Santa Margarita María: su vida y sus misiones (3)

Un artículo anterior explicó que la devoción al Sagrado Corazón no nació en Paray-le-Monial, sino que tiene su origen en el Evangelio y la Tradición de la Iglesia. Lo cierto es que cobró un impulso considerable gracias a las apariciones de Santa Margarita María cuya vida se narra en esta serie de artículos.
Con la celebración de uno de los jubileos más importantes (350 años, de diciembre de 2023 a junio de 2025), resulta conveniente aprender más sobre la figura relativamente poco conocida de esta santa, su vida y las misiones que le fueron confiadas por el Cielo. Este es el tercer artículo de esta serie.
El Padre La Colombière
La figura del Padre La Colombière es inseparable de Santa Margarita María. Se reunieron por primera vez entre la segunda y tercera de las grandes apariciones. Obediente en todo a su superiora, nuestra santa le informó fielmente de las apariciones. La Madre de Saumaise dudaba y hacía interrogar a Margarita por “hombres de doctrina”.
Estos últimos se equivocaban en su juicio, la tomaban por una vidente y, para traerla de regreso a la tierra, ¡recomendaban “darle sopa”! Ella se sometía con profunda humildad a este consejo, pero se sentía dolorosamente desgarrada y en vano intentaba escapar a las solicitudes de la gracia, temiendo ser un juguete del demonio.
Recibió entonces esta consoladora promesa del cielo: "Te enviaré a mi siervo fiel y verdadero amigo, que te enseñará a conocerme y a abandonarte en mí". Poco después se presentó a la comunidad un nuevo confesor, un joven jesuita recién nombrado en Paray-le-Monial, Claude La Colombière. Este último también había sido enviado para juzgar la autenticidad de las apariciones.
Sus superiores notaron su competencia desde el principio. Su maestro de novicios lo describió así: "Talentos notables; criterio poco común; gran prudencia; bastante experiencia; inició bien sus estudios (…); apto para cualquier ministerio". Durante el encuentro entre el Padre La Colombière y la comunidad, Margarita escuchó una voz que le anunciaba: "Aquí está el que te he enviado".
En efecto, fue él quien la tranquilizó y confirmó el origen divino de las apariciones. Como contaba también con la confianza de la Madre de Saumaise, su opinión convenció a esta última.
El Padre La Colombière no permaneció mucho tiempo en Paray: llegó a principios de 1675, y partió hacia Inglaterra en octubre de 1676. Regresó una segunda vez por un breve tiempo, entre 1678 y 1679. Finalmente regresó para morir en 1682, a la edad de 41 años. Este corto tiempo que pasó con Sor Margarita María no impidió que se estableciera una unión muy estrecha entre las dos almas.
Mientras el Padre La Colombière celebraba la misa en el convento de la Visitación, Margarita vio al Sagrado Corazón “como un horno de fuego, y otros dos corazones (el suyo y el del celebrante) que se unían a ese corazón”; entonces Jesús le dijo: "Así es como mi amor puro une estos tres corazones para siempre".
En efecto, el papel del jesuita era iluminar a la religiosa visitandina, pero también difundir el mensaje del Sagrado Corazón. Margarita, por su parte, le transmitió algunos preciosos consejos de Nuestro Señor.
Para la salvación de su comunidad – primera misión particular
Cuando Margarita llegó a la Visitación de Paray-le-Monial, la comunidad estaba muy lejos de ser ejemplar, a pesar del fervor de algunas religiosas. Parece que la desconfianza hacia los caminos extraordinarios legados a la orden de la Visitación por sus santos fundadores se había transformado más o menos en desconfianza hacia la santidad. Si bien se observaba la letra de las constituciones, faltaba el espíritu. A esta visión breve del ideal religioso se unía el orgullo y la falta de caridad.
¿Quería Nuestro Señor utilizar a Margarita para devolver a la comunidad su fervor original? Demos la palabra al relato de Contemporaines, escrito por las hermanas de Margarita María: la página que sigue es particularmente rica. Habla sobre la necesidad de la caridad fraterna, la necesidad del sacrificