En referencia a Monseñor Lefebvre, el Concilio y Monseñor Schneider

Fuente: FSSPX Actualidad

San Atanasio.

El artículo escrito por Monseñor Athanasius Schneider, titulado "Interpretación de Vaticano II y su conexión con la crisis actual de la Iglesia", que fue publicado en Corrispondenza Romana, ha estado circulando en línea desde hace tiempo. Para aclarar la situación, a continuación, hacemos una comparación de sus palabras con aquellas de quien fuera la principal referencia de la reacción a las reformas: Mons. Lefebvre.

Ésta no es la primera vez en los últimos años que el obispo auxiliar de Astana ha hablado sobre este tema. Pero sí es la primera vez que declara explícitamente que el concilio Vaticano II contiene proposiciones erróneas (algunas de las cuales son ambiguas, como ha dicho en repetidas ocasiones) sobre puntos importantes de la doctrina católica - ecumenismo, colegialidad, libertad religiosa y las relaciones con el mundo moderno - y que ve en estos errores la causa de la crisis actual. En su artículo, inclusó trato de proporcionar una evaluación general de su opinión sobre el Concilio. Lo anterior es un evento que difícilmente podría dejar indiferente al mundo de la Tradición. ¿Qué debemos pensar al respecto? La siguiente comparación con las palabras y actitudes de quien fuera, sin duda alguna, la principal referencia de la reacción a las reformas conciliares, es decir, Monseñor Marcel Lefebvre, nos ayudará a encontrar una respuesta.

1 – Una comparación derivada de la historia

Con el fin de ilustrar su opinión sobre la gravedad de la crisis actual en la Iglesia, Monseñor Schneider comienza su artículo haciendo una comparación "con la crisis general del siglo IV, cuando el arrianismo había contaminado a la gran mayoría del episcopado, ocupando una posición dominante en la vida de la Iglesia."

Esta comparación es particularmente afortunada si recordamos las posturas tomadas por los católicos durante aquella crisis: una pequeña minoría permaneció fiel a la Tradición de la Iglesia (con dos obispos como sus guías: San Atanasio y San Hilario de Poitiers) y se opuso a una minoría de innovadores (los Arianos) quienes estaban perfectamente conscientes de que eran una minoría (que ocupó los principales cargos de autoridad en la Iglesia durante varias décadas.) Entre estos dos grupos se encontraba la mayoría del pueblo, quienes, de cierta forma, inconscientemente, se inclinaban hacia un lado u otro y eran hábilmente usados por la minoría que ocupaba el poder para imponer sus ideas como una mayoría. En este contexto, no oponerse a los errores era, en mayor o menor grado, volverse cómplice. Entre las fuerzas presentes en el Concilio Vaticano II (y presentes al día de hoy, con algunas ligeras variaciones numéricas) volvemos a encontrar exactamente la misma situación.

Sin embargo, una cuarta categoría se unió rápidamente a las otras tres. Cuando algunos Arianos o semi-Arianos empezaban a tomar conciencia de su error - aunque sin toda la lucidez y fuerza de aquellos que habían defendido la verdadera doctrina desde el inicio - y a condenarlo; cuando San Atanasio se mostraba indulgente y dispuesto a acogerlos junto con el número cada vez mayor de fieles que se adherían a la doctrina tradicional, apareció una pequeña minoría de cristianos denominados "luciferinos", llamados así por el nombre de su líder, Lucifer de Cagliari. Estos no toleraban la indulgencia de San Atanasio, e insistían en que mientras los Arianos o semi-Arianos no se retractaran de sus errores y aprobaran totalmente la labor de aquellos que habían permanecido firmes hasta el momento, no podían ser contados entre los católicos.

Esta última categoría también está representada hoy en día. De hecho, en respuesta al artículo de Monseñor Schneider, hay quienes lo han acusado de ser tan sólo "un obispo conservador más... que mantiene una posición basada en un reconocimiento positivo hacia Vaticano II. No comprenden la naturaleza tan peligrosa de este Concilio, que fue el inicio de un proceso cuyo objetivo es la destrucción de la Iglesia católica y su reemplazo con una iglesia más o menos protestante, que, claramente, ha roto todo lazo con 2000 años de historia y enseñanzas de la Iglesia católica.1

Del mismo modo que los Luciferinos, quienes se negaban a considerar la posibilidad de una solución gradual a la crisis, los representantes de esta mentalidad consideran que la "única solución a la crisis que sacude a la Iglesia, consiste en la aniquilación de tan desastroso Concilio, igual que la crisis arriana del siglo IV, mencionada por Monseñor Schneider, se resolvió mediante la aniquilación del arrianismo."2

