Paralelismo esclarecedor entre la crisis arriana y la crisis actual

Aldo Maria Valli.
Dos académicos italianos, Aldo Maria Valli y Roberto de Mattei, retomaron el paralelo que el profesor Claudio Pierantoni estableció en 2016 entre la controversia actual sobre Amoris Laetitia y la crisis arriana que sacudió a la Iglesia en el siglo IV.
Aldo Maria Valli: "En el siglo IV, al igual que sucede actualmente, la herejía arriana no se insinuaba tanto a través de declaraciones abiertamente erróneas, sino, más bien, utilizando el arma de la generosidad y la ambigüedad."
Durante una entrevista condedida a Cristiano Lugli, publicada en el sitio web Riscossa cristiana el 16 de abril de 2018, bajo el título "Por qué no podemos callar", el escritor Aldo Maria Valli declaró:
(...) No puedo dejar de notar, con creciente consternación y dolor, un desequilibrio en la predicación de Bergoglio: me refiero a la idea de la misericordia separada de la conversión y el arrepentimiento, como si se hablara de un derecho de la creatura a ser perdonada y un deber de Dios de perdonarla. Francisco no habla del juicio divino y no pierde oportunidad de devaluar la ley divina, como si sólo se tratara de una preocupación de los fariseos. Después de Amoris Laetitia mi perplejidad se ha vuelto todavía más clara y, por tanto, ya no puedo callar. (...)
Por un lado, Vaticano II integró la necesidad de abrir las ventanas de las habitaciones que permanecían muy cerradas, y por el otro, ofreció al modernismo la posibilidad de entrar a la Iglesia, junto con el aire fresco de las tesis heterodoxas que, en esencia, pretenden reemplazar a Dios con el hombre. Por lo tanto, en primer plano, ya no tenemos la ley divina y eterna sino las exigencias del hombre, ya no se trata del juicio del Creador, sino de la psicología de la creatura, ya no existe la libertad cristiana sino el abandono en el liberalismo mundano, ya no existen los mandamientos sino los tecnicismos, el temor de Dios ha desaparecido para dar lugar al reclamo del derecho de la autorrealización, y demás cosas por el estilo. La confrontación con la modernidad, que es necesaria y saludable, se ha transformado en un colapso desastroso. Desde esta perspectiva podríamos decir que el pontificado de Francisco no es tanto la causa de la crisis actual, sino, más bien, el resultado de un proceso iniciado hace más de medio siglo. Pero motus in fine velocior : estamos en presencia de una aceleración que nos deja desconcertados y consternados (...).
Tenemos un magisterio completamente desequilibrado hacia la pastoral en detrimento de la doctrina, pero basado en un malentendido fundamental, porque la práctica pastoral no puede cimentarse en ella misma, sino que debe estar basada en la doctrina. Por tanto, se cede el lugar principal a la palabra "discernimiento", pero formulada de una manera ambigua, como si el discernimiento condujera a justificar el pecado y a faltar el respeto a la ley divina. La superficialidad y ambigüedad dominan la escena, mientras que la famosa reforma de la Curia sigue en curso. Un marco dramático en muchos aspectos, en donde Francisco continúa beneficiándose del consenso de aquellos que están lejos (de la Iglesia), y que se sienten confirmados en esta distancia, mientras que los cercanos observan a su alrededor desconcertados sintiéndose inseguros en la fe. Todo esto también es el resultado de una comunicación papal (particularmente durante entrevistas y conferencias de prensa dadas a bordo de aviones) que, en la mayoría de los casos, no es digna del ministerio petrino y de la potestas docendi. (...)
