Noreste de la India: tensiones mortales entre hindúes y cristianos

Fuente: FSSPX Actualidad

Monseñor Linus Neli, arzobispo de Imphal, capital del estado de Manipur

El estado de Manipur (India) decretó un toque de queda, mientras las rivalidades religiosas y étnicas enfrentan a hindúes y cristianos en un contexto de creciente inmigración procedente del vecino Myanmar, donde las poblaciones cristianas huyen de la guerra civil que desangra a su país.

Hablando de Nigeria, este sitio mencionó recientemente el factor étnico como una de las razones de la violencia que suele afectar más a los cristianos. Un contexto similar se observa en Manipur, estado fronterizo con Myanmar, un país desgarrado por una sangrienta guerra civil pero también un verdadero paraíso para el narcotráfico.

En esta parte del nordeste de la India, se desarrolla a puerta cerrada un conflicto que enfrenta a los metei, grupo étnico dominante de religión hindú que representa alrededor del 53% de la población local, con los kuki, grupo étnico cristiano conformado por el 41% de los 3.2 millones de habitantes de Manipur.

Esta rivalidad ancestral ha suscitado un nuevo brote de violencia desde hace un año y medio, desde que un tribunal local, impugnando las ventajas concedidas a la etnia kuki por su condición de minoría, decidió conceder derechos equivalentes a los metei, aunque ya eran favorecidos por su posición dominante.

Aunque el Tribunal Supremo de Nueva Delhi anuló la decisión de los jueces de Manipur, el daño ya estaba hecho: desde mayo de 2023, la violencia ha dejado más de 230 muertos -la mayoría kuki-, 60,000 personas se han visto obligadas a emprender el camino del exilio y más de 300 iglesias han sido quemadas. Los cristianos acusan a los hindúes de querer “borrar las huellas mismas de su existencia”, precisa Ucanews.

El 10 de septiembre de 2024, el gobierno de Manipur, en manos del partido nacionalista hindú, el Bharatiya Janata Party (BJP), impuso un toque de queda general después de que la violencia interétnica provocara de nuevo la muerte de 11 personas. “En lugar de proteger a las comunidades vulnerables y defender el Estado de derecho, las autoridades están echando más leña al fuego al dividir aún más las posiciones”, afirmó Meenakshi Ganguly, subdirectora de Human Rights Watch en Asia.

Cabe decir que el primer ministro de Manipur, N. Biren Singh, no contento con favorecer la posición de su etnia metei, acusa a los kuki de acoger a inmigrantes que huyen de la vecina Myanmar en guerra. Estos inmigrantes pertenecen al grupo étnico cristiano chin, que comparte fuertes vínculos étnicos con los kuki.

"La policía fronteriza ha sido alertada de que se están realizando operaciones de búsqueda", dijo Kuldiep Singh, asesor de seguridad de Manipur, añadiendo que los distritos montañosos, hogar de las tribus kuki, están bajo vigilancia reforzada por parte de las fuerzas militares federales.

Hay que añadir otro ingrediente: el opio y las metanfetaminas, de las que el vecino Myanmar se ha convertido en uno de los principales países productores del mundo. Con el objetivo de financiar la guerra, los grupos armados –desde el ejército regular birmano hasta los secesionistas chin vinculados a los kuki– se dedican con total impunidad al tráfico de drogas, lo que preocupa cada vez más a sus vecinos, y cuyos efectos colaterales se hacen sentir en Occidente, en los suburbios franceses, por mencionar solo un caso.

Asimismo, el 17 de septiembre, Amit Shah, ministro federal del Interior, declaró durante una conferencia de prensa en la capital india que se ha preparado una “hoja de ruta para la paz”. "Estamos hablando tanto con los kuki como con los metei y controlaremos la situación", afirmó el ministro.

"Si alguien puede resolver esta crisis, es el gobierno federal", dijo a Ucanews un alto funcionario de la jerarquía católica. Y declaró, bajo anonimato, su “escepticismo” sobre el futuro. “La situación podría haber sido diferente si se hubieran tomado medidas proactivas en mayo de 2023”.

Queda una certeza: los cristianos de Manipur no han terminado de pagar el precio de los conflictos que entrelazan geopolítica, religión y rivalidades étnicas.