La Cuaresma con Bossuet – Meditaciones sobre el Evangelio (4)

Fuente: FSSPX Actualidad

“La Crucifixión” (1503) - Lucas Cranach el Viejo

Jesús, figura del alma entregada al pecado

En las desgracias de Jerusalén, vemos las de las almas que perecen. Ante este triste espectáculo, Jesús no puede contener sus lágrimas: "¡Ay, si supieras!" ¡Oh, alma, si tan solo supieras! Jesús no puede continuar. Los sollozos interrumpen sus palabras. Su lengua no puede encontrar las palabras para expresar la ceguera de esta alma: "¡Si supieras! Al menos en este día que todavía se te da", en el que Dios te visita a través de su gracia" (Lc. 19:42). 

Cuando una luz interior nos muestra nuestros crímenes, cuando somos invitados a dar gloria a Dios, y todo grita dentro de nosotros que debemos entregarnos a Él, tal como en ese día de la visita a Jerusalén, cuando todos, incluso los niños, clamaban al Hijo de David. Si no escuchamos, el momento pasará. Esa gracia tan fuerte y activa nunca volverá.

"Todo esto está oculto a tus ojos" (Lc 19:42). Tu corazón está apesadumbrado; tus ojos están cerrados y se nublan; tus pasiones te ciegan; se dibuja un velo oscuro sobre tus párpados; y una obnubilación aterradora pesa sobre ellos. ¡Oh alma! Jesús llora por ti y, sin embargo, ¿tú no lloras por ti misma? Llora. Llora. ¡Oh, Jerusalén espiritual! Llora por tu pérdida, al menos en este día cuando el Señor te visita de una manera tan admirable. Si hasta ahora has sido insensible a tu propia pérdida, llora hoy y vivirás. No pierdas un solo momento de gracia, porque nunca sabrás si esa será la última que se te dará.