La sinodalidad en suspenso

Fuente: FSSPX Actualidad

Los cardenales Jean-Claude Hollerich y Mario Grech, a la vanguardia de la sinodalidad

El concepto de sinodalidad, repetido usque ad nauseam durante el pontificado anterior, es objeto de todo tipo de rumores desde la elección del papa León XIV. Los primeros pasos del actual sucesor de Pedro dejan entrever un enfoque que, aunque muestra continuidad, introduce modalidades divergentes.

Durante el pontificado de Francisco, la sinodalidad fue considerada la panacea capaz de garantizar el futuro de una Iglesia firmemente comprometida con el legado posconciliar. Sería un antídoto contra el "clericalismo", que se traduciría en una escucha activa de los fieles, incluidos los laicos, preferentemente los de las periferias existenciales que suelen vivir al margen de la fe y la ética católicas.

El Sínodo sobre la Sinodalidad (2021-2024), iniciado por el difunto pontífice, encarnó la cúspide de tal visión, marcando una solución de continuidad asumida con la Constitución divina de la Iglesia. Y como el diablo suele estar en los detalles, ni siquiera la liturgia se vio libre de ello.

Así, al modificar en 2015 la ceremonia de entrega del palio —símbolo de la autoridad de los arzobispos metropolitanos— para que se celebrara en las diócesis en lugar de en el Vaticano, el papa Francisco quiso subrayar la primacía de las Iglesias locales en detrimento de la unidad romana, sin embargo esencial.

A este respecto, el arzobispo emérito de San Francisco, monseñor John R. Quinn, confirmó en 2015 a la revista America Magazine que cambiar la política del palio era una forma de que el pontífice argentino "subrayara la sinodalidad en la Iglesia" y "un modo de recordar a los nuevos arzobispos que deben comprometerse en el camino de una verdadera sinodalidad".

Aún es demasiado pronto para emitir un juicio definitivo sobre los primeros pasos de León XIV. Sin embargo, algunos se arriesgan a interpretar elementos que parecen insignificantes. El nuevo Papa ha mencionado en varias ocasiones el término "sinodalidad" desde su entronización el pasado 18 de mayo, pero ha tomado medidas que han despertado el conservadurismo de algunos comentaristas.

Al anunciar la misa papal del 29 de junio, la Sala de Prensa de la Santa Sede precisó que el Santo Padre bendeciría e impondría él mismo el palio a los nuevos metropolitanos, invirtiendo la costumbre establecida por el papa Francisco en 2015. Esta decisión se ha interpretado como "un retorno" a una romanidad que contrasta con la descentralización de su predecesor.

Otro signo parece ir en este sentido: durante un simposio organizado en Roma el 7 de junio de 2025, con motivo del 1700 aniversario del Concilio de Nicea, León XIV relacionó la sinodalidad con el método iniciado por el primer concilio ecuménico para resolver cuestiones teológicas y canónicas a nivel universal.

Esta referencia sugiere a algunos que, para León XIV, la sinodalidad sería menos una práctica participativa abierta a todos los bautizados que un mecanismo que permite a la Iglesia mantener su coherencia doctrinal.

En cuanto a la pacificación de la Iglesia, que parece ser bien vista por el Sacro Colegio y encomendada al nuevo Papa, debería implicar una sinodalidad que refuerce la autoridad episcopal, al tiempo que integra selectivamente las contribuciones de los laicos, en un marco más controlado.

Pero para poder emitir un juicio preciso, habrá que esperar a los nombramientos para los puestos importantes y a la encíclica que fije el programa del nuevo papa. La ausencia de una encíclica que establezca un programa claro será, lamentablemente, también un indicio de lo que será este pontificado. Hay que saber esperar señales claras o fuertes para apreciar en qué dirección irá el nuevo papa.