Reapertura de Notre-Dame de París

Fuente: FSSPX Actualidad

Virgen del Pilar

El 15 de abril de 2019, el terrible incendio que estuvo a punto de engullir la catedral de París dejó atónita a la capital francesa, a Francia y al mundo entero, ya que las llamas devoraron el techo y la aguja del edificio, provocando el derrumbe de una parte de las bóvedas. Afortunadamente, y sobre todo gracias a la protección divina, el edificio se salvó.

Poco más de 5 años y medio después de la tragedia, una enorme efusión de generosidad permitió financiar una reconstrucción que todo el mundo elogia como notable: una reconstrucción "idéntica" que ha permitido a los artesanos redescubrir y adaptar los métodos de construcción que fueron utilizados para erigir la magnífica nave de piedra.

La silueta familiar, con su aguja reconstruida, destaca de nuevo sobre el cielo parisino. Y entrar en ella ofrece un espectáculo que quizá nunca antes se haya visto con tanto esplendor. El 6 de diciembre, la página web de La Tribune de l'Art ofrecía una "primera visita a Notre-Dame restaurada", con evidente satisfacción, pero sin complacencia.

En primer lugar, el color: la piedra, cuidadosamente limpiada, tiene un precioso tono claro y se revela en todos sus detalles: la luz difundida por los vitrales restaurados, apoyada por una luz artificial bien concebida y regulable, hace resaltar elementos antes apenas visibles.

En esta "primera visita", el autor constata que muchas de las obras se han desplazado. Nada más entrar en la iglesia dedicada a la Madre de Dios, a la izquierda, nos recibe la Virgen con el Niño, que antes estaba en el crucero izquierdo. Todas las esculturas se han limpiado, y algunas han recuperado su original esplendor.

El artículo destaca "el recinto del coro del siglo XIV", así como "el Voto de Luis XIII, de Nicolas Coustou", el Mausoleo del Conde de Harcourt, de Jean-Baptiste Pigalle, el del cardenal de Belloy, de Louis-Pierre Deseine, y la Pietà, cuya imagen, tras el incendio, dejó huella en las almas.

Y concluye: "Estas obras maestras de la estatuaria francesa de todas las épocas, y muchas más, están ahora no solo restauradas y limpias, sino también perfectamente visibles, y es un encanto que nunca creímos posible".

El autor califica el nuevo mobiliario como "bastante elegante"... Le dejamos ese juicio a él. En cambio, en cuanto al "relicario" de la Corona de Espinas, le parece "demasiado macizo" y que enmascara la capilla donde está instalado: "su estética presuntuosa es de un mal gusto perfecto". 

Por último, el autor admira los vitrales de Alfred Gérente, basados en diseños de Eugène Viollet-le-Duc, que han sido limpiados y son "de una calidad sorprendente". Y espera que la reapertura "acabe con el absurdo, costoso y destructivo plan de sustituirlos".

La ceremonia de reapertura

La ceremonia se desarrolló en dos etapas: la primera el sábado 7 de diciembre. El obispo de París, Mons. Laurent Ulrich, tomó posesión de su catedral, entrando en primer lugar, seguido inmediatamente por Emmanuel y Brigitte Macron, y Anne Hidalgo, alcaldesa de París: una procesión muy inusual...

A continuación, el órgano sonó ante unos cuarenta presidentes y jefes de gobierno, entre ellos Donald Trump y Volodymyr Zelensky, así como los presidentes de Alemania, Italia y Polonia. Pero también varios dirigentes africanos (Congo, República Democrática del Congo, Gabón y Togo) y miembros de la realeza: el príncipe Guillermo de Inglaterra, la pareja real belga y el príncipe Alberto de Mónaco.

Al comienzo de la ceremonia se leyó un mensaje del Papa Francisco. El Papa justificó su ausencia debido a su preocupación por no hacer sombra al clero parisino, y abogó por una recepción generosa y gratuita para la enorme multitud de visitantes que se espera: una indirecta evidente a la propuesta de la ministra -ahora dimitida- Rachida Dati, de cobrar una tarifa de entrada a los visitantes.

Al día siguiente, 8 de diciembre, el arzobispo de París consagró el miserable "altar" -si es que realmente merece ese nombre- antes de que se celebraran las misas.

Lo deplorable

Ante todo, aparte de la pobreza del mobiliario y de los ornamentos litúrgicos inverosílmente decorados, es profundamente lamentable que este magnífico edificio no pueda acoger la celebración del sacrificio de la Cruz según el inmemorial rito romano, en el antiguo altar todavía presente al fondo de la nave, y tristemente inutilizado.

Tras un largo periodo de utilización del "rito parisino", basado en el rito romano con elementos "galicanos", el rito romano tridentino fue el que prevaleció en la diócesis de París desde el siglo XIX. Pero hoy, en clara ruptura con estos siglos de liturgia tradicional, el nuevo altar acoge un rito equívoco: el novus ordo missae de Pablo VI.

En segundo lugar, es deplorable el intento de recuperación política del presidente de la República Francesa, que insistió en dar un discurso en la catedral, el sábado, ante una audiencia de invitados. El discurso fue tan artificial como inapropiado para este lugar: una iglesia o una catedral no están diseñadas para reuniones políticas.

Por último, el domingo 8 de diciembre, se dio escandalosamente la comunión a la señora Macron durante la misa que siguió a la consagración del altar. ¡Qué lamentable que, después de haber restaurado tan magníficamente esta iglesia que representa a Cristo, y después de haber consagrado un altar que también lo representa, sea entregado de una manera tan escandalosa!

Volvamos a la luz. Y que la Virgen María, a quien está consagrada esta espléndida catedral, se digne devolver cuanto antes la Tradición al corazón de la Iglesia, para que vuelva a resonar en todas las iglesias la alabanza infinita del sacrificio de la Misa en su augusto y venerable rito.

El coro restaurado