León XIV: el ecumenismo de la sangre es la clave de la unidad de los cristianos

El papa León XIV durante el Ángelus del 29 de junio de 2025
Durante su alocución en la oración del Ángelus, el día de la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, León XIV evocó su papel al servicio de la unidad de la Iglesia y el "ecumenismo de la sangre", que une a todos los cristianos gracias al testimonio de los mártires que dan su vida por Cristo, independientemente de la Iglesia o comunidad eclesial a la que pertenezcan.
El Papa recordó, en primer lugar, que la Iglesia de Roma nació "del testimonio de los apóstoles Pedro y Pablo y fue fecundada por su sangre y la de numerosos mártires". Mártires que hoy contamos entre nosotros:
"Aún hoy, en todo el mundo hay cristianos que el Evangelio vuelve generosos y valientes, incluso a costa de su vida. Existe, pues, un ecumenismo de la sangre, una unidad invisible y profunda entre las Iglesias cristianas, que sin embargo aún no viven la plena comunión visible".
El Papa expresó a continuación su deseo de buscar la unidad de los cristianos. Explicó también la relación entre Cristo y Pedro. Y recordó que la obra de Jesús entre los hombres se repite en quienes le siguen. Por último, añadió que el perdón es la clave de la unidad de las Iglesias.
Pero, lamentablemente, hay que señalar que el concepto de ecumenismo de la sangre es erróneo.
Precedentes
No es la primera vez que un papa celebra a "mártires" que no pertenecen a la Iglesia católica. Juan Pablo II quiso hacer una "conmemoración ecuménica de los testigos de la fe del siglo XX".
El 7 de mayo de 2000, tercer domingo de Pascua, pronunció una homilía ante representantes de las Iglesias ortodoxas y de las antiguas Iglesias orientales. También estaban presentes representantes de comunidades protestantes y de organizaciones ecuménicas. La reunión se celebró cerca del Coliseo.
Juan Pablo II afirmó, entre otras cosas, que "en nuestro siglo, el testimonio de Cristo hasta la sangre se ha convertido en patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes" (Tertio millennio adveniente, n. 37).
Unos años más tarde, en 2005, se publicó un Martirologio universal, elaborado por la comunidad de Bose, compuesta por miembros de diversas confesiones y fundada después del Concilio por Enzo Bianchi. Este martirologio reúne a cristianos y miembros de muchas otras religiones.
El 15 de febrero de 2021 se organizó un "webinario" ecuménico con la participación del papa Francisco, el patriarca copto ortodoxo Tawadros II y el primado anglicano Justin Welby, para conmemorar a los 21 "mártires" coptos brutalmente asesinados por el Estado Islámico de Irak y Siria en territorio libio el 15 de febrero de 2015.
Una semana después de la ejecución, Tawadros II inscribió a las 21 víctimas en el libro de los mártires de la Iglesia copta ortodoxa. Durante la conferencia, Francisco afirmó en particular: "Son nuestros santos, los santos de todos los cristianos, los santos de todas las confesiones y tradiciones cristianas", los santos "del pueblo de Dios, del pueblo fiel de Dios", que "lavaron su vida en la sangre del Cordero".
Concluyó su intervención con estas palabras: "Recemos juntos hoy, en memoria de estos 21 mártires coptos: que intercedan por todos nosotros ante el Padre. Amén".
Una declaración imposible
Evidentemente, no se trata de negar los terribles sufrimientos padecidos por estas víctimas del odio anticristiano. Ni de ignorar que prefirieron la muerte a la negación de su fe. Pero a la Iglesia católica le es sencillamente imposible declararlos "mártires". Porque a esta declaración le falta una dimensión fundamental.
El mártir es, en efecto, aquel que ha sufrido voluntariamente la muerte infligida por odio a la fe católica. Por lo tanto, para poder aplicar este título, es necesario que la persona pertenezca visiblemente a la Iglesia católica mediante la profesión de fe. Porque la Iglesia no puede juzgar lo que hay en el interior del alma, sino que juzga por los signos externos que constata.
Por eso, el papa Benedicto XIV (1675-1758), en su tratado sobre la canonización de los santos, explica que no es posible afirmar el martirio de una persona que no pertenece a la Iglesia. ¿Significa esto que no puede haber mártires fuera de los límites visibles de la Iglesia?
Es posible, continúa Benedicto XIV, pero entonces son "mártires ante Dios y no ante la Iglesia", que no puede juzgarlos. Recibirán en el cielo la recompensa destinada a los mártires, aunque aquí en la tierra permanezcan desconocidos para nosotros.
Así, esta doctrina profesada por Juan Pablo II, Francisco y ahora León XIV, además de carecer de fundamento teológico, según las palabras de Benedicto XIV, tiene como efecto borrar las diferencias entre la Iglesia católica y las demás religiones. Disuelve la frontera nítida entre la única Iglesia verdadera y todas aquellas que se han separado de ella.
También produce la sensación de que uno puede salvarse indiferentemente en cualquier religión y contribuye a ese relativismo destructor de la verdadera fe, que tiene su punto de partida en la declaración Dignitatis humanae del Concilio Vaticano II.
No hay santos comunes a todas las confesiones y tradiciones cristianas. La Iglesia no tiene poder para declararlo. Ciertamente, podemos rezar por los cristianos no católicos, pero no podemos rezarles.
Fuentes: Vatican News/InfoCatolica/FSSPX.Actualités – FSSPX.Actualités
Imagen: © Vatican Media