Este último punto es un error histórico: el arrianismo se erradicó por completo después de varios siglos, y la crisis no se superó en un día. Pero el error más profundo radica en la idea transmitida por estas palabras, es decir, aquellos quienes creyendo de este modo atacan el error diametralmente opuesto (el modernismo), confirmando, una vez más, que generalmente los opuestos se encuentran. Monseñor Lefebvre nos advirtió sobre este error:

Nuestro deber es hacer todo lo posible por mantener el respeto hacia la jerarquía, en la medida en que sus miembros sigan siendo parte de ella, y distinguir entre la institución divina, a la cual debemos adherirnos, y los errores que algunos malos pastores pueden profesar. Debemos hacer todo lo que esté en nuestro poder por instruirlos y convertirlos con nuestras oraciones y nuestro ejemplo de amabilidad y firmeza. Amabilidad y firmeza: amabilidad en la forma en que presentamos la verdad, suaviter in modo, y firmeza al permanecer fieles a la verdad sin hacer concesiones, fortiter in re.3

2 – Suaviter in Modo

Hemos llegado al verdadero sentido: en este artículo, Monseñor Schneider está únicamente expresando la postura de "muchos obispos conservadores", o más bien, está siendo un ejemplo de aquellos que Monseñor Bernard Fellay definió, en una entrevista reciente, como "hombres de iglesia que protestan, no tan fuerte ni tan públicamente como nosotros, pero con la misma fortaleza a nivel de ideas protestan contra las novedades," y son un "elemento muy importante en esta batalla" 4

Es verdad que Monseñor Schneider comienza haciendo una profesión de respeto hacia el Concilio: "Vaticano II fue una asamblea legítima presidida por los Papas, y debemos mantener hacia este Concilio una actitud respetuosa." Pero si estas palabras lo convierten en un liberal, entonces debe aplicarse el mismo razonamiento a Monseñor Lefebvre, quien en varias ocasiones declaró que cuando Vaticano II promulgó sus actas fueron "sin duda alguna, actas importantes para la Iglesia, pero que, sin embargo, deben tomarse en cuenta según su relación con todas las verdades reveladas antes del Concilio." 5

El punto en que Monseñor Schneider parece mostrarse más indulgente es cuando trata de señalar los elementos positivos del Concilio:

La contribución valuable y original de Vaticano II consiste en el llamado universal a la santidad de todos los miembros de la Iglesia (cap. 5 de Lumen Gentium), en la doctrina sobre el papel central de Nuestra Señora en la vida de la Iglesia (cap. 8 de Lumen Gentium), en la importancia de los fieles laicos de mantener, defender y promover la fe católica y en su deber de evangelizar y santificar las realidades temporales según el sentir perenne de la Iglesia (cap. 4 de Lumen Gentium), en la primacía de la adoración de Dios en la vida de la Iglesia y en la celebración de la liturgia (Sacrosantum Concilium, nn. 2;5-10). El resto se puede considerar, hasta cierto punto, secundario, temporal y, en el futuro, probablemente fácil de olvidar...

Ciertamente, la importancia que el Concilio otorgó al papel de los fieles laicos en la evangelización es, tal vez, debatible, si se toman en cuenta las novedades postconciliares de este principio. Pero, ¿decir que en el Concilio hay también proposiciones correctas, e incluso afirmar, un poco provocativamente, que un día (cuando las autoridades de la Iglesia hayan corregido estos errores en los documentos) son precisamente estas proposiciones las que permanecerán como la única y verdadera contribución doctrinal hecha por el Concilio, es suficiente para convertir a Monseñor Schneider en liberal? En ese caso, Monseñor Lefebvre también era liberal, pues en 1965, después de la proclamación (en el documento conciliar Lumen Gentium) de la Virgen María como "Madre de la Iglesia" (precisamente uno de los puntos del Concilio que Monseñor Schneider considera positivo), se refirió a esto como "un evento extraordinario que la prensa ignoró o mencionó de paso. No podemos pasar esto por alto, pues en la historia de la Iglesia, el Concilio Vaticano II permanecerá, ante todo, como el Concilio que proclamó a la Virgen María, la Madre de la Iglesia... No faltó nada en este evento para que fuera verdaderamente inspirado por el Espíritu Santo."6

