Sangre de Cristo, bebida eucarística y refrigerio de las almas, sálvanos

Fuente: FSSPX Actualidad

No fue la necesidad lo que llevó a Dios a redimir al mundo a través de la Preciosa Sangre. Podría haberlo redimido de otras mil maneras distintas. Su poder no tiene límites, y su sabiduría es inagotable. Pudo haber conciliado el perdón del pecado con la pureza inmaculada de su santidad, mediante una gran cantidad de cosas de las que ni nosotros ni los ángeles podemos tener ninguna idea.

Dios es incomprensible, y hay en Él abismos de los cuales ni siquiera sospechamos su existencia. Pudo habernos salvado sin Jesús, gracias a su poder absoluto. Todos los medios que pudo haber elegido para redimirnos deben ser muy valiosos para nosotros; sin embargo, ¿qué medios de salvación pueden aparecer al mismo tiempo como dignos de la grandeza de Dios y del amor de los hombres como nuestra redención llevada a cabo por Jesucristo?

Pero incluso entonces, Nuestro Señor hubiera podido prescindir de derramar su Sangre. No había necesidad de que la derramara. Una sola lágrima, un suspiro de un instante de duración, una mirada elevada hacia el trono de su Padre, habría sido suficiente si las tres Personas divinas lo hubieran deseado.

El derramamiento de su Sangre proviene de la libertad de su amor. Era, de una manera misteriosa y real, el modo de redención más digno de su adorable Majestad, y el más natural para provocar el afecto de los hombres.

¡Cuántas veces ha tomado Dios aquello que agrada a nuestros corazones como una medida de sus propias acciones! ¡Con cuánta frecuencia, después de habernos permitido ver su gloria y nuestro amor en discrepancia, se ha sacrificado a Sí mismo para seguir nuestras inclinaciones!