Origen de la declaración del 21 de noviembre de 1974 de Monseñor Lefebvre (3)

Fuente: FSSPX Actualidad

La declaración de Monseñor Lefebvre del 21 de noviembre de 1974 cumplirá 50 años dentro de unos días. En esta ocasión, nuestro sitio analizará las causas y motivos, próximos o remotos, que pueden explicar la génesis de este texto. El primer artículo abordó la formación del seminarista en Roma, el segundo la vida misionera del sacerdote, y más adelante del obispo en el África negra.

Tras dejar la diócesis de Dakar, monseñor Lefebvre fue destinado a la diócesis de Tulle a petición de los obispos franceses, que lo querían en una diócesis pequeña para evitar su participación en la asamblea de cardenales y arzobispos. Habían sido advertidos contra el hombre que apoyaba la Cité catholique, lo que no gustaba a los prelados franceses.

La breve estancia del ex obispo misionero en una diócesis desfavorecida le dio la oportunidad de calibrar el desánimo que sentían los sacerdotes ante la secularización y la desertización progresiva de las parroquias. Confortó, animó y preparó planes, aunque nunca tuvo ocasión de ponerlos en práctica, ya que fue elegido superior general de los espiritanos en julio de 1962.

El Concilio Vaticano II

Antes de dejar África, monseñor Lefevre había sido nombrado miembro de la Comisión Central Preparatoria del Concilio Vaticano II en junio de 1959. Participó en todas sus reuniones hasta junio de 1962. Durante la penúltima sesión, fue testigo de un enfrentamiento entre los cardenales Alfredo Ottaviani y Augustin Bea sobre el tema de la libertad religiosa. Monseñor Lefebvre se mostró profundamente preocupado.

Durante el Concilio, el exalumno del seminario francés descubrió la magnitud del peligro. Se unió a otros obispos para formar el Cœtus internationalis Patrum, con el objetivo de luchar contra las influencias liberales que acabaron triunfando en la asamblea. Su lucha no pudo impedir el triunfo de una teología modernista que impregnó muchos de los textos del Concilio.

En estos textos circulan errores o tendencias erróneas, en particular tres: la colegialidad episcopal entendida en el sentido de un doble poder igual al del Papa, la libertad religiosa que establece una inmunidad para el error religioso, y el ecumenismo que ya no busca la conversión de los que están en el error, sino que se contenta con establecer un diálogo con ellos.

Después del Concilio, monseñor Lefebvre, que era superior general de los espiritanos, tuvo que organizar un capítulo para reformar su congregación, para lo cual había preparado un plan. Pero los capitulares votaron para que abandonara la presidencia de este capítulo extraordinario. Así que, no queriendo colaborar en la destrucción que se estaba gestando, dimitió de su cargo como superior.

El sueño de Dakar

Hacia el final de su vida, monseñor Lefebvre "reveló a sus hijos la visión del futuro" que había tenido en África, y que debía guiarle en una aventura que no había elegido: la fundación de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Así lo escribió él mismo en su libro Itinerario Espiritual:

"Si Dios quiere, en el seno de la Santísima Trinidad, me habrá permitido realizar el sueño que me hizo entrever un día en la catedral de Dakar: ante la degradación progresiva del ideal sacerdotal, transmitir en toda su pureza doctrinal y en toda su caridad misionera el sacerdocio católico de Nuestro Señor Jesucristo, tal como lo transmitió a sus apóstoles y tal como la Iglesia romana lo transmitió hasta mediados del siglo XX. ¿Cómo realizar lo que me parecía entonces la única solución para renovar la Iglesia y la cristiandad?

"Era todavía un sueño, pero en el cual se me presentaba ya la necesidad, no solamente de transmitir el sacerdocio auténtico, no solamente la sana doctrina aprobada por la Iglesia, sino también el espíritu profundo e inmutable del sacerdocio católico y del espíritu cristiano, unido esencialmente a la gran oración de Nuestro Señor que expresa eternamente su sacrificio de la Cruz".

Monseñor Lefebvre siguió así las huellas de los santos obispos y fundadores que quisieron preservar el sacerdocio en diversos momentos de la historia de la Iglesia. La Providencia le había preparado secretamente para ello desde hacía mucho tiempo: a través de su formación romana, su vida misionera, su lucha por la verdad católica en el Concilio y la nueva libertad de la que gozaba, se encontraría en condiciones de realizar el sueño inspirado por la caridad del Corazón de Cristo.

