Los peligros de una Iglesia sinodal denunciados por un canonista (1)

Fuente: FSSPX Actualidad

Mientras se prepara activamente el sínodo sobre la sinodalidad, que se celebrará en Roma el próximo octubre, conviene hablar sobre el libro recién publicado por Carlo Fantappiè, titulado Metamorfosi della sinodalità. Dal Vaticano II a papa Francesco [Metamorfosis de la Sinodalidad. De Vaticano II al Papa Francisco], Marcianum Press, febrero de 2023.

El autor es profesor de derecho canónico en la Universidad de Roma III y en la Universidad Gregoriana, miembro de la Escuela de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales; ha escrito varias obras sobre la historia de la Iglesia, desde el punto de vista del derecho. En su sitio web Settimo Cielo, el 17 de febrero de 2023, el vaticanista Sandro Magister escribe:

"Según el profesor Fantappiè, no hay duda de que Francisco tiene en mente 'un nuevo modelo de Iglesia'. Tras el modelo gregoriano, el modelo tridentino, el modelo jurídico-funcional, el del pueblo de Dios, está surgiendo el modelo de una Iglesia sinodal". Sin embargo, es difícil entender con precisión de qué se trata, dado que este modelo está sujeto a continuas variaciones por parte del mismo Papa 'casi mes a mes'".

Sin embargo, "me parece entender, escribe Fantappiè, que el Papa Francisco se propone constituir un eje preferencial y permanente entre la sinodalidad y el sínodo de los obispos", hasta el punto, quizás, de "realizar la transición de una Iglesia jerárquica a una Iglesia sinodal" -en estado de sínodo permanente-, y por tanto modificar la estructura de gobierno dando la espalda a un milenio de historia de la Iglesia fundada sobre el Papa, la curia romana y el Colegio cardenalicio".

El académico italiano expone los "cinco grandes riesgos" que identifica en esta nueva sinodalidad, tal como se perfila hoy.

El primer riesgo, en su opinión, es que la sinodalidad acabe convirtiéndose en "un criterio normativo supremo del gobierno permanente de la Iglesia", superior tanto a la colegialidad episcopal como a la autoridad primada del Papa. Esto equivaldría ni más ni menos a volver a la "vía conciliarista" de Constanza y Basilea de la primera mitad del siglo XV, que supuso un verdadero "trastorno del equilibrio constitucional de la Iglesia".

Tendríamos con ello una "Iglesia de asambleas" y, por lo tanto, "ingobernable y débil, expuesta a condicionamientos por parte del poder político, económico y mediático", sobre lo cual "la historia de las Iglesias Reformadas y de las Iglesias Congregacionales tiene algo que enseñarnos".

El segundo peligro, escribe Fantappiè, reside en "una visión idealista y romántica de la sinodalidad", que no toma en serio "la realidad de las disensiones y del conflicto en la vida de la Iglesia" y que, por tanto, se niega a prever normas y prácticas adecuadas para gestionar.

Un tercer riesgo consiste en "una visión plástica, general e indeterminada de la sinodalidad". Precisamente porque sin una configuración conceptual precisa, "el término 'sinodalidad' corre ahora el riesgo de convertirse, según los casos, en una consigna (término impropio del que se abusa para designar la renovación de la Iglesia), en un estribillo (una cantinela que se repite en cada ocasión, casi como un efecto de moda) o un mantra (una invocación mágica capaz de curar todos los males de la Iglesia)".

Lo que falta, escribe Fantappiè, es "un criterio para poder distinguir y diferenciar lo que es 'sinodal' de lo que no lo es". De modo que "la nueva sinodalidad corre el riesgo de reducirse a reuniones, asambleas y coloquios en diferentes niveles de la organización eclesial", muy similares, en cuanto a su organización y sus modalidades, "a los sínodos nacionales que tuvieron lugar a principios de la década de 1970 en diferentes países europeos, que terminaron en un fracaso general".

Estos sínodos fueron "una especie de transposición en la vida de la Iglesia del movimiento de asambleas que se afirmó después de 1968 en ciertos círculos de las sociedades democráticas occidentales y que estaba cimentado en el principio de que la 'base' debería participar directamente en los procesos de toma de decisiones".

El cuarto riesgo, identificado por Fantappiè, está "en la prevalencia del modelo sociológico más que teológico-canónico del proceso sinodal". El documento de la Comisión Teológica Internacional sobre la Sinodalidad [La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, 5 de mayo de 2018. NDLR] "ya utiliza una terminología típicamente sociológica ("estructuras" y "procesos eclesiales") en lugar de legal o canónica ("instituciones" y "procedimientos").

"Pero esta desviación parece aún más marcada si leemos el Vademécum para el Sínodo sobre la Sinodalidad [septiembre de 2021] puesto a disposición por la secretaría general del sínodo de los obispos", donde se trata de un "liderazgo colaborativo y ya no vertical ni clerical, sino horizontal y cooperativo" formulado por la subsecretaria del Sínodo de los Obispos, Sor Nathalie Becquart.

"A la luz de estas referencias -observa Fantappiè- se podría suponer que, de manera más o menos oculta, detrás del proceso sinodal, se intenta reinterpretar el oficio eclesiástico de los obispos, sacerdotes u otros colaboradores como una función de animación pastoral más que un ministerio sagrado, al que estarían reservados ciertos roles institucionales bien definidos".

Una quinta y última ambigüedad a eliminar, escribe Fantappiè, es precisamente "la identificación del concepto de sinodalidad con la dimensión pastoral". Cuando el programa de la nueva sinodalidad se inscribe "en la tríada Comunión, Participación, Misión" [trilogía expuesta en el Vademécum de septiembre de 2021. NDLR], se le encomienda un papel desproporcionado hasta el punto de que "su realización puede solo surgir de la utopía". 

Después de enumerar estos cinco riesgos del llamado "remedio" sinodal, al que muchos atribuyen la capacidad de "remediar todos los males de la Iglesia", el profesor Fantappiè sugiere tres "precauciones de uso": el primero es restablecer para la sinodalidad "límites precisos en el marco de su implementación"; el segundo sería "evitar la confusión entre sinodalidad y democratización".

La tercera precaución, la más indispensable de todas: "impedir que la nueva sinodalidad modifique los equilibrios de la constitución divina de la Iglesia". Y explica: "Aunque solo sea apoyada por minorías dentro de la Iglesia, no se debe subestimar el peligro que resulta de una visión desacralizadora de la Iglesia que más o menos conscientemente querría modelarse sobre una comunidad democrática plenamente inserta en el contexto de las formas modernas del gobierno representativo.

"Es por esta razón que los proponentes de tal visión de la sinodalidad tienden a cuestionar la estructura jerárquica y clerical, a reducir el papel de la doctrina de la fe y del derecho divino, a descuidar la centralidad de la Eucaristía y a diseñar la organización eclesial sobre el modelo congregacional (una Iglesia de Iglesias). -Se comprende mejor aquí la saña y aversión de la Roma actual contra un supuesto "clericalismo" y su tenaz deseo de promover una pastoral misericordiosa y no dogmática.

Continuará...