Cabe también señalar que Monseñor Lefebvre nunca se retractó de las palabras anteriormente mencionadas. Es verdad que después de mediados de los setentas, hizo cada vez menos declaraciones de este tipo; pero la razón para su cambio de prioridad no radica en haber cambiado su mentalidad, sino en el hecho de haberse dado cuenta que, a medida que se aplicaban los textos conciliares, estos puntos positivos eran completamente ignorados, mientras que los puntos que iban en contra de la Tradición se habían vuelto en el principal fruto del Concilio. Además, siendo un verdadero pastor de almas, Monseñor Lefebvre entendía que, en una época donde prácticamente ningún miembro de la jerarquía de la Iglesia hablaba de los desastres producidos por el Concilio, la prioridad era alzar la voz para hablar de ello; Además, mencionar pasajes de documentos que también contienen errores graves es inapropiado, pues se corre el riesgo, implícitamente, de reconocer que estos errores también tienen autoridad. Sin embargo, esto no significa que Monseñor Lefebvre cambió su opinión sobre los pocos puntos positivos del Concilio.

En consecuencia, si mencionar los pocos puntos positivos en el Concilio no es la actitud más apropiada en el contexto presente, no significa que los comentarios de Monseñor Schneider sobre estos puntos sean falsos. Existe una enorme diferencia entre lo que es temporalmente inapropiado y lo fundamentalmente falso. Ante todo, estos pocos comentarios positivos sobre algunos puntos en los textos conciliares no niegan el valor histórico y extraordinariamente positivo de sus palabras de condena contra los errores del Concilio.

En términos más generales, no podemos negar que el tono del artículo no es un "Yo acuso", sino, más bien, un tono ecuánime y diplomático. Por ejemplo, no es el tono empleado en el famoso libro de Monseñor Lefebvre "Yo Acuso al Concilio" (1976). Pero Monseñor Lefebvre tampoco empleó el mismo tono en sus escritos previos a 1976, que trataban sobre temas idénticos a "Yo Acuso al Concilio"7, lo cual es un signo de que el fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X fue gradualmente tomando posturas públicas más duras. Sin embargo, esto no significa que tenía miedo o que era liberal antes de eso. Incluso en los años subsecuentes, seguía habiendo una diferencia entre el tono de sus escritos más apologéticos (sus muchas entrevistas con periodistas, por ejemplo) y aquellos destinados a un público más amplio (como el famoso libro "Carta Abierta a los Católicos Perplejos") o para los miembros de la jerarquía oficial (sus cartas al Santo Padre), las cuales siempre fueron tranquilas y diplomáticas, y el tono más incisivo de sus sermones ad hoc o de sus posturas tomadas en reacción a los escándalos contra la fe, como la reunión interreligiosa de Asís en 1986. Saber cómo ser suaviter in modo cuando las circunstancias lo requieren, no es un signo de debilidad, sino de fortaleza: en general, alguien que siempre necesita gritar no tiene otros argumentos para ser persuasivo.

  • 1Citando a un sitio web italiano.
  • 2Ibid.
  • 3Monseñor Marcel Lefebvre, Le coup de maître de Satan. Ecône face à la persécution, Editions Saint-Gabriel, Martigny 1977, p. 47.
  • 4 Ver transcripción de la entrevista con Monseñor Fellay (febrero 2017): ¿La FSSPX será verdaderamente libre para "poner en práctica el experimento de la Tradición"?
  • 5M. Lefebvre, conferencia espiritual dada en Ecône, junio 28, 1975, sobre Vaticano II. L’autorité d’un concile en question, Institut Universitaire Saint-Pie X, Paris 2006, p.15.
  • 6Monseñor M. Lefebvre, María, Madre de la Iglesia, en Cartas Pastorales y Escritos, Editions Fideliter, Escurolles 1989, pp. 212-213. En este interesante texto, Monseñor Lefebvre expresa exactamente la misma tesis que Monseñor Schneider, a saber, que los pocos puntos positivos en los textos conciliares podían ser el punto de partida para condenar los errores contenidos en los mismos textos. Esto demuestra, una vez más, el balance del arzobispo misionero, quien, mientras no tuviera prueba de lo contrario, seguía esperando que el papa aplicara los documentos conciliares según la Tradición.
  • 7Ver Cartas Pastorales y Escritos, de Monseñor Lefebvre, op. cit., que incluye los textos que publicó durante el Concilio y hasta 1968; en Un obispo habla, Dominique Martin Morin, Paris 1974.

Monseñor Athanasius Schneider.

