La eugenesia ayer y hoy (2): la eugenesia positiva entre los griegos

Fuente: FSSPX Actualidad

Statue de Léonidas Ier de Sparte

Solo el catolicismo posee la visión completa de esta cuestión. La historia señala la aparición de errores antes de la Revelación y su reaparición cuando la Iglesia fue combatida y su enseñanza rechazada por los Estados y los individuos. Por lo tanto, resulta instructivo considerar estas ideas en acción dentro de la historia de la humanidad.

Las inquietudes de orden eugenésico surgen muy tempranamente en esta historia, y adquieren las dos formas que ya hemos distinguido: positiva y negativa. Este artículo trata sobre la eugenesia positiva en la antigua Grecia: ¿cómo mejorar la raza humana?

Este aspecto es más una cuestión de teoría que de práctica: es considerado principalmente como un objetivo a alcanzar en una sociedad ideal. Pero se encarna al menos en una sociedad, la de Esparta. Además, el lugar que le otorgan algunos filósofos como Aristóteles y Platón demuestra su importancia. Las inquietudes revelan las mentalidades.

La legislación espartana

En Esparta, las estrictas regulaciones regían la procreación de acuerdo con las leyes impuestas por Licurgo, personaje semi-legendario que probablemente vivió en el siglo IX a.C. Jenofonte dice lo siguiente acerca de la procreación: "Licurgo, al juzgar que el deber más importante de las mujeres es la maternidad, estableció ejercicios físicos para las mujeres, así como para el sexo masculino (...) persuadido de que si ambos sexos son vigorosos, tendrán vástagos más robustos" (Jenofonte, La República de los Lacedemonios).

Licurgo añade otras condiciones, como la continencia, considerada favorable para una buena procreación: una ley estipula que es vergonzoso que se viese al hombre entrar o salir del lecho nupcial. Además "para poner fin a que cada uno tomara una mujer cuando quisiera, ordenó contraer matrimonio en plena madurez, considerando que ello también era conveniente para una buena descendencia" (Jenofonte, La República de los Lacedemonios).

Además, "no quería que sus ciudadanos fueran engendrados por cualquier hombre, sino únicamente por los mejores que se pudieran encontrar" (Plutarco, La vida de los Hombres Ilustres). El propósito de estas leyes era mantener la pureza de la raza. El número de ciudadanos se fijó en nueve mil. Por lo tanto, era necesario limitar estrictamente los nacimientos. Esto se llevaba a cabo mediante la eliminación de los niños de constitución más débil.

En este sistema, no se nacía espartano, sino que había que convertirse en uno: el niño tenía que ser aprobado al nacer por los ancianos, es decir, que no pertenecía a sus padres, sino a la ciudad: "porque Licurgo no quería que los niños fueran propiedad de los individuos, sino comunes a la sociedad (Ibid.). Y además, su educación se confiaba exclusivamente a los maestros a partir de los siete años".

Jenofonte termina así su presentación de las constituciones espartanas: "Por tanto, para la procreación de niños, Licurgo estableció estas reglas tan diferentes de las demás. ¿Dotó Licurgo a Esparta de hombres superiores en tamaño y fuerza? Dejo la respuesta a cualquiera que quiera juzgar".

La república ideal de Platón

Fue en sus obras Las Leyes y La República, pero especialmente en su último diálogo, que Platón, el filósofo griego más famoso, que vivió del 429 al 348 a. C., expone su ideal de la ciudad. Este filósofo aborda extensamente la cuestión que nos ocupa.

El principio establecido desde el inicio es la estabilidad del número de ciudadanos: "en cuanto al número de uniones, dejaremos que decidan los gobernantes, para que mantengan al máximo posible la misma cantidad de varones, habida cuenta de las guerras, las enfermedades y todas las cosas de esta índole, de modo que, en cuanto sea posible, nuestro Estado no se agrande ni se achique. (Platón, La República). Aquello que dio origen a la constitución de Licurgo, y que era la preocupación constante de las ciudades griegas, inevitablemente produciría una caída en la tasa de natalidad, como lo observó Polibio, historiador griego y atento observador de los acontecimientos de su época, en 148 a.C.: "Hoy en día, en toda Grecia, la tasa de natalidad ha caído a un nivel muy bajo y la población ha disminuido mucho, por lo que las ciudades se vacían y la tierra no se cultiva, a pesar de que ya no hay largas guerras ni epidemias" (Polibio, Historia, libro XXXVII, 4, 4-6).

También era necesario garantizar la sostenibilidad de las clases a medida que se iban estableciendo: "los mejores hombres deben tener relaciones con las mejores mujeres con la mayor frecuencia posible, mientras que lo contrario es cierto para los hombres y mujeres más inferiores; que los vástagos de los primeros se críen, más no de los segundos, si queremos que el rebaño mantenga su calidad eminente" (Platón, op. cit., p. 65, 459).