La fundación de la Fraternidad San Pío X

Al recibir la solicitud en varias ocasiones para ayudar a los seminaristas que veían el rápido deterioro de la formación clerical, monseñor Lefebvre cede finalmente y funda un seminario en Friburgo con la aprobación del obispo, François Charrière. Los cursos se impartían en la Universidad Católica de Friburgo. Pronto se dio cuenta de la insuficiencia de esta solución y fundó el seminario de Écône.

Pronto obtuvo de Monseñor Charrière la aprobación de una pia unio, la Fraternidad San Pío X. El éxito sorprendió al propio fundador: llegaban vocaciones de todas partes. Su amor por la romanidad le llevó a fundar una casa cerca de Roma, en Albano, para proporcionar a sus seminaristas el carácter que tanto le había marcado. 

La misa de siempre

Pero pronto iba a surgir una grave situación que tendría consecuencias trascendentales: la reforma litúrgica. Como superior general de los espiritanos, monseñor Lefebvre había asistido a la gestación de la nueva misa, propuesta por el Padre Annibale Bugnini en una asamblea de la Unión Mundial de Superiores Generales, como "misa normativa", y había quedado horrorizado.

A partir de entonces, luchó contra esta protestanización de la misa y se apegó cada vez más a la liturgia tradicional, de la cual conocía los efectos maravillosos que ejercía en las almas. En el sermón que pronunció con motivo de su jubileo sacerdotal, describió estos efectos con gran emoción: "He visto lo que puede hacer la gracia de la santa misa", y citó algunos nombres de almas que habían sido transformadas por ella.

La conspiración de los obispos franceses

Como escribe monseñor Tissier de Mallerais en su biografía sobre monseñor Lefebvre: "Un seminario en el que se seguía celebrando la 'misa en latín', en el que se llevaban sotanas, en el que se seguían reglas muy estrictas, en el que se impartía una formación 'anteconciliar' y al que acudían numerosos candidatos franceses, no podía dejar de preocupar al episcopado francés", que abordó el asunto en su reunión de Lourdes en 1972.

Pronto llevaron sus quejas a Roma, y el cardenal secretario de estado, Jean Villot -de origen francés-, se hizo cargo del asunto. Monseñor Roger Etchegaray, entonces arzobispo de Marsella y presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa, prometió que "en seis meses, Écône cerrará sus puertas". El 4 de mayo de 1974, Monseñor Lefebvre fue recibido por Monseñor Augustin Mayer, secretario de la Congregación de Religiosos.

Los visitadores apostólicos

Mayer, intrigado por la fundación de la casa de Albano, preguntó por la liturgia celebrada en Écône, y se sorprendió y preocupó al saber que la misa tridentina era la única celebrada en el seminario. A partir de ese momento, la máquina se puso en marcha, y el 11 de noviembre de 1974, se realizó una visita apostólica al fundador para investigar en nombre de tres congregaciones romanas.

La visita fue dirigida por Mons. Albert Descamps, secretario de la Comisión Bíblica, y Mons. Guillaume Onclin, secretario adjunto de la Comisión para la Revisión del Código de Derecho Canónico. El biógrafo de Monseñor Lefebvre señala: "Hicieron afirmaciones teológicas aberrantes, consideraban normal la ordenación de personas casadas, no admitían una verdad inmutable y expresaban dudas sobre la realidad física de la Resurrección" ante los seminaristas.

El 21 de noviembre, monseñor Lefebvre fue a Roma para visitar las congregaciones involucradas. Ante las reacciones que recibió, comprendió lo que estaba ocurriendo, y cuando regresó a Albano, "en un acto de indignación", redactó de un tirón la Declaración, de la que ahora se cumplen 50 años.

Si bien el motivo inmediato para escribirla fue la indignante visita realizada al seminario de Écône, el motivo más profundo que le animaba era el mismo amor a la misa, al sacerdocio católico y a la Roma eterna que había sido su guía para fundar la Fraternidad.

Su Declaración expresa toda el alma del sacerdote romano, del misionero africano, del obispo consumido por el celo de la santidad del sacerdocio y del inquebrantable defensor de la realeza de Cristo contra las innovaciones que se abatían sobre la Iglesia como si quisieran engullirla.

"Esta Reforma, por haber surgido del liberalismo y modernismo, está enteramente envenenada. Sale de la herejía y acaba en la herejía, aunque todos sus actos no sean formalmente heréticos. (...) La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, en bien de nuestra salvación, es una negativa categórica a aceptar la Reforma.

"Por eso, sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento alguno, proseguimos nuestra obra de formación sacerdotal a la luz del magisterio de siempre, convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Santa Iglesia católica, al Sumo Pontífice y a las generaciones futuras".