3 – Fortiter in Re

Sin embargo, un tono tranquilo y ecuánime no es, en sí mismo, un fin: es un medio para persuadir más efectivamente a la gente de la verdad de los argumentos y de la verdad a la que debemos permanecer siempre e inquebrantablemente adheridos. Examinemos - mientras continuamos haciendo una comparación con los pensamientos de Monseñor Lefebvre - lo que Monseñor Schneider realmente dice sobre el Concilio:

Vaticano II debe verse y recibirse como es y fue realmente: un Concilio principalmente pastoral. Este Concilio no tenía la intención de proponer nuevas doctrinas, ni de hacerlo en una forma definitva.

Hasta el momento, las opiniones de ambos hombres son idénticas. Para Monseñor Lefebvre:

Este Concilio tiene un carácter particular... tiene un carácter pastoral, y el mismo Papa Juan XXIII tuvo cuidado en aclarar que no tenían la intención de definir ninguna verdad en este Concilio porque consideraban que, hasta el momento, las verdades que necesitábamos para nuestra fe habían sido aclaradas lo suficiente, y por tanto, no veía necesidad de hacer ninguna definición nueva."1

Más adelante, Monseñor Schneider habla sobre la actitud que deberíamos tener hacia las afirmaciones del Concilio, y distingue tres tipos distintos: aquellas en conformidad con la enseñanza tradicional de la Iglesia, aquellas que son ambiguas y aquellas que son erróneas.

Sobre las primeras, afirma que "el Concilio en sus declaraciones confirmó, en gran medida, la doctrina tradicional y constante de la Iglesia."

Con el fin de aclarar las declaraciones ambiguas, sugiere el siguiente criterio: "Aquellas declaraciones de Vaticano II que son ambiguas deben leerse e interpretarse según las declaraciones de toda la Tradición y del constante Magisterio de la Iglesia."

Y cuando las declaraciones del Concilio no puedan reconciliarse con la doctrina precedente, y sean verdaderamente erróneas:

las declaraciones del Magisterio constante (los concilios previos y los documentos papales, cuyo contenido demuestra ser una tradición segura y constante durante siglos) tienen primacía sobre aquellas declaraciones objetivamente ambiguas o nuevas... las cuales difícilmente concuerdan con declaraciones específicas del Magisterio constante y previo (por ejemplo, el deber del estado de venerar públicamente a Cristo, el Rey de todas las sociedades humanas, el verdadero sentido de la colegialidad episcopal en relación con la primacía petrina y el gobierno universal de la Iglesia, la nocividad de todas las religiones no católicas y el peligro que representan para la salvación eterna de las almas).

Además de los ejemplos dados por Monseñor Schneider, que son precisamente los puntos que siempre ha criticado la FSSPX (libertad religiosa, colegialidad episcopal y ecumenismo), el enfoque que emplea es muy similar al utilizado por Monseñor Lefebvre, quien frecuentemente repetía:

Para mí - para nosotros - decir que vemos y juzgamos los documentos del Concilio a la luz de la Tradición, obviamente significa que nos negamos a ir en contra de la Tradición, que interpretamos a la luz de la Tradición aquellos que son ambiguos y que aceptamos aquellos que están en concordancia con la Tradición."2

La expresión "hermenéutica de la continuidad" todavía no se había formado, pero la sustancia de esta otra forma de "interpretar el Concilio a la luz de la Tradición" ya había sido propuesta por Monseñor Lefebvre.

Según el Santo Padre y el cardenal Ratzinger, si he comprendido correctamente, deberíamos ser capaces de incorporar los decretos del Concilio a la Tradición y descifrar un modo de incluirlos en ella por todos los medios. Esa es una tarea imposible."3

Monseñor Schneider, también se distancia a sí mismo de este tipo de interpretación:

Una aplicación ciega del principio de la "hermenéutica de la continuidad" tampoco es de ayuda, ya que se crean interpretaciones forzadas, las cuales no son convincentes, ni ayudan a llegar a un entendimiento más claro de las verdades inmutables de la fe católica y de su aplicación concreta.

