La Cuaresma con Bossuet - Meditaciones sobre el Evangelio (1)

Victoria y poder de Jesucristo contra la muerte

Necesitamos una gran gracia para hacer frente a un terror tan terrible como el de la muerte. Mientras tenemos salud y esperanza no lo sentimos: pero cuando no queda nada, el golpe es terrible. Sin embargo, el golpe se suaviza cuando creemos firmemente que Jesús conquistó la muerte.

La venció en una niña de doce años que acababa de morir y que yacía todavía en su lecho (Mc 5, 35-42). La venció nuevamente en un joven que estaba a punto de ser sepultado (Lc 7: 12-15). Finalmente, la venció en la tumba y en medio de la podredumbre en la persona de Lázaro (Jn 11, 41-44).  Pero Él impidió en su Persona incluso la corrupción. 

Venció a la muerte en personas que habían muerto naturalmente: Él venció en su Persona una muerte provocada por la violencia.

Aquellos a quienes devolvió la vida siguieron siendo mortales; con su muerte Él venció a la propia mortalidad. Fue en su Persona que mostró una victoria tan completa. Después de que lo mataron, sin que la corrupción tocara nunca su cuerpo, resucitó para no morir nunca más, como había cantado el salmista: "No permitirás que tu Santo vea corrupción" (Sal. 16, 10- 11).

Lo que se ha hecho en la cabeza se logrará en los miembros. La inmortalidad nos está asegurada en Jesucristo mejor de lo que nos fue dada por primera vez en Adán. Nuestra primera inmortalidad constituía en no poder morir: nuestra última inmortalidad será no morir nunca más.