Ni cismáticos ni excomulgados (10)

Fuente: FSSPX Actualidad

El sitio FSSPX.Actualidad reproduce un artículo de 1988 que, al ser difícil de encontrar, merece una nueva presentación. El texto recoge la constatación de la crisis de la Iglesia y su gravedad, que obliga a los fieles a elegir entre su fe y la obediencia a las nuevas orientaciones eclesiales.

[El artículo anterior abordó el estado y el derecho de necesidad, que consta de cinco puntos, el primero de los cuales, que realmente existe un estado de necesidad, ya se ha tratado. Este artículo aborda el segundo].

Estado y derecho de necesidad

2) Se han agotado todas las vías ordinarias

Para remediar el estado de necesidad de sus fieles, Monseñor Lefebvre fundó por sus propios medios una fraternidad sacerdotal que garantiza a las almas la sana doctrina y los sacramentos según el rito tradicional de la Iglesia Católica. 

No solo eso; en ningún momento ha dejado de recordar, incluso públicamente a otros miembros de la jerarquía católica, a imitación del ejemplo de San Pablo, las obligaciones que tienen para con la "verdad del Evangelio" y para con las almas, exponiéndose con ello a la hostilidad de sus compañeros del episcopado, sobre todo de los prelados franceses y del propio Pablo VI.

Para remediar el estado de necesidad de los llamados al sacerdocio, Su Excelencia monseñor Lefebvre fundó, en respuesta a insistentes demandas, el seminario de Ecône. 

Cuando dicho seminario, válido y floreciente en medio del  desplome en el número de vocaciones sacerdotales y de seminarios, fue cerrado mediante medidas ilícitas e inválidas1, su fundador, viendo impedida de autoridad toda vía para pedir justicia, ordenó de todos modos a los primeros sacerdotes exponiéndose a incurrir en la suspensión a divinis. 

Desde hace doce años se le niega toda rehabilitación, y no se le ha concedido la más elemental justicia. Tras el "colmo" ecuménico sin precedentes de lo de Asís, monseñor Lefebvre anunció que, por lo avanzado de su edad, se veía obligado a ordenar obispos auxiliares que garanticen la ordenación sacerdotal de los 300 seminaristas que preparan para el sacerdocio en las diversas casas de la Fraternidad. 

En ese momento, se le deja entrever la posibilidad de proceder a la consagración con un mandato pontificio regular sin necesidad de avenirse a componendas doctrinales.

Sin embargo, monseñor Lefebvre no tardó en constatar que la promesa de un mandato pontificio regular, verbal e imprecisa en todo caso, era un señuelo para llevarlo a hacer concesiones. 

En la propia Nota informativa emitida por la Sala de Prensa vaticana el 16 de junio de 1988, se lee que en el protocolo "destinado a servir de base" para la "reconciliación", monseñor Lefebvre y su Fraternidad se comprometían a "a mantener una actitud de estudio y comunicación con la Sede Apostólica, evitando toda polémica con relación a los temas enseñados por el Concilio Vaticano II o a las reformas posteriores que parecen difíciles de conciliar con la Tradición". Obviamente era un pacto de silencio.

Una amarga experiencia de más de dos décadas ha demostrado que toda "actitud de estudio y comunicación" con la Santa Sede es totalmente inútil: el único resultado previsible del acuerdo era el silencio de la única voz autorizada e incómoda que se alzaba en la autodemolición general de la Iglesia. 

Cuando más tarde se pidió a monseñor Lefebvre que pidiera por escrito perdón al Papa por errores que nunca había cometido, se vio que la tentativa que se había iniciado con la promesa de respetar el carisma propio de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X estaba claramente construida sobre un equívoco, como confesó el propio cardenal Gagnon a Avvenire el 17 de junio de 1988: 

"Siempre hablamos de reconciliación, mientras que monseñor Lefebvre habla siempre de reconocimiento. La diferencia no es banal. La reconciliación presupone un esfuerzo por ambas partes, que se reconozcan errores cometidos. Monseñor Lefebvre solo quiere que se declare que él siempre ha tenido razón, y esto no es posible2".

No. Su Excelencia monseñor Lefebvre no quiere que se declare que él siempre ha tenido razón: lo demuestra el texto del "protocolo". Quiere simplemente que no se le pida que reconozca "errores" no cometidos, ya que ello equivaldría a anular la batalla que ha librado por la Fe en estos últimos años. Batalla que, si hubiera que concluirla con una retractación, sería como si nunca hubiera comenzado. 

En este punto más que nada se veía la imposibilidad de "colaborar" con una jerarquía cuya pertinaz orientación terminaría tarde o temprano por pedir a monseñor Lefebvre y a su Fraternidad concesiones, transacciones y, como mínimo, silencios cómplices.

Entonces Su Excelencia monseñor Lefebvre escribió a Su Santidad Juan Pablo II: «No ha llegado el momento de una colaboración franca y eficaz (…) Continuaremos rezando para que la Roma moderna, infestada de modernismo, vuelva a ser la Roma católica y reencuentre su Tradición dos veces milenaria. Entonces, el problema de la reconciliación ya no tendrá razón de ser».

Entretanto, vista la imposibilidad de obtener un mandato pontificio regular sin ceder en su postura, no queda otra alternativa que proceder con las ordenaciones episcopales haciendo uso del derecho a soslayar las normas que se funda en el estado de necesidad. 

Atenerse a la norma disciplinaria que regula la jurisdicción de orden de los obispos supondría, en el actual estado de necesidad para las almas y para los futuros sacerdotes, sacrificar la salus animarum en aras de una norma disciplinaria eclesiástica, con lo que se invertiría el orden debido; porque la disciplina está ordenada a la salud de las almas, y no la salud de las almas a la disciplina. 

Es lo que enseñó Jesús contra el formalismo de los fariseos: el sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado3.

Parece, pues, totalmente infundada la declaración divulgada por la Sala de Prensa vaticana de que la necesidad «la creó monseñor Lefebvre»: el estado de necesidad en que se encuentran las almas y los candidatos al sacerdocio no lo ha originado desde luego Su Excelencia monseñor Lefebvre. La necesidad de ejercer la potestad  de orden prescindiendo de las normas ordinarias, que lo regulan por el bien de la Iglesia, la han creado quienes han creído poder aprovecharse del estado de necesidad en que ha puesto la edad a monseñor Lefebvre para que haga concesiones.

  • 1

    cf. Sí si no no a.I nº9 p.4

  • 2

    En un reportaje de F.R. 3 emitido en la red regional, Jacques Devron entrevista al cardenal, que responde: "Todo va bien. Vemos cosas muy edificantes por todas partes, excelentes. Tratamos de ir a todas partes, de ver las obras que se están realizando. Vemos que se está haciendo mucho... No se puede pedir una bienvenida más cálida. Siempre se habla del Papa, del amor que se le tiene al Papa y a la Iglesia". Se ve que, según el propio cardenal, no es solo Monseñor Lefebvre, sino todos los "tradicionalistas" los que deseaban ser plenamente reconocidos.

  • 3

    Mc.2,27