padre una carta donde se declara convencido, al término de los intercambios que han tenido lugar, "en una atmósfera de cortesía y caridad" que "el momento de una colaboración franca y eficaz no ha llegado todavía."

Monseñor recuerda la validez y fundamentos de su empresa, que sigue siendo incomprendida por las autoridades romanas: "si todo cristiano está autorizado a pedir a las autoridades competentes de la Iglesia mantener la fe de su bautismo, ¿qué puede decirse de los sacerdotes, los religiosos y las religiosas?" "Para mantener intacta la fe de nuestro bautismo es que nos hemos tenido que oponer al espíritu de Vaticano II y a las reformas inspiradas por éste último. El falso ecumenismo, que es la causa de todas las innovaciones del Concilio, en la liturgia, en las nuevas relaciones de la Iglesia y del mundo, en la concepción de la Iglesia misma, conducen a ésta a su ruina y a los católicos a la apostasía."

Dado que, explica Monseñor Lefebvre "nos oponemos radicalmente a esta destrucción de nuestra fe, y estamos decididos a permanecer en la doctrina y la disciplina tradicionales de la Iglesia, especialmente en lo concerniente a la formación sacerdotal y a la vida religiosa, sentimos la absoluta necesidad de tener autoridades eclesiásticas que coincidan con nuestras preocupaciones y que nos ayuden a protegernos contra el espíritu de Vaticano II y el espíritu de Asís."

"Es por esto que solicitamos varios obispos, elegidos en la Tradición, y la mayoría de los miembros de la Comisión romana, para protegernos de cualquier tipo de compromiso. Debido al rechazo a considerar nuestras peticiones, y siendo evidente que el objetivo de esta reconciliación no es el mismo para la Santa Sede que para nosotros, creemos preferible esperar a que vengan tiempos más propicios para el regreso de Roma a la Tradición."

"Por esta razón, nos proporcionaremos a nosotros mismos los medios de continuar con la obra que la Providencia nos ha confiado, seguros, gracias a la Carta de Su Eminencia el Cardenal Ratzinger del 30 de mayo, de que la consagración episcopal no es contraria  a la voluntad de la Santa Sede, puesto que ya ha sido acordada para el 15 de agosto. Nosotros seguiremos rezando para que la Roma moderna, infestada de modernismo, vuelva a ser la Roma católica y recupere su Tradición bimilenaria. Sólo entonces, el problema de la reconciliación ya no seguirá existiendo y la Iglesia encontrará una nueva juventud."

Juan Pablo II y el Cardenal Ratzinger.

La intervención del Papa Juan Pablo II

La reacción romana fue similar a la de los años 1975-1976, cuando el Papa Pablo VI se decidió a escribir una carta personalmente. El 9 de junio, Juan Pablo II dirigió a Monseñor Lefebvre una carta solemne, en la que retomaba las soluciones acordadas el 5 de mayo: "éstas permitirían a la Fraternidad San Pío X existir y obrar en la Iglesia en comunión plena con el Soberano Pontífice, guardián de la unidad y la Verdad. Por su parte, la Sede Apostólica sólo tiene un objetivo en vista a partir de las conversaciones mantenidas con usted: favorcer y salvaguardar esta unidad en obediencia a la Revelación divina, traducida e interpretada por el Magisterio de la Iglesia, especialmente en los 21 Concilios ecuménicos, desde Nicea hasta Vaticano II."

El problema doctrinal planteado por Vaticano II, Concilio atípico debido a su naturaleza pastoral, había sido evacuado. Si la intención del Santo Padre era obligar al prelado francés a obedecer Vaticano II, estaba en un gran error. Por tanto, la petición del arzobispo respecto a las ordenaciones episcopales parecía "un acto cismático dadas las consecuencias teológicas y canónicas inevitables que usted ya conoce muy bien. Lo invito fervientemente a que regrese, con humildad, a la obediencia plena al Vicario de Cristo."

La incomprensión total ocasionó que las tensiones resurgieran. Todo esto fue cubierto por los medios de comunicación de un modo dramático, a medida que se aproximaban las consagraciones del 30 de junio de 1988.

Siguiente entrega: Un Viaje Histórico, el 30 de Junio de 1988.