Jornada Mundial de la Juventud en Panamá: el fin del gigantismo

Fuente: FSSPX Actualidad

El Papa Francisco llegando a Metro Park para celebrar la Misa de clausura de la JMJ en Panamá.

La 34° Jornada Mundial de la Juventud tuvo lugar en Panamá del 22 al 27 de enero de 2019; inaugurada por Juan Pablo II en 1985, la JMJ de 2019 pasó casi desapercibida para la avalancha de información diaria. FSSPX.Actualidad ofrece a sus lectores algunos puntos para reflexionar.

Un comentario hecho por el Arzobispo de Rouen resume perfectamente la JMJ del 2019, recién terminada: "Hemos dejado atrás un gigantismo que tenía sus límites", comentó Monseñor Dominique Lebrun. Y todo el mundo sabe que la cantidad no significa necesariamente calidad.

El sitio web oficial de la Santa Sede reconoció lo anterior, sin proporcionar ninguna cifra: "En términos exclusivamente numéricos, (la JMJ 2019) no se puede comparar con las de Manila, Roma, Río o Cracovia, que atrajeron a una multitud impresionante".

Este vigésimo sexto viaje apostólico permitió al Papa Francisco transmitir su mensaje haciendo énfasis en tres enfoques.

En primer lugar, el Santo Padre describió a los jóvenes los males de nuestros tiempos, "el grito ahogado de los niños a los que se les impide nacer", "una espiral de muerte como resultado de las drogas, el alcohol, la prostitución y el tráfico de personas", y les advirtió sobre los peligros de vivir en la realidad virtual del internet. Ante estos males diarios, se lamentó el papa, el "mundo está atrapado en el cómodo cinismo y en el drama de su propia frivolidad".

A los 70 obispos que se reunieron el 24 de enero para escuchar las palabras del Papa sobre la violencia política y social, que actualmente se encuentra incontrolada en el continente americano, junto con la miseria económica y la creciente proliferación de sectas evangélicas que cada vez ganan más y más jóvenes, el Papa les dijo:

"Apoyen y capaciten a sus jóvenes (...) antes de que la cultura de la muerte pueda seducir sus jóvenes mentes, aprovechándose de su inquietud, vendiéndoles humo y espejos, u ofreciéndoles sus "soluciones" quiméricas a todos sus problemas. (...) No dejen de hablar en contra de la desertificación cultural y espiritual de sus pueblos", declaró el soberano pontífice a los obispos.

Y en tercer lugar, a los sacerdotes, que se reunieron con el Papa el 26 de enero, les habló sobre la disminución en el número de vocaciones, admitiendo que las fatigas del apostolado pueden causar "un cansancio que paraliza", que da lugar a lo peor y proviene de "no saber cómo reaccionar a los cambios intensos y confusos que estamos experimentando como sociedad" y que "pone en duda la viabilidad misma de la vida religiosa en el mundo de hoy".

La fidelidad a la Tradición de la Iglesia, el fortalecimiento de nuestra comprensión de la fe y los misterios de la salvación, la urgente necesidad de difundir la realeza social de Cristo... Estos son tan solo algunos puntos que podrían haber sido sugeridos como pautas para ayudar a evitar la trampa de los males que amenazan a la sociedad contemporánea, males que el Vicario de Cristo se contentó principalmente con describir.

En consecuencia, aunque exhortados al compromiso por un papa entusiasta, "muchos jóvenes aún no saben cómo entrará en juego en sus vidas este llamamiento al compromiso una vez que hayan regresado a sus hogares", concluyó Nicolas Senèze en las columnas de La Croix.