Sangre de Cristo, consuelo de los agonizantes, sálvanos

Fuente: FSSPX Actualidad

Hay un rincón de la creación donde el imperio de la Preciosa Sangre no es lo que debería ser. Ese rincón es nuestro propio corazón. Sin embargo, ¿no es nuestro único deber someternos a ella en todas las cosas?

Deseamos no tener inclinaciones, si no son las de la Preciosa Sangre. Deseamos no tener estima por nada que la Preciosa Sangre no estime. Esta Sangre no desea nada más que ser amada. No debemos desear otra cosa más que amar esa Sangre Preciosa.

¿Cómo es posible, entonces, que nuestra debilidad y nuestra falta de valor limiten tan tristemente nuestra gracia? ¡Ay! Estamos invirtiendo el orden correcto de las cosas. Estamos gobernando a la Preciosa Sangre al limitar su imperio.

Esa Sangre anhela gobernar sobre nosotros; lo desea con una dulzura magistral. Vendrá el día en que se cumpla su anhelo, y no será un día lejano. Porque este mismo día empezaremos a amar y a servir a nuestro querido Señor, como nunca antes lo hemos amado y servido.

Siempre y en todas las cosas su Sangre nos regirá y nos guiará. Su gobierno es bienaventuranza incluso sobre la tierra. Gobernará, no solo nuestra vida espiritual, sino todas nuestras circunstancias temporales. Gobernará nuestro amor por aquellos a quienes amamos, y hará que nuestro amor por ellos se convierta en un bien espiritual.

No podemos morir si en ese momento la Sangre Preciosa no reina en nuestros corazones. Si no nos gobierna entonces, estamos perdidos para siempre.