La pirámide y la peonza

El Sínodo sobre la Sinodalidad que se celebrará en Roma este octubre pretende “transformar las estructuras” de la Iglesia, crear una “Iglesia sinodal”. El objetivo es rechazar un “modo piramidal del ejercicio de la autoridad”, para pasar a un “modo sinodal”. El Papa Francisco dice que en esta Iglesia sinodal, “como en una pirámide invertida, la cima está debajo de la base”.
No hace falta ser un gran clérigo para darse cuenta de que la reforma prevista es un desafío a las leyes elementales de la realidad: se busca liberarse de la gravedad. Se desea un gobierno ligero de la Iglesia, porque la constitución divina de la Iglesia hoy se está volviendo pesada.
En efecto, esta pirámide invertida no es una reforma sino una revolución, un cambio total. En el lenguaje común, esto se llama "caminar sobre la cabeza".
Se nos dice que la Iglesia sinodal es una Iglesia que promueve "caminar juntos", en referencia a la etimología griega de la palabra sínodo - sun-odos: caminar juntos -, pero olvidan precisar que se trata de caminar juntos sobre la cabeza. La omisión de esta aclaración no es casual; decirlo explícitamente implica que se correría el riesgo de disuadir a los participantes en el sínodo que todavía tienen los pies en la tierra.
Surge una pregunta: ¿cómo mantener erguida una pirámide cuando ya no descansa sobre su base? Solo hay una manera: hay que girarla como si fuera un trompo. Este movimiento giratorio debe ser incesante, si no queremos ver la pirámide sobre uno de sus lados.
Por eso la Iglesia sinodal necesita un clero sinodal en perpetuo movimiento: vibriones mitrados, nuevos derviches giratorios, piruetas doctrinales multiplicadoras, giros morales y virajes litúrgicos.
Hace cincuenta años, el 21 de noviembre de 1974, Monseñor Marcel Lefebvre publicó una declaración en la que profesaba su amor a la Iglesia romana: "Nos adherimos de todo corazón y con toda nuestra alma a la Roma católica, guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias para el mantenimiento de esa fe; a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad".
Y añadió: "No se puede modificar profundamente la "lex orandi" sin modificar la "lex credendi". A la Misa nueva le corresponde catecismo nuevo, sacerdocio nuevo, seminarios nuevos, universidades nuevas e Iglesia carismática o pentecostal [hoy se trata de la Iglesia sinodal], todo lo cual se opone a la ortodoxia y al magisterio de siempre".
Y termina con esta conclusión de una actualidad intacta: “La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, en bien de nuestra salvación, es una negativa categórica a aceptar la reforma. Por eso, sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento alguno, proseguimos nuestra obra de formación sacerdotal a la luz del magisterio de siempre, convencidos de que no podemos rendir mayor servicio de la Santa Iglesia católica, al Sumo Pontífice y a las generaciones futuras. [...] a la espera de que la verdadera luz de la Tradición disipe las tinieblas que oscurecen el cielo de la Roma eterna".
Con el mismo espíritu, rechazamos hoy esta “Iglesia sinodal”: pirámide invertida, peonza doctrinal, moral y litúrgica. Stat crux dum volvitur orbis, la cruz permanece estable mientras el mundo gira.
Padre Alain Lorans
Nouvelles de Chrétienté
Fuente: NDC n°209 – FSSPX.Actualités