La Asociación Patriótica Católica China (8)

Fuente: FSSPX Actualidad

Monseñor Antonio Riberi

Este artículo y los siguientes pretenden presentar una realidad muy particular, que juega un papel determinante en la vida de los católicos en China, ya sea reclutándolos bajo la bandera del Partido Comunista Chino o lanzándolos de nuevo a las catacumbas. El artículo fue publicado en el sitio web de las Misiones Extranjeras de París. Esta presentación permitirá al lector desinformado comprender lo que está en juego en el acuerdo entre China y el Vaticano, que debería renovarse en octubre.

Cuarenta años después de la fundación de la Asociación Patriótica Católica China, es posible hacer una lectura más completa de los acontecimientos que marcaron esta época y descifrar el diseño y los objetivos fijados por los líderes del PCCh y que pretendían lograr a través de su creación.

II] Los inicios del nuevo régimen: la acción contra la Iglesia (continuación)

El caso "Riberi"

Cuando se proclamó la República Popular, monseñor Antonio Riberi representaba a la Santa Sede desde 1946, residiendo en Nankín, sede del gobierno nacionalista. Después de la llegada de los comunistas, no abandonó China como lo hicieron los diplomáticos acreditados ante el gobierno chino.

A causa de su misión, que tenía que ver solo de manera muy secundaria con la política, se ordenó a monseñor Riberi permanecer el mayor tiempo posible en suelo chino y en ningún caso abandonar su sede diplomática. Por eso intentó contactar con las nuevas autoridades y trasladar su residencia a Beijing, la capital del nuevo régimen.

A nivel formal, la actitud del representante pontificio era sin duda errónea: se le había acreditado ante un gobierno (nacionalista) que había dejado de existir en territorio chino y había sido trasladado a otro lugar. Según algunos, monseñor Riberi debería haber seguido a este gobierno. Pero la Santa Sede tomaba en cuenta las relaciones con la Iglesia en China más que los acontecimientos políticos.

La crisis requería decisiones prácticas. Al no poder los obispos reunirse y ponerse de acuerdo sobre una posición común, correspondía al internuncio tomar una decisión. Una tarea difícil, especialmente considerando los acontecimientos en países gobernados por regímenes comunistas donde los obispos habían sido perseguidos, encarcelados y la vida de la Iglesia era prácticamente imposible.

Varias iniciativas totalmente legítimas de monseñor Riberi dieron a las autoridades chinas la oportunidad de atacar su acción. Ante las crecientes dificultades de la Iglesia para llevar a cabo sus actividades normales de culto y catequesis, el internuncio alentó la formación de la Legión de María. La fuerte atracción que esta última ejerció atrajo de inmediato la atención y la antipatía del régimen, que la calificó como un movimiento contrarrevolucionario y subversivo.

Un segundo incidente fue causado por una declaración del clero de Nankín que proponía reformar la administración de la Iglesia en China, firmada por el vicario general de la diócesis, el Padre Li Weiguang. La declaración fue publicada en el Diario del Pueblo el 31 de mayo de 1951. Monseñor Riberi envió una carta en latín a los obispos para desaprobar su contenido.

A partir de entonces, en varias ocasiones, monseñor Riberi advirtió a los pastores y fieles contra el Movimiento de las tres autonomías, de inspiración protestante, y que se proponía constantemente como un ejemplo para la Iglesia católica.

Finalmente, después de una intensa campaña de prensa y opinión, el 26 de junio de 1951, monseñor Riberi fue puesto bajo arresto domiciliario en Nankín. El 4 de septiembre, la prensa china anunció su deportación. El día 5 llegó a Shanghai escoltado. Luego lo subieron a un tren para llevarlo a Hong Kong.

Monseñor Riberi permaneció en Hong Kong durante todo un año, con la vana esperanza de obtener la acreditación ante el nuevo gobierno de Beijing. Después de esta espera, finalmente se fue a Taiwán. El "caso Riberi" sigue siendo una página controvertida en la historia de la Iglesia en China hasta el día de hoy.

Sin embargo, sigue siendo un hecho secundario en su esencia, significativo solo por el uso que se haría de él para justificar una "política religiosa" que habría sido implementada de todos modos, como lo ilustrarán ampliamente las siguientes páginas.