Los dones del Espíritu Santo (1)

Fuente: FSSPX Actualidad

Mientras la Iglesia y sus hijos se preparan para celebrar la venida del Espíritu Santo en esta Vigilia de Pentecostés, FSSPX.Actualidad propone a sus lectores descubrir un poco mejor estos siete dones concedidos por la bondad de Dios a nuestra alma para santificarla. En este primer artículo veremos por qué esta santificación lleva el nombre de don o espíritu.

En la Sagrada Escritura se les llama espíritus y dones: “Y reposará sobre él el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, y estará lleno del espíritu del temor del Señor", se puede leer en el célebre pasaje de Isaías (11,2).

Y David proclama a Cristo: “Tú has ascendido a lo alto, has llevado en cautividad a tus cautivos; has recibido dones entre los hombres” (Sal 67, 19). Estas últimas palabras se refieren particularmente a los dones del Espíritu Santo que hacen al alma muy dócil a sus inspiraciones.

Estos nombres son eminentemente adecuados para el septenario divino. En primer lugar, porque estos dos nombres convienen al mismo Espíritu Santo. Espíritu, ya que procede del amor por “espiración”, según el término teológico, y por el impulso del amor. Don, porque el amor es comunicativo de sí mismo, y el primer don del amor es el corazón del amigo, unido al amado, presente en quien lo ama.

Los dones tienen la función de perfeccionar las virtudes: vienen, por así decirlo, a pulir, a dorar y a hacer brillar las virtudes en las cosas que no pueden lograrse por sí solas. Porque la fe sola nos deja en una cierta oscuridad; pero con la ayuda del don de la inteligencia, la fe se vuelve contemplativa y penetra más fácilmente en los misterios de la fe.

Aquí abajo no podemos contemplar perfectamente solo en virtud de la fe, a lo sumo somos bañados por un ligero rocío, y este rocío en sí es casi oscuro. Es, pues, necesario que, para no desmayar, el cielo esté un poco entreabierto para nosotros, y esto es lo que hace el Espíritu Santo mediante los dones de la inteligencia, la ciencia y la sabiduría.

Estos dones celestiales se llaman también espíritus porque están ordenados en nosotros por inspiración divina, ya que esta palabra designa un cierto impulso que proviene del exterior. Para funcionar bien, toda criatura necesita del movimiento divino, especialmente en el orden sobrenatural. Para que el hombre sea capaz de actuar en un grado que vaya más allá de la virtud, es necesario que reciba un espíritu (o fuerza) más noble que lo mueva mediante un impulso externo que lo eleve.

Finalmente, los dones se llaman espíritus porque el alma los recibe como el mismo soplo de Dios cuando la adorna con sus dones, insufla en ella su Espíritu, para que todas las virtudes del alma se hagan más perfectas y elevadas a un nivel superior de operación. 

Según Juan de Santo Tomás, Los dones del Espíritu Santo.