En Pakistán, la blasfemia es un negocio

En una república islámica que castiga las ofensas contra el islam con la pena capital, las redes delictivas han encontrado una oportunidad para extorsionar a sus víctimas, que usan las redes sociales de forma imprudente.
Pakistán suele ser noticia debido a sus estrictas leyes sobre blasfemia contra el islam, un arsenal legislativo que data de la época colonial británica y que se reforzó en la década de 1980 bajo el régimen del general Zia-ul-Haq. En la actualidad, los artículos 295 a 298 del Código Penal pakistaní tipifican como delito cualquier supuesto ataque al Corán, al profeta Mahoma o a los símbolos religiosos del islam.
Sin embargo, este marco legal a menudo favorece los abusos, ya que una simple denuncia es suficiente para iniciar acciones legales, por no hablar de la presión social y religiosa que debilita aún más la posición de los acusados.
A esto hay que añadir que las leyes sobre "blasfemia" contra el islam a menudo se desvían con fines delictivos: hasta la fecha, se han registrado en Pakistán 450 víctimas de acusaciones totalmente inventadas; y no nos engañemos, esto es solo la punta del iceberg del escándalo denunciado por el abogado católico y diputado Khalil Tahir Sandhu ante la agencia de información religiosa de las misiones pontificias.
La agencia Fides informó el 30 de enero de 2025 que las familias de las personas acusadas falsamente de "blasfemia" quieren dar a conocer la injusticia de la que son víctimas mediante la organización de una conferencia de prensa junto con sus abogados, para alertar a las autoridades y a la opinión pública.
La mecánica de los delincuentes está bien engrasada: las víctimas suelen ser jóvenes "engañados" por perfiles de chicas en Meta u otras plataformas similares. A continuación, se invita a las futuras víctimas a chatear en grupos de WhatsApp. A partir de ese momento, la joven (o quienes se hacen pasar por una joven) envía a su interlocutor un mensaje que contiene imágenes o escritos blasfemos.
El joven, que aún no sospecha nada, pide explicaciones: el delincuente, que finge no entender, pide que se le reenvíe el mensaje. Hecho esto, la trampa se cierra, el solicitante bloquea inmediatamente a su víctima y la chantajea por haber compartido contenidos blasfemos en línea.
Los chantajistas pueden contar con la ayuda de una red de organizaciones islamistas muy presentes en la red para rastrear posibles contenidos blasfemos y llevarlos ante la justicia de la República Islámica. Varios jóvenes ya han pagado con su vida su falta de discreción en internet.
"Esta práctica delictiva plantea serias dudas sobre la transparencia de nuestro sistema judicial", explica por su parte Sardar Mushtaq Gill, abogado y fundador de la ONG Legal Evangelical Association Development (LEAD).
Este jurista cristiano denuncia también un "alarmante abuso de las leyes religiosas" que se ha convertido con el tiempo en "una terrible herramienta de extorsión que suscita serias preocupaciones sobre la seguridad y los derechos de cada ciudadano".
Fuentes: Fides/LicasNews – FSSPX.Actualités
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