En la Fiesta del Inmaculado Corazón de María

Nuestra vida religiosa está siempre en peligro de volverse superficial, habitual, incluso exterior. Mas Nuestro Señor es un Dios del corazón, El quiere nuestro corazón. También en este sentido, la devoción al Corazón de María es una maravillosa ayuda para la verdadera interioridad.
San Luis-María Grignion de Montfort llama a María Reina de los Corazones.
Este título significa, en primer lugar, que la realeza de María, al igual que el Reino de Cristo, es algo interior. María es la Reina del Universo, pero lo que ella desea por encima de todo es guiar nuestros corazones, nuestras almas, a Dios. Ningún ser humano, ningún ángel conoce tan bien el valor de las almas creadas por Dios, como ella. Ante todo, ella ve en las almas la gracia que las convierte en imágenes vivas de Dios, recipientes de luz y de amor. ¡Y cuán caro Jesús y ella misma compraron las almas!
Ella desea las almas porque Dios le ha concedido la gracia de educarlas para la vida espiritual, de purificarlas, de santificarlas y de llevarlas a la unión con Dios. María, la Madre de Jesús, como Medianera de todas las gracias, tiene la honrosa tarea de formar a su Hijo en los hijos de la desafortunada Eva. ¡Si pudiéramos ver a nuestra Madre celestial en el cumplimiento de esta sublime tarea, cómo ella purifica nuestras almas y les infunde gracias, cómo les ayuda a alcanzar las virtudes! ¡Cómo nos llenaríamos de admiración y con qué énfasis le mostraríamos nuestra gratitud!
María es la Reina de los Corazones para santificar nuestros corazones, para conquistarlos en la tierra para el amor a Dios y prepararlos para la beatitud eterna. La han llamado la gran conquistadora de corazones. En el Cielo, una de nuestras bienaventuranzas será contemplar el celo santo, los esfuerzos pacientes y la gentil perseverancia de nuestra Madre, con que nos ha conducido a la decisión de confiar en ella.
Nuestro libre albedrío
El corazón no puede ser tomado por la fuerza como una fortaleza; se da a sí mismo a quien quiere y cuando quiere. Este hecho demuestra lo seria que es nuestra vida. ¡La salvación depende de la decisión de nuestro libre albedrío! Dios estimula nuestro corazón a través de un salutífero temor, esperanza o amor para atraerlo a sí mismo. María se sirve de sus virtudes, especialmente la bondad maternal de su corazón, para invitarlo a su reino de gracia. Satanás, por el contrario, le crea ilusiones y quiere atarlo a bienes falsos. Al final, el corazón sigue siendo libre, se da a sí mismo a quién y cómo quiere.
Por lo tanto, María es sólo la Reina de aquellos corazones que corresponden a su amor y están dispuestos a ser dirigidos por ella. Esta disposición del libre albedrío es un glorioso homenaje a su bondad.
En la medida en que estemos dispuestos a entregarnos a su Corazón, ella nos puede ayudar y así podremos llamar a María la Reina de nuestro corazón. Así podemos rezarle confiadamente las palabras de San Luis-María: "Dios te salve María, mi Señora, mi Bien, Reina de mi corazón".
Su Corazón Inmaculado revelado en Fátima nos llevará a la pureza de corazón, profundizará nuestra vida de oración e inflamará nuestro amor a Dios y al prójimo. ¡Confiemos en su bondad maternal!
¡Ayudemos a María a salvar almas con nuestras oraciones y sacrificios, y consolemos su Corazón Inmaculado, que hoy es tan gravemente ofendido! ¡La Virgen nunca se dejará superar en generosidad para con nosotros!