Ni cismáticos ni excomulgados (4)

Fuente: FSSPX Actualidad

Concilio Vaticano I

El sitio FSSPX.Actualidad reproduce un artículo de 1988 que, al ser difícil de encontrar, merece una nueva presentación. El texto recoge la constatación de la crisis de la Iglesia y su gravedad, que obliga a los fieles a elegir entre su fe y la obediencia a las nuevas orientaciones eclesiales.

Unidad de fe y unidad de comunión

¿Cuál es, pues, la función del Papa en la Iglesia? El Concilio Vaticano I enseña: «Para que la universal muchedumbre de los creyentes se conservara en la unidad de la fe y de la comunión (in fidei et communionis unitate), [Jesús antepuso] al bienaventurado Pedro a los demás Apóstoles1». 

Por su parte León XIII en Satis cognitum, que trata expresamente de la unidad de la Iglesia, escribe: "Como el Autor divino de la Iglesia hubiera decretado que fuera una por la fe, por el gobierno y por la comunión, escogió a Pedro y a sus sucesores para que en ellos estuviera el principio y como el centro de la unidad"2.

Por consiguiente, el cometido de Pedro en la Iglesia consiste en garantizar "la unidad de la fe y de la comunión" entre la multitud de los creyentes, y también la "unidad de gobierno" entre los pastores. Ahora bien, ¿cuál es la relación en la Iglesia entre unidad de fe y unidad de comunión, entre unidad de fe y unidad de gobierno? 

"El que la fundó única, la fundó también una (…) –escribe León XIII en Satis cognitumEl necesario fundamento de tan grande y absoluta concordia entre los hombres es el acuerdo y unión de las inteligencias, de donde naturalmente se engendra la conspiración de las voluntades y la semejanza de las acciones. Por esto, según su plan divino, Jesús quiso que la unidad de la fe existiese en su Iglesia; pues la fe es el primero de todos los vínculos que unen al hombre con Dios, y a ella es a la que debemos el nombre de fieles". Pío XI se hace eco de estas palabras en Mortalium animos:

«Siendo, pues, la fe íntegra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe».

Como vemos, unidad de fe y unidad de comunión, unidad de fe y unidad de gobierno, son inseparables en la Iglesia, y la unidad de fe es el cimiento imprescindible de la unidad tanto de comunión como de gobierno. De donde se desprende que en la Iglesia nadie tiene derecho a exigir una unidad de comunión o de gobierno que prescinda de la unidad de fe. Y si hoy en día los católicos suficientemente informados se sienten continuamente obligados a elegir entre unidad de fe con la Iglesia y una supuesta "unidad de comunión" con la jerarquía actual, si los obispos (lo digan o no lo digan, se avienen en mayor o menor medida a componendas, es lo de menos) se ven en la práctica obligados a elegir constantemente entre unidad de fe con la Iglesia y una supuesta "unidad de gobierno" con la autoridad superior, es precisamente porque se les pide una unidad de comunión y de gobierno que no está fundada en la unidad de fe, sino en una adhesión a perspectivas "personales" más o menos erróneas.

De la necesaria relación entre unidad de fe y unidad de comunión se desprende también que la comunión con la jerarquía de hoy no puede ni debe apartarme de la comunión con la jerarquía de ayer, porque la de hoy -al igual que la de ayer- tiene el deber de custodiar, transmitir inalterado e interpretar fielmente el mismo depósito de la Fe. 

Quien durante el pontificado de Montini acusó a los tradicionalistas de desobedecer «al Papa de hoy en nombre de la obediencia a los Papas de ayer», como buen modernista que era no estaba en condiciones de sopesar la gravedad de su afirmación.

La comunión con el Papa supone necesariamente comunión con la verdad, y como tal, comunión con todos los Papas, de ayer y de hoy, aun en el desarrollo legítimo del dogma, que procede por explicitación y no por contradicción. 

Cuando se impone la necesidad de elegir entre la comunión con los Papas de ayer y la comunión con el Papa de hoy, ello es síntoma de que algo anda mal en la Iglesia. Es señal de que la "persona" del Pontífice (o de quien en su lugar) interfiere indebidamente en sus "funciones" de Papa. 

Y como un católico no puede ni debe estar en comunión con un Honorio I, que favoreció la herejía monotelista3, tampoco puede ni debe estar en comunión con un Montini, que favorece el modernismo, el liberalismo y el ecumenismo condenados por sus predecesores y se inventa un diálogo que es la negación del dogma «extra Ecclesiam nulla salus», pretendiendo abusivamente orientar a toda la Iglesia según sus deformadas y deformantes opiniones, exclusivamente  personales.

  • 1

    Dz. 1821

  • 2

    Dz. 1860

  • 3

    El monotelismo afirmaba que solo había un único deseo en Jesucristo. Fue condenado en el año 681 por el III Concilio Ecuménico de Constantinopla.