Ni cismáticos ni excomulgados (2)

El Papa Pablo VI
El sitio FSSPX.Actualidad reproduce un artículo de 1988 que, al ser difícil de encontrar, merece una nueva presentación. Ante la gravedad de la crisis de la Iglesia, que obliga a los fieles a elegir entre su fe y su obediencia a las nuevas orientaciones eclesiales, ellos eligen la fe y la unión con el verdadero Jefe de la Iglesia, Cristo.
La elección del "sensus fidei "
En el aparente conflicto entre "obediencia" y verdad, los católicos mejor informados han optado por la verdad afirmados en la certeza que les brinda su sensus fidei de que solamente la verdad garantiza la unidad con el Jefe invisible de la Iglesia de Cristo.
Etiquetados por tanto, como tradicionalistas, e incapaces por consiguiente de distinguir entre Tradición divina y tradición humana, entre cuánto hay de mudable y cuánto de irreformable en la Iglesia, entre la evolución homogénea y la evolución heterogénea del dogma; calificados de desobedientes, y hoy también de excomulgados y cismáticos, les parece que eso no se corresponde con la realidad.
Saben que no son cismáticos, es decir, "volentes per se Ecclesiam constituere singularem"1; en realidad, no quieren constituir una iglesia por su cuenta; todo lo contrario: si se resisten a la actual orientación eclesial es precisamente porque no quieren abandonar la única Iglesia de Cristo.
Ninguno de ellos "se niega a actuar como parte de un todo que quiera pensar, predicar, actuar y vivir no en la Iglesia y según la Iglesia, sino como un ser autónomo que determine por sí mismo la ley de su pensamiento, su oración y su obrar"2;
Al contrario, precisamente para seguir pensando, predicando y actuando «en la Iglesia y según la Iglesia» se resisten a seguir el nuevo rumbo de la Iglesia en la medida en que éste tiende a alejarlos en la doctrina o en la práctica de la Fe custodiada y transmitida por la Iglesia.
Y tampoco se niegan subesse capiti, es decir, a someterse a la Cabeza de la Iglesia (que sería otra forma de ser cismáticos3; al contrario, precisamente para seguir sometidos a la Cabeza invisible de la Iglesia resisten la orientación actual (querida, promovida o permitida, es lo de menos, por el Papa), deseando incesantemente, a pesar de haber sufrido numerosas decepciones, se restablezca cuanto antes la sintonía con la jerarquía actual y, sobre todo, con el Vicario de Cristo sin llegar a ceder para ello en un solo punto de doctrina.
Un equívoco
El aparente conflicto entre obediencia y verdad se basa no obstante, en realidad, en un equívoco.
Equívoco que consiste en identificar erróneamente la obediencia debida a la jerarquía con la adhesión a orientaciones impuestas por miembros de ésta contra el Magisterio precedente de la Iglesia. Por ejemplo, el liberalismo y el ecumenismo, que inspiran el nuevo rumbo de la Iglesia, y contra los cuales se dirige la resistencia de los llamados "tradicionalistas".
El liberalismo, que «defiende la libertad civil de todo culto, no como una condición desordenada de la sociedad, sino conforme a la razón y al espíritu evangélico» ha sido condenado repetidamente por la Iglesia mediante el Magisterio de una larga serie de pontífices, en particular Gregorio XVI: Mirari vos (Dz. 1613-6), Pío IX: Quanta cura (Dz.1689 ss.) y el Syllabus (Dz. 1724-1755) León XIII: Immortale Dei (Dz. 1867), Libertas (Dz. 1932), etc.
En De Revelatione, el P. Garrigou-Lagrange añade: «Esto lo enseñaron siempre los sumos pontífices, por ejemplo Bonifacio VIII en la bula Unam sanctam (Dz 469), Martín V en su condena de los errores de Juan Huss y Wicleff (Dz 640-82); también León X al condenar ex cáthedra los errores de Lutero..."
De ahí que en 1967 el P. Matteo da Casola, en su Compendio de derecho canónico (Editorial Marieti, Turín) enumerara entre los cismáticos, que niegan la autoridad del Romano Pontífice en alguna cuestión concreta, a los «católicos liberales» y a «quienes admiten el sistema político del liberalismo puro, que enseña la independencia plena y absoluta del Estado con respecto a la Iglesia» (p.1320). Síguese de ahí que la declaración sobre la libertad religiosa (Dignitatis humanae), que se continúa queriendo imponer a los católicos, fue redactada por 'cismáticos'.
No entramos en la cuestión. Nos limitaremos a señalar que un breve vistazo a los documentos pontificios de los últimos 150 años basta para convencer a cualquiera de que la nueva orientación eclesial es obra de una antigua corriente que desde hace mucho se empeña en desobedecer al Magisterio4
Corriente que, acallada con medios más o menos correctos, la oposición en el Concilio e instalada en posiciones de autoridad durante el postconcilio, exigen actualmente obediencia a las propias orientaciones personales contra todo el Magisterio precedente de la Iglesia.
También el ecumenismo irenista5, de origen protestante, que inspiró todos los textos equívocos e inaceptables del Concilio, y el propio expolio litúrgico perpetrado por Pablo VI; el mismo ecumenismo que impuso e impone a los católicos las opciones más numerosas y más graves ha sido objeto de repetidas condenas por la Iglesia; especialmente por el Magisterio de León XIII (Testem benevolentiae, Satis cognitum), de San Pío X (Singulari quadam), Pío XI (Mortalium animos) y Pío XII (Humani generis).
No nos extenderemos sobre el tema. Lo hemos denunciado y documentado constantemente en las páginas de este boletín.
Pío XI escribió en Mortalium animos: «¿Cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe?», y: «Claramente se ve que ni la Sede Apostólica puede en manera alguna tener parte en dichos congresos [ecuménicos] (…) y si lo hiciesen, darían autoridad a una falsa religión cristiana, totalmente ajena a la única y verdadera Iglesia de Cristo.»
«¿Habremos Nos de sufrir -prosigue el Papa- que la verdad revelada por Dios se rindiese y entrase en transacciones? Sería claramente inicuo. De lo que se trata es de defender la verdad revelada». Prueba de ello es el dilema entre la verdad y una supuesta obediencia que viven hoy tantos católicos.
Por lo que se refiere al "diálogo" con tantos errantes y errores, se trata de un invención de la exclusiva autoría de Pablo VI que no tiene el menor precedente en los dos mil años de historia de la Iglesia6.
Pues bien, el católico tiene el deber de estar en comunión con el sucesor de San Pedro en lo que respecta a los deberes del oficio petrino, es decir, en tanto que custodia, transmite e interpreta fielmente el depósito de la Fe, pero no tiene la menor obligación de estar en comunión con las "adiventiones" (opiniones, pareceres y orientaciones personales) del sucesor de San Pedro.
Es más, cuando dichas orientaciones entran en conflicto con la pureza e integridad de la Fe, la fidelidad a Cristo exige resistir a quienquiera que desee en modo alguno imponerlas, discerniendo claramente entre la obediencia debida a la autoridad y la adhesión a las opiniones, pareceres y orientaciones personales de quienes ejercen la autoridad.
Y como el mencionado equívoco es frecuentemente aprovechado con miras a crear una mala conciencia entre los "tradicionalistas", es más necesario que nunca tener claras las ideas sobre el Papado y sus funciones en la Iglesia.
- 1
Santo Tomás, en IV Sent., dist. XIII q.II a 1 ad 2.
- 2
Cayetano en II, II q. 39 a 1 n 2
- 3
S. Th. II II q.39 a 1
- 4
cf. E.E.Y. Hayes, La Chiesa cattolica nel mondo contemporaneo, Ed. Paoline 1961
- 5
Instrucción sobre el movimiento ecuménico del 20.12.1949 de Pío XII: «Debe evitarse que, en un espíritu que hoy se llama irénico, la doctrina católica, ya sea dogma o verdades conexas, sea ella misma, por un estudio comparado y un vano deseo de asimilación progresiva de los diferentes credos, asimilada o acomodada de alguna manera a las doctrinas de los disidentes, hasta el punto de que la pureza de la doctrina católica tenga que sufrir o que su verdadero y cierto sentido se vea oscurecido».
- 6
Ver Romano Amerio, op. cit., cap. XVI Le dialogue.
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Fuente: Courrier de Rome/Sì sì no no – FSSPX.Actualités
Imagen: Nationaal Archief, Domaine public