La historia del cónclave

El cónclave de 1878 que eligió a León XIII
Un conclave no es necesariamente largo, pero su historia se remonta a siglos atrás. FSSPX. Actualidad ofrece a sus lectores un breve repaso de la larga historia del cónclave.
El término cónclave proviene del latín cum clave, que significa literalmente "con la llave" —"bajo llave", se diría en español—, una expresión que evoca la idea de un cierre, de un encierro riguroso. Históricamente, el cónclave designa la asamblea de cardenales, reunidos en un espacio herméticamente aislado del mundo, para proceder a la elección del sumo pontífice.
Esta tradición, cuyos orígenes se remontan al siglo XIII, ha experimentado profundas transformaciones a lo largo del tiempo. Su objetivo original era preservar la pureza del escrutinio, sustrayéndolo de las interferencias de los poderes políticos, las presiones populares o las intrigas eclesiásticas internas.
Para comprender las raíces de esta institución, hay que remontarse a la Edad Media, una época en la que la elección papal distaba mucho del proceso ordenado que hemos visto desarrollarse en la Capilla Sixtina el 7 de mayo de 2025. A la muerte de un papa, los cardenales, a veces acompañados por otros clérigos o laicos influyentes, se reunían para designar a su sucesor.
Estas asambleas medievales, a menudo tumultuosas, estaban marcadas por rivalidades encarnizadas, presiones políticas y, en algunos casos, actos de violencia. En el siglo XI, era demasiado frecuente que emperadores o monarcas impusieran a su protegido como candidato al pontificado.
Un hito decisivo se produjo en 1059 con el decreto In Nomine Domini del papa Nicolás II, que confió la elección del papa exclusivamente a los cardenales-obispos, aunque el clero romano y otros cardenales conservaron un papel. Sin embargo, fue en el siglo XIII cuando comenzó a perfilarse el cónclave tal y como lo concebimos hoy en día.
Un episodio destacado tuvo lugar en 1268, tras la muerte del papa Clemente IV. En Viterbo, Italia, los cardenales, incapaces de ponerse de acuerdo sobre un sucesor, prolongaron sus deliberaciones durante tres años...
Hastiados, los habitantes de la ciudad encerraron a los prelados en el palacio episcopal, privándolos de víveres y llegando incluso a quitar el techo del edificio para acelerar su decisión. Este acontecimiento, a menudo calificado como "primer cónclave", marcó un punto de inflexión. El "caos de Viterbo" inspiró una importante reforma.
En 1274, el papa Gregorio X, fruto de esta laboriosa elección, promulgó la constitución apostólica Ubi Periculum. Este texto establece normas estrictas: los cardenales deben permanecer recluidos en un lugar cerrado, sus contactos con el exterior se reducen al mínimo y sus condiciones de vida se endurecen en caso de retraso en la elección del papa; tras unos días, su régimen se limita a pan y agua. El objetivo es claro: acelerar la votación y evitar bloqueos.
Sin embargo, las prescripciones de Ubi Periculum no siempre se siguieron al pie de la letra a lo largo de los siglos. Algunos cardenales ingeniosos lograban eludir el aislamiento, mientras que las influencias externas persistían. Los cónclaves se desarrollaban en contextos políticos complejos, en los que potencias europeas como Francia, España o el Sacro Imperio Romano Germánico se esforzaban por imponer a su favorito.
Hasta el siglo XVIII, algunas monarquías disponían incluso de un derecho de veto oficioso que les permitía descartar a un cardenal considerado inadecuado. La autonomía del cónclave se fue consolidando gradualmente, impulsada por reformas internas de la Iglesia y por la evolución de las relaciones entre esta y los Estados.
Un momento clave fue la abolición oficial del veto de las potencias europeas, decretada a principios del siglo XX por el papa San Pío X. Las normas contemporáneas del cónclave, codificadas en particular por Juan Pablo II en Universi Dominici Gregis en 1996, han sido suficientemente descritas por FSSPX.Actualidad, por lo que no es necesario mencionarlas aquí.
Hoy en día, el cónclave se celebra en la Capilla Sixtina, un lugar impregnado de solemnidad y simbolismo. El uso de la Capilla Sixtina como lugar principal del cónclave se impuso progresivamente a partir del siglo XV, especialmente tras el regreso definitivo del papado a Roma. Su primer uso documentado se remonta a 1492, para la elección de Alejandro VI. Esta elección se explica por su carácter solemne, su capacidad para albergar a los cardenales en un espacio cerrado y su proximidad al palacio apostólico.
Fuente: Vatican News – FSSPX.Actualités
Imagen: Semeghini Defendi, Domaine public, via Wikimedia Commons