“Instrumentum laboris” 2024: un aplanamiento de la Iglesia

Fuente: FSSPX Actualidad

Una imagen de la Iglesia según Francisco

Los dos artículos anteriores sobre el Instrumentum laboris (IL) 2024 permitieron descubrir una cierta reorientación del proceso, una recuperación de la situación: mientras que los textos anteriores propuestos por el Sínodo se habían destacado por su mediocridad, por no decir más, este último documento claramente ha elevado el nivel y ha tomado una nueva dirección.

Esta dirección es la del pensamiento personal de Francisco sobre la sinodalidad, como lo expresó en su discurso del 17 de octubre de 2015 con motivo de la conmemoración del 50° aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, y que marca un giro en su reflexión sobre la sinodalidad. Este pensamiento fue luego retomado y sistematizado por la Comisión Teológica Internacional (CTI).

El cambio se produce en la dimensión de la sinodalidad, que ahora se extiende a toda la Iglesia, y ya no solo, como siempre ha sido el caso, a los obispos o incluso a los sacerdotes. Esta es también la concepción de Francisco en su discurso del 13 de junio de 2013, dirigido a los miembros del XIII Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos.

En este último discurso, el Papa ve el Sínodo como un instrumento al servicio de la colegialidad “para promover aún más el diálogo y la colaboración entre los obispos, y entre ellos y el obispo de Roma”. La idea sigue siendo la misma hasta el discurso de 2015, pero luego la idea sinodal se extiende a toda la Iglesia.

Se establecen los elementos: 1) “caminar juntos; 2) la infalibilidad del Rebaño, que surge a través del sensus fidei, que el Papa traduce como “instinto”, de ahí la necesidad de consultarlo en el proceso sinodal; 3) la escucha como el centro del proceso; 4) la imagen de la pirámide invertida y la negación de cualquier superioridad en la Iglesia; 5) los tres niveles de ejercicio de la sinodalidad: local, provincias y regiones eclesiásticas, Iglesia universal.

Luego, la CTI hace un trabajo de sistematización y da los elementos teológicos para construir esta Iglesia sinodal en su documento de 2018 “La sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia”, citado cinco veces en IL 2024, y presentado en muchas ocasiones por conceptos que provienen de su trabajo sin ser referenciado, como la “circularidad”.

Los tres poderes en la Iglesia

El poder en la Iglesia es triple. El principal, desde el punto de vista del fin, es el poder de santificación, que depende inmediatamente del poder de orden: se realiza principalmente mediante la administración de los sacramentos.

Pero esta santificación debe realizarse en el marco de un gobierno capaz de dirigir e instruir a los fieles: es el poder de jurisdicción que se divide en poder de jurisdicción en sentido estricto, que abarca leyes y mandamientos para guiar las voluntades, y el poder de enseñar o de magisterio, para guiar las inteligencias.

Cabe recordar también que este último poder está garantizado, en determinadas circunstancias, por la infalibilidad, que se puede encontrar en el Papa cuando habla  ex cathedra, en el Magisterio ordinario y universal de los obispos o en el concilio ecuménico, cuando da alguna definición. 

Una inversión de poderes

En la Iglesia sinodal, todo el Pueblo de Dios, incluidos los fieles, está dotado de los tres poderes, de manera que se invierte la constitución divina de la Iglesia.

Francisco retoma la fórmula clásica “infalible en la creencia”, ya desviada por Vaticano II. En sí misma, significa que los fieles, si se adhieren a las enseñanzas de sus pastores, son infalibles en su creencia.

Pero el Concilio explicó que el Pueblo de Dios no se equivoca “aunque no encuentre las palabras para expresar su fe”, es decir, independientemente de los pastores. El Papa retomó en gran medida esta idea en su texto de 2015.

En cuanto al poder de gobierno, encuentra su fórmula en la “corresponsabilidad” que lo distribuye entre todos los miembros de la Iglesia. Ciertamente, a veces se asocia con el adjetivo “diferenciada”, sin duda para demostrar una diferencia entre los miembros de la jerarquía y los fieles, pero se trata de hecho de una división. También a este respecto son muy claras varias propuestas que deberán discutirse en la sesión de octubre del Sínodo.

Finalmente, el poder de orden y de santificación se nivela con la repetida afirmación de la igualdad de todos los fieles en el bautismo. Ciertamente, pero algunos miembros han recibido la ordenación sacerdotal o la consagración episcopal. La sinodalidad propone reconsiderar el sacramento del orden en su conjunto y buscar distribuir ciertos poderes que posee: la propuesta es explícita en el IL.

Así, la sinodalidad logra una nivelación, un aplanamiento de los poderes de la Iglesia y de la Iglesia misma.

Una Iglesia sinodal en movimiento

Estos hechos ya son muy graves, pero además, no es posible saber dónde se detendrá la máquina. Por definición, una Iglesia sinodal debe estar en marcha. ¿Pero hacia qué objetivo definido? El Papa dice que debemos “dejarnos sorprender”. Pero un movimiento que no tiene un objetivo fijo nunca se detiene y, es más, nadie sabe dónde puede terminar.

La sinodalidad así concebida es similar a la revolución: nunca puede detenerse, nunca está satisfecha. Y termina destruyéndolo todo.