¿La muerte de la verdadera política?

Fuente: FSSPX Actualidad

Fabrice Hadjadj.

El escritor y filósofo francés Fabrice Hadjadj dio un discurso en Sion, la capital de Valais (Suiza), el 13 de octubre de 2017, para el coloquio titulado "La Sociedad ante el Riesgo del Cristianismo", organizado por la diócesis de Sion.

Fabrice Hadjadj es un filósofo con una historia inusual. Nacido en 1971 en el seno de una familia judía practicante, se graduó del Instituto de Estudios Políticos en París, y es catedrático en filosofía. Sus padres eran maoístas practicantes. Hasta 1998, año de su conversión al catolicismo, se declaraba ateo y anarquista.

Su conversión es parecida a la de Claudel, según reveló él mismo a Céline Hoyeau en La Croix el 10 de marzo de 2017. Encontró la fe en la iglesia de San Severino en París, a los pies de Nuestra Señora de la Buena Ayuda, y fue bautizado en Solesmes. Actualmente es el director del Philanthropos Institute, el cual es parte de la Universidad Católica de Friburgo.

Las razones tras el declive

 

El filósofo opina que una de las principales causas de la destrucción de la política es la ubicuidad de los factores económicos y ecológicos que han invadido el ámbito político. Hadjadj cree que los políticos "se preocupan primero por el mundo de los negocios" para no tener que hacer frente a los "verdaderos debates de la sociedad". El "ecofascismo", que abolió la ciudad - ahora considerado como un vector negativo de la contaminación - también desempeña un importante papel en la muerte de la verdadera política, pues la ciudad es la "polis", el sitio mismo de las "cosas públicas". Fabrice Hadjadj también podría preguntarse sobre la ubicuidad del factor económico y ecológico en el ámbito religioso, particularmente en la encíclica Laudato si del Papa Francisco.

La segunda causa de esta dilución de la política radica, según Fabrice Hadjadj, en los totalitarismos del siglo XX que hicieron creer al hombre en una humanidad renovada y perfecta de la cual el ámbito religioso queda excluido. Debido a su fracaso, el "nazismo y el comunismo hicieron que el hombre perdiera la esperanza en la política y el progreso", afirma, explicando que "como la religión no había recuperado su lugar en la sociedad, lo único que había eran un montón de ruinas."

¿Los avances de las nuevas tecnologías? Eso no es progreso, según el filósofo de Friburgo, para quien "las máquinas y los robots nos están conduciendo hacia una salida de la historia". El hombre atemperado se convierte en un esclavo de la tecnología que "poco a poco eliminará la humanidad clásica", advierte.

La solución radica en la restauración del Evangelio

 

Para Fabrice Hadjadj, la solución es traer de regreso el Evangelio al corazón de la sociedad: "anunciar el Evangelio posibilitará la lucha contra la inculturación y la falta de cultura, y tal vez ayude incluso a restaurar la cultura," afirma, haciendo hincapié en el papel misionero apremiante de la Iglesia Católica en la sociedad.

Aunque suena muy interesante, el discurso de Fabrice Hadjadj es limitado: por ejemplo, nos confunde el hecho de que el filósofo invoca la libertad religiosa introducida por Vaticano II para justificar una especie de "secularismo positivo" que podría, según él, dar mayor libertad, y por tanto, mayor peso a la Iglesia. Desde Dignitatis Humanae en 1965, no vemos la libertad, y mucho menos el peso, que la Iglesia Católica ha ganado en el mundo. La separación de poderes heredada de la Iluminación, ciertamente no es el ideal de la ciudad católica ni de la civilización cristiana.

Además, el filósofo parece tener un cierto gusto por la provocación y la paradoja que, en ocasiones, produce inquietud: ¿necesitaba acaso recurrir a un efecto retórico sobre el tema del "derecho a la blasfemia", para justificar el estado idealizado de una sociedad ubicada entre el "ateísmo" práctico y la "teocracia", en donde la Iglesia tendría un asiento plegable hipotético?

A pesar de sus limitaciones, la contribución de Fabrice Hadjadj sí señala algunos de los males que corrompen nuestra sociedad. Sólo la Iglesia divinamente asistida puede proporcionar el remedio adecuado.