La encíclica de Francisco sobre el Sagrado Corazón

El 24 de octubre de 2024, el Papa Francisco firmó la encíclica Dilexit nos sobre el Sagrado Corazón, la cuarta de su pontificado, publicada durante el año del 350 aniversario de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María en Paray-le-Monial. Este extenso texto, dividido en cinco capítulos, contrasta con las encíclicas anteriores del Sumo Pontífice (Lumen Fidei, Laudato si' y Fratelli tutti).
La importancia del corazón
El capítulo primero llama inmediatamente la atención. Titulado "La importancia del corazón", trata de definir el significado de este término, en una penosa confusión, hay que reconocerlo. Las expresiones a veces parecen desafiar abiertamente la lógica. El uso de una filosofía existencialista y personalista no ayuda realmente a obtener una definición clara.
Se dice, por ejemplo, que el corazón está por encima de la inteligencia y la voluntad, "que deben ponerse a su servicio" (n.º 13); o que se distingue de la razón, la voluntad o la libertad. Propuestas que parecen más o menos absurdas, o al menos abstrusas, para quien sigue la filosofía y la teología del Doctor común.
Pero, en un esfuerzo por comprender esta confusión que no sabe expresar lo que busca, y haciendo abstracción de todas las aproximaciones discutibles que pululan en el texto, el discípulo del Doctor Angélico puede tal vez llegar a identificar lo que el Papa Francisco, muy probablemente redactor de este capítulo, trata de decirnos. Parece que el objetivo del Papa es lo que Santo Tomás, junto con la filosofía perenne, denomina "voluntad fundamental".
En otras palabras: el impulso profundo de la voluntad, iluminado por la inteligencia, que se dirige con amor hacia el bien que reconoce, con la espontaneidad y la libertad que caracterizan al deseo humano. El corazón, en el pensamiento del Papa, y si esta interpretación es correcta, correspondería a esta disposición fundamental que unifica la vida humana, sobre todo si se dirige resueltamente hacia Dios.
Por lo tanto, esta presentación no carece de interés en ciertos aspectos, una vez liberada de la maraña que la hace tan difícil de discernir. Sin embargo, es una pena que la insistencia en el primado del corazón, entendido como voluntad fundamental, vaya acompañada de un injustificado oscurecimiento y denigración de la razón en sus facultades espirituales: inteligencia y voluntad.
Continuación de la encíclica
El segundo capítulo, "Gestos y palabras de amor", examina con atención la actitud de Cristo en el Evangelio: a través de sus gestos, su mirada y sus palabras, vemos cómo el Hijo de Dios demostró que "tenía corazón" y sabía tocar los corazones de aquellos que se beneficiaban de su presencia. Esta contemplación de Cristo "permite entrever" el Sagrado Corazón.
El tercer capítulo, "Este es el corazón que tanto amó", retoma la doctrina clásica sobre el Sagrado Corazón, recurriendo abundantemente a la enseñanza tradicional, desde los Padres de la Iglesia hasta los Papas León XIII, Pío XI y Pío XII, pasando por el Concilio de Trento. Se repasan todos los elementos que justifican y enmarcan el culto al Sagrado Corazón.
El cuarto capítulo, "Amor que da de beber", considera las consecuencias personales, para los cristianos, de la doctrina católica del Sagrado Corazón: a través de la historia de este dogma, se redescubren sobre este tema las enseñanzas del Evangelio, de los Padres, especialmente San Agustín, y de los doctores escolásticos, como San Bernardo y San Buenaventura.
Este capítulo también se centra en los místicos que se han basado en esta devoción al Corazón de Cristo, como santa Matilde, santa Ángela de Foligno, Ludolfo el Cartujo o san Juan Eudes. San Francisco de Sales ocupa un lugar destacado, y luego es el turno de santa Margarita María y del P. Claudio de La Colombière, su director, jesuita. Por último, vienen el P. Charles de Foucauld y santa Teresita del Niño Jesús.
Este capítulo reflexiona finalmente en algunos rasgos particulares de la vida interior que se nutre de esta devoción: en particular, el consuelo del Corazón de Cristo por la unión con Él, y la contrición por los propios pecados, otra forma de consolar a Cristo, y que permite consolar también a los demás.
El quinto capítulo, "Amor por amor", considera la dimensión fraternal de este culto al Sagrado Corazón: el amor al prójimo, el aspecto social de la reparación al Corazón de Cristo. A muchos aspectos tradicionales se mezclan elementos discutibles, como la valoración de lo "social" o el rechazo del "proselitismo".
Por último, la "Conclusión" es totalmente inesperada. Citaremos su primer párrafo: "Este documento nos ha permitido descubrir que el contenido de las encíclicas sociales Laudato si' y Fratelli tutti no es ajeno a nuestro encuentro con el amor de Jesucristo (n.º 217)". En otras palabras, en el curso de una frase escrita como de pasada, Dilexit nos vendría a manifestar la fuente de las encíclicas anteriores, y así justificar a posteriori sus enseñanzas tan azarosas...
Citemos también este lamentable pasaje, que parece hacer una triste referencia a la cristiandad despreciándola: "La Iglesia también lo necesita, para no reemplazar el amor de Cristo con estructuras caducas, obsesiones de otros tiempos, adoración de la propia mentalidad, fanatismos de todo tipo que terminan ocupando el lugar de ese amor gratuito de Dios que libera, vivifica, alegra el corazón y alimenta las comunidades (...)" (n.º 219).
A pesar de un primer capítulo confuso y cuestionable, y de su conclusión que parece fraudulenta, esta encíclica recuerda, de manera amplia, completa y globalmente tradicional, la importancia del culto al Sagrado Corazón de Jesús. Esto es suficientemente inusual en el panorama de Francisco como para merecer ser destacado.
Fuente: Saint-Siège – FSSPX.Actualités
Imagen: Flickr / Fr Lawrence Lew, OP (BY-NC-ND 2.0)