Era necesario entonces asegurar los mejores procreadores posibles, lo cual se llevaba a cabo mediante un sistema de recompensa: "a los hombres jóvenes que son buenos en la guerra u otras cosas, les otorgaremos honores y otras recompensas, en particular el permiso para relacionarse más a menudo con las mujeres, ya que esto también será un buen pretexto para que engendren tantos hijos como sea posible" (Ibid., 460b).

Se trata, por lo tanto, de una eugenesia para el progreso social, que favorece la procreación de los sujetos más dotados, lo cual se encuentra en algunas legislaciones contemporáneas. Para comprender estas disposiciones, es preciso saber que Platón recomienda la comunidad de mujeres. Pero agrega que los mejores hombres deberían procrear más que los demás.

Se añade otra disposición para facilitar la maternidad de las mujeres tutoras (la casta superior), aligerando una parte de su labor con la ayuda de nodrizas y ayas (Ibid., 460d).

La edad autorizada para las uniones fértiles estaba regulada: "La mujer procreará hijos para el Estado a partir de su vigésimo año y hasta el cuadragésimo, y el hombre, desde el momento en que pasa su pico como corredor, procreará hasta llegar a los cincuenta y cinco años", porque "los niños deben ser engendrados por personas en la flor de la vida".

Vemos nuevamente el objetivo del matrimonio tal como se practicaba en Esparta: procrear hijos para el Estado. Lo siguiente muestra hasta qué grado esta función es sobre todo social para Platón. "Si un hombre por encima o por debajo de esta edad interfiere en la procreación para el Estado, declararemos que ha pecado contra la religión y la justicia, al darle al Estado un niño cuya concepción subrepticia no habrá estado acompañada de los sacrificios y oraciones que los sacerdotes y sacerdotisas y todo el cuerpo del Estado hacen en cada matrimonio, para que nazcan de los hombres de élite hijos mejores que ellos, y de los hombres útiles para el país niños aún más útiles, sino que, por el contrario, será una obra de oscuridad y terrible libertinaje" (Platón, op. cit., p. 67-68, 461).

La política de Aristóteles

Este alumno de Platón, que superó a su maestro, también se ocupó de estas cuestiones. Nacido en 384 a.C., fue alumno de Platón y, posteriormente, tutor de Alejandro Magno; murió en el año 322.

El punto de partida es siempre el mismo: "Es absurdo (...) abstenerse de decidir sobre el número de ciudadanos. (...) Es más aconsejable imponer restricciones a la procreación que asignar un límite a la propiedad, para garantizar que los nacimientos no superen una determinada cifra. Este máximo se establecería de acuerdo con las posibilidades de mortalidad en los niños nacidos y la esterilidad en las otras parejas. La libertad de procreación, como existe en la mayoría de los Estados, es una causa infalible de miseria para los ciudadanos, y la miseria genera sedición y crimen. Fidón de Corinto, uno de los legisladores más antiguos, consideraba que el número de familias y ciudadanos debería permanecer inmutable" (Aristóteles, La Política).

Por lo tanto, es por razones económicas y políticas que Aristóteles propone limitar estrictamente la población. "Lo que se desprende del examen de los hechos es que es difícil, y quizás imposible, que un Estado con una población demasiado grande se rija por buenas leyes" (Ibid.). Por lo tanto, más allá de un cierto número de habitantes, la ciudad se vuelve ingobernable, y es necesario prevenir este accidente limitando los nacimientos. Este número varía según las ciudades.

En la ciudad aristotélica, los matrimonios estaban regulados, siempre con el objetivo de obtener los mejores descendientes posibles. "Dado que el legislador tiene el deber de considerar cómo garantizar a los niños que un cuerpo crezca en perfectas condiciones, su primer cuidado se centrará en la unión de los sexos, para determinar a qué edad las parejas deben mantener relaciones conyugales, y qué cualidades del cuerpo y la mente son necesarias para esto" (Aristóteles, op. cit.). A esto sigue una serie de razones por las cuales es necesario legislar en este asunto, tanto desde el punto de vista social, económico y político, como desde el punto de vista biológico y eugenésico. Aristóteles concluye: "Es por eso que es aconsejable fijar el matrimonio de las mujeres alrededor de los dieciocho años, y el de los hombres a los treinta y siete años".

Después de la edad, se aborda la cuestión de las cualidades físicas y morales: "el problema de saber qué disposiciones físicas en los padres serán especialmente favorables para su descendencia, debe ser objeto de un examen más detallado" (Ibid.). "Estas cualidades son un cuerpo entrenado con moderación y en diversas tareas, así como la tranquilidad mental durante todo el embarazo para la madre".

Finalmente, tanto Aristóteles como Platón, consideran la maternidad como un servicio público: "también se debe determinar la duración durante la cual es conveniente que continúen sirviendo al Estado en lo que respecta a la procreación".

La eugenesia positiva de los griegos se centra sobre todo en la calidad de los nacimientos, pero también en la cantidad; este segundo objetivo se logra mediante la eugenesia negativa, porque es más fácil destruir. La civilización griega no fue la única en practicar este tipo de selección. También se encuentra en algunas dinastías egipcias o incas, para preservar la pureza del linaje.