Los nuevos siete pecados capitales

Fuente: FSSPX Actualidad

El Concilio Vaticano I, un probable pecado contra la sinodalidad...

El cardenal Mario Grech, relator general del sínodo, durante una conferencia de prensa celebrada en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el lunes 16 de septiembre de 2024, presentó los acontecimientos en torno a la asamblea sinodal prevista del 2 al 27 de octubre en Roma. Según este programa, el 1 de octubre se llevará a cabo una ceremonia penitencial.

El anuncio de esta ceremonia penitencial fue aclarado por un documento emitido conjuntamente por la secretaría general del sínodo y la diócesis de Roma. La ceremonia se llevará a cabo en la Basílica de San Pedro: se escucharán tres testimonios de personas que han sufrido por el pecado – abusos, guerra e indiferencia ante el drama de la migración – seguido de la confesión de siete pecados.

Aquí está la lista: pecado contra la paz; pecado contra la creación, contra los pueblos indígenas, contra los migrantes; pecado de abuso; pecado contra la mujer, la familia, la juventud; pecado de doctrina usada como piedras para ser arrojadas [implícitamente para herir]; pecado contra la pobreza; pecado contra la sinodalidad o falta de escucha, comunión y participación de todos.

Los nuevos pecados capitales

Se supone que estos pecados se consideran particularmente graves, ya que son puestos de relieve y es por ellos que el Papa “dirigirá, en nombre de todos los fieles, una petición de perdón a Dios y a las hermanas y hermanos de toda la humanidad”. Estos son, por tanto, como los nuevos “siete pecados capitales”, de los que debemos culparnos especialmente hoy.

Algunos son demasiado generales y pueden abarcar muchas situaciones: el pecado contra la pobreza puede ser la falta de asistencia a los pobres o el despilfarro. El pecado contra la familia puede incluir el divorcio, la anticoncepción, el aborto, la gestación subrogada... Esto último es también un pecado contra las mujeres subrogadas, una especie de esclavitud.

Es curioso que exista un pecado contra la juventud, pero que no lo haya contra la vejez: la eutanasia ya está muy extendida en muchos países, y pretende extenderse a todos los continentes. En cuanto al pecado de abuso, es un campo muy amplio: abuso mediante violencia física, violencia sexual, abuso de poder, abuso de propiedad social, etc.

¿Pero no es el principio mismo de un pecado capital cubrir un área? De ahí su nombre: “capital” proviene de “caput”, cabeza en latín. El pecado capital domina un campo más o menos vasto, donde se agrupan, de un modo u otro, los pecados que dependen de él.

En este sentido, el pecado contra la paz puede concebirse de manera muy amplia, ya que la paz es fruto de la caridad; pero todo pecado se opone a la caridad. Lo que significa que, sin detalles, estos pecados siguen siendo ambiguos, sus contornos son imprecisos y se superponen más o menos con otros de la lista.

Una lista orientada según las preocupaciones papales

Hechas las observaciones anteriores, cabe señalar que estos pecados reflejan las preocupaciones de un Papa que tiene una concepción personal de ciertos temas actuales y que a menudo llega a olvidar lo esencial a causa de este sesgo. Por lo tanto, su obsesión por el clericalismo es de hecho un desafío a la autoridad –aunque no a la suya…

El pecado de la doctrina “utilizada como piedra para arrojar” tiene por objeto un uso abusivo de la autoridad, según Francisco, porque carece de “misericordia”, algo que evidentemente puede suceder. Pero más allá de eso, su objetivo es la doctrina como referencia que lucha contra las desviaciones que se oponen a la Revelación. Para el Papa, es una falta de misericordia, es “lanzar piedras”.

En cuanto al pecado contra los migrantes, recientemente ha tomado un cariz cada vez más agudo, hasta el punto de afirmar que regresar a los migrantes a su lugar de origen es un pecado grave. Esto solo sería posible en caso de peligro grave para la vida del migrante. Además, el poder político sigue siendo el juez de lo que una sociedad puede admitir o tolerar en términos de flujos migratorios.

Pero el que parece más extraño es el último: el pecado contra la sinodalidad o contra la falta de escucha, de comunión y de participación de todos.

Cabe recordar que el pecado, en su generalidad, es alejarse de Dios y volverse hacia las criaturas (aversio a Deo et conversio ad creaturas). Hay, pues, pecado desde el momento en que nuestra alma, cautivada por tal o cual criatura –comida, dinero, poder, lujuria, etc.– se deleita en ella hasta el punto de preferirla a Dios: este es el pecado grave.

Intentemos imaginar un pecado grave contra la sinodalidad. Habría que pensar en un clérigo o incluso en un fiel que, ejerciendo una determinada autoridad –porque sin ella es difícil prever la falta de participación– se niega sistemáticamente a aceptar consejos y dirige la sección a su cargo de forma muy individual. ¿Se trata de un pecado grave?

¿Deberíamos ir más allá y hablar de tiranía? Sin embargo, hay que recordar que las leyes canónicas regulan el ejercicio de la autoridad en la Iglesia, que puede así regularse en caso de violación de estas normas. Una tiranía no es realmente posible, excepto quizás a la cabeza de la Iglesia; por otra parte, el ejercicio de la autoridad por parte de Francisco ha sido descrito como tiranía más de una vez.

Entonces, ¿qué pensar? ¿Deberíamos ver esto como una acusación contra los obispos –y posiblemente los sacerdotes– que defienden el poder episcopal y se niegan a verlo diluido en el “sacerdocio común” de los fieles? ¿Deberíamos considerar esto como una “mina” preparada contra los participantes de la asamblea sinodal que quisieran rechazar lo que astutamente se está preparando en este sínodo?

¿Debemos anticipar un próximo pecado “contra la democracia en la Iglesia”, que no sería más que una negación de la estructura jerárquica que Cristo quiso para la sociedad sobrenatural que fundó? Pero además, ¿este pecado contra la sinodalidad no tiene ya este regusto? Claro que lo tiene. Y probablemente por eso está en la lista.

Conclusión

Estos siete nuevos pecados capitales, algunos de los cuales cubren más o menos pecados que siempre han sido considerados como tales, son uno de los elementos del manifiesto de un Papa -y de quienes lo sucederán- para una nueva definición de la Iglesia, que se está poniendo en marcha gradualmente, especialmente a través del sínodo, completando así la realización del Concilio Vaticano II.

Es de esperar que un número suficiente de participantes, que no han ocultado su oposición en algunos puntos, sepan no luchar contra su culpa acusándose de pecado contra la sinodalidad y se opongan a ello durante la asamblea sinodal. Pero debemos recordar que Francisco tendrá la última palabra con la exhortación postsinodal...