La Cuaresma con Bossuet – Meditaciones sobre el Evangelio (6)

Fuente: FSSPX Actualidad

Jesucristo en la Cruz (Siglo XVI) - Hans Burgkmair

La envidia de los fariseos

Consideremos ahora los efectos de la envidia: uno de los mayores males de nuestra naturaleza. Jesucristo, que había venido a sanarla, debía sentir su malicia, y los sufrimientos que la envidia le causaría debían servir como remedio para su veneno.

La envidia es el efecto oscuro y secreto de un orgullo débil, que se siente disminuido o completamente eclipsado por el menor resplandor en los demás, y que no puede soportar la más mínima luz.

Por naturaleza, el orgullo desea mostrarse y brillar, pero la envidia se oculta bajo todo tipo de pretextos, y se deleita en las acciones deshonestas más secretas y oscuras. Murmuraciones disfrazadas, calumnias, traiciones, todas las artimañas malvadas le pertenecen.

Cuando, a través de estas acciones tristes y oscuras, ha ganado la delantera, estalla y se rebela contra el hombre justo: el insulto y el desprecio, con toda la amargura del odio y los máximos excesos de crueldad. ¡Oh, Salvador! ¡Oh, Hombre Justo! ¡Oh, Santo de los Santos! ¡Esto es lo que debía llevarse a cabo en tu Persona divina!

Extirpemos de raíz la envidia, y en el menor de sus efectos que podamos llegar a sentir en nuestros corazones, comprendamos toda la malicia y todo el horror de tal veneno.