Nicaragua: la Iglesia en medio de la tormenta ocasionada por la guerra civil

Fuente: FSSPX Actualidad

La catedral de León (Nicaragua) fue atacada durante la Misa del domingo de la Santísima Trinidad, por los partidarios del presidente de la República, Daniel Ortega, que reprochan a la Iglesia su actitud ante la crisis que sacude al país.

El Padre Víctor Morales, portavoz de la catedral, proporcionó a Vatican News un informe detallado de los eventos que tuvieron lugar el 16 de junio de 2019: un grupo de civiles, simpatizantes de Daniel Ortega, se reunieron a las afueras de la catedral durante la misa del domingo, y luego comenzaron a arrojar piedras a los fieles que salían de la misa.

Varias personas resultaron heridas, en una atmósfera de caos y gran tensión que llegó hasta el interior del santuario. El obispo de León, Monseñor Bosco Vivas Robelo, tuvo que llamar a la policía para que los feligreses pudieran abandonar la iglesia y llegar a sus hogares de manera segura.

Varios testigos informaron de la presencia de numerosos policías en los alrededores, que habrían presenciado el ataque sin intervenir. El violento ataque ha sido confirmado por los medios locales y por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Ese mismo día, las principales rutas de acceso a la catedral de Managua, la capital, fueron ocupadas por agentes antidisturbios y fuerzas especiales de la policía, antes de la misa celebrada en acción de gracias por la liberación de 56 presos políticos que fueron puestos en libertad el 11 de junio de 2019.

La oposición acusa a Daniel Ortega, y a su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, de haber establecido una dictadura nepotista y corrupta, mientras que estos últimos ven en sus oponentes a los agentes de una desestabilización llevada a cabo con la complicidad de la Iglesia católica y de Washington.

Hay que reconocer, sin embargo, que la actitud de los hombres de Iglesia en Nicaragua, al menos algunos de ellos, es más parecida a una oposición política que a un ministerio eclesiástico, y algunos reproches del gobierno no son infundados. No obstante, atacar una iglesia y a los fieles que se encuentran dentro de ella es un ataque injusto a la dignidad de los lugares.