De hecho, según Monseñor Lefebvre, el problema básico con los hombres de Iglesia que hicieron, y posteriormente, aplicaron el Concilio es que:

querían que fuera pastoral por su instintivo horror al dogma, y para facilitar la introducción de ideas liberales en un texto de la Iglesia. Pero una vez que la operación finalizó, convirtieron el Concilio en un dogma, comparándolo con el Concilio de Nicaea y haciendo de cuenta que es similar a los otros concilios, si no es que superior a ellos.4

Monseñor Schneider dice algo similar:

El problema de la crisis actual de la Iglesia consiste, entre otras cosas, en el hecho de que algunas declaraciones de Vaticano II - que son objetivamente ambiguas o difíciles de coincidir con la tradición magistral constante de la Iglesia - se han infalibilizado. Fue así como se bloqueó un debate saludable con correcciones necesariamente implícitas o tácitas... Debemos liberarnos de las cadenas de la absolutización y de la infalibilización de Vaticano II.

4 – Mitis et Humilis Corde

Entonces, ¿todo está perfecto? Ese no es el punto. El punto es no quebrar la caña cascada ni apagar el pabilo que humeare5. En resumen, para responder a nuestra pregunta inicial: aunque su postura no sea perfecta (aquel que esté libre de pecado que arroje la primera piedra), Monseñor Schneider es, sin lugar a dudas - tanto más después de su último artículo, el cual es de importancia capital, pues en él condena explícitamente los errores principales del Concilio, y recalca su conexión con la crisis actual - uno de los hombres de iglesia de los que Monseñor Fellay hizo mención, "que protestan, no tan fuerte ni tan públicamente como nosotros, pero con la misma fortaleza a nivel de ideas protestan contra las novedades, y son un elemento muy importante en esta batalla." Es evidente, también, que sus protestas se están volviendo cada vez más públicas.

La actitud que nosotros, como católicos fieles a la Tradición, - incluyendo a aquellos de la primera hora, quienes tuvieron la fortaleza desde el inicio, y sin dudarlo, de hacer frente a los errores actuales - debemos tener hacia estas personas que, poco a poco, pero cada vez más manifiestamente, están regresando a la Tradición (tanto más cuando son sucesores de los Apóstoles), no debe ser la actitud de los Luciferinos del siglo IV, sino aquella descrita con gran claridad por Monseñor Alfonso de Galarreta en su sermón dado en Ecône para las ordenaciones del 29 de junio del 2017:

Hay un bien que no existía y que está empezando a surgir. Es una reacción buena proveniente de laicos valiosos, de sacerdotes, obispos y cardenales... Sí, es una minoría, y algunas veces las reacciones son un poco tímidas, o se quedan a la mitad. Pero, aun así, son reacciones reales y saludables, que están en consonancia con la fe, la Tradición, la restauración de la fe, la defensa de la Iglesia y del sacerdocio de Nuestro Señor. Y ante esto, que no puede ser más que una señal de la asistencia de Nuestro Señor para con su Iglesia, debemos regocijarnos y apoyar la situación. El objetivo de la Fraternidad es la santificación, no sólo de sus miembros, sino de los sacerdotes en general. Y éste es un campo gigantesco para el apostolado. Entonces tenemos que aprovechar - de manera prudente, desde luego - estas aperturas apostólicas. Y, al mismo tiempo, deberían animarnos también a nosotros.

De este modo seremos verdaderamente fieles al venerado fundador de la FSSPX, Monseñor Lefebvre, quien siempre fue suaviter in modo y fortiter in re. Y seremos fieles, también, al santo patrono de nuestros seminarios, Santo Tomás de Aquino: el tomismo saludable siempre ha sabido cómo tomar lo bueno - sin importar de donde proceda (para elaborar su filosofía, Santo Tomás no dudó en basarse en el pagano Aristóteles - para gran escándalo de los eruditos de su tiempo). Pero, por sobre todas las cosas, seremos fieles a Nuestro Señor Jesucristo, "manso y humilde de corazón"6, que durante su conversación con el escribano quien, aunque todavía tenía un largo camino por recorrer, mostró que había comprendido lo esencial y que tenía un corazón abierto a la Verdad7 no le dijo: "Ya veo que eres uno de tantos escribanos conservadores que sólo saben citar los preceptos de la ley de memoria," sino, más bien, con una voz llena de caridad: "No estás lejos del Reino de Dios."

  • 1Conferencia espiritual de Monseñor Lefebvre dada en Ecône, el 28 de junio de 1975. L’autorité d’un concile en question, op. cit., p. 15.
  • 2Conferencia dada en Ecône en enero 10, 1983.
  • 3Ibid.
  • 4Monseñor Marcel Lefebvre, Yo Acuso al Concilio, pg. xiii.
  • 5Ver Mt. 12:20.
  • 6Ver Mt. 11:29.
  • 7Ver Mc. 12:28-34.