Mes del Sagrado Corazón - Corazón de Jesús, templo santo de Dios

Fuente: FSSPX Actualidad

El Corazón de Jesús cumplió su promesa; se convirtió en el compañero de nuestro exilio. "Venid a Mí", nos dice, y Él nos guiará tras sus pasos, y, en cada página del Evangelio, Él aligera nuestras cargas, levanta nuestro yugo: a tal grado que los desesperados, los agobiados reunidos en torno suyo, no sólo son proclamados socorridos, ¡sino que los llama bienaventurados!

"Bienaventurados los que lloran, los que sufren, bienaventurados los perseguidos, bienaventurados los pobres... porque serán consolados, saciados, recibidos como reyes triunfantes... ¡Bienaventurados!"

Sin importar lo corta que pueda ser la vida, porque la vida es corta, la palabra del Corazón de Jesús se realiza desde este mundo: si se pudiera dividir a las almas según las que hayan, o no, comprendido su invitación, veríamos el abismo que las separa: en un lado la consolación, la resignación, la esperanza, la paz; en el otro la angustia, la preocupación, los irritantes por qués, la confusión, el miedo...

Pobres agobiados, ¿por qué no acuden todos al Corazón de Jesús? ¿Acaso tienen miedo de su primer precepto? ¿Del primer paso para entrar en el templo de la consolación y de la paz?... "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad..."

Al someternos a la voluntad de Dios, ya estamos siendo aliviados, estamos levantando el yugo voluntario; aligerando la carga de las fatigas de la lucha; cantando "Gloria a Dios" al reconocer, a pesar de las oscuridades, las repugnancias, las incertidumbres, que sólo Él sabe lo que nos conviene; es recibir de su mano la carga que nos es necesaria: así el alma generosa y confiada dice: "¡Gloria a Dios!"; el cielo responde "¡Paz! ¡Paz!", y esa alma ya es bienaventurada.

Y. d’Isné, El Corazón de Jesús en el Evangelio