No es la primera vez que las declaraciones del Magisterio, deliberadamente ambiguas, dan lugar a la coexistencia de interpretaciones distintas y contrastantes, incluso en los puntos centrales del dogma, como en el caso de Amoris laetitia respecto a la indisolubilidad del matrimonio católico y de la Eucaristía. Es un caso similar al del siglo IV, con las controversias trinitarias y cristológicas. En esta época, la herejía generalizada era la herejía arriana, que ponía en duda la divinidad de Jesús. Un investigador al que respeto, el profesor Claudio Pierantoni, ha dicho que la crisis actual, de proporciones terribles, no es menor a la crisis anterior. En el siglo IV, al igual que sucede actualmente, la herejía no se insinuaba tanto a través de declaraciones abiertamente erróneas, sino, más bien, utilizando el arma de la generosidad y la ambigüedad. Esto se puede ver también en Amoris laetitia, donde no se niega abiertamente la indisolubilidad, pero hay una negación sustancial de las consecuencias necesarias que se derivan de ella. Y existe también la evaluación caso por caso, que se presenta como el Caballo de Troya del relativismo (...)

Roberto de Mattei.
Roberto de Mattei: "Hay momentos en los que un católico se ve obligado a elegir entre la cobardía y el heroísmo, entre la apostasía y la santidad."
El 25 de abril de 2018, en su blog Corrispondenza Romana, el historiador Roberto de Mattei escribió:
Los herejes, los arrianos y los semi-arrianos comprendieron que su éxito dependía de dos factores: el primero era permanecer dentro de la Iglesia; el segundo obtener el apoyo de los poderes políticos, es decir, el de Constantino y sus sucesores. Y, de hecho, así fue como sucedió: una crisis sin precedentes, al interior de la Iglesia, que duró más de sesenta años.
Nadie la ha descrito mejor que el Cardenal Newman en su libro Los arrianos del siglo IV (1833), donde éste expone todos los matices doctrinales de la cuestión. Un académico italiano, el profesor Claudio Pierantoni, recientemente presentó un paralelo esclarecedor entre la controversia arriana y el debate actual sobre la Exhortación apostólica Amoris laetitia. Sin embargo, ya en 1973, Monseñor Rudolf Graber (1903-1992), obispo de Ratisbona, evocando la figura de San Atanasio con motivo del 16° centenario de su muerte, comparó la crisis del siglo IV con la que siguió al Concilio Vaticano Segundo.
Un hecho que hay que destacar es que la crisis arriana no se trataba de una disputa doctrinal limitada a un teólogo, ni a un simple conflicto entre obispos donde el Papa debía actuar como arbitro. Era una guerra religiosa en donde todos los cristianos estaban implicados, desde el papa hasta el último de los fieles. Nadie se encerró en un búnker espiritual, nadie miraba por la ventana como simples espectadores silenciosos del drama. Todo el mundo estaba en las trincheras, luchando desde los dos lados, desde ambas líneas de batalla. (...)
Monseñor Graber hace mención de las palabras de Joseph von Görres (1776-1848) en su libro Athanasius (1838), escrito durante el arresto del arzobispo de Colonia (Monseñor Clément-Auguste de Droste-Vischering, quien fue arrestado el 20 de noviembre de 1837, por orden del gobierno prusiano, por un asunto relacionado con los matrimonios inter-confesionales), pero que sigue siendo extraordinariamente veraz actualmente: "La tierra tiembla bajo nuestros pies. Podemos predecir con certeza que la Iglesia saldrá ilesa de tal ruina, pero nadie puede decir ni conjeturar qué o quién sobrevivirá. Nosotros, aconsejando, recomendando y levantando la mano, deseamos impedir el mal mostrando sus manifestaciones. (...) Trabajemos mientras es de día, porque durante la noche nadie podrá hacerlo. No tiene sentido esperar: la espera sólo agrava las cosas."
Existen momentos donde un católico está obligado a elegir entre la cobardía y el heroísmo, entre la apostasía y la santidad. Lo que sucedió en el siglo IV, es lo que está sucediendo actualmente.
Fuentes: riscossacristiana/corrispondenzaromana – FSSPX.Actualités - 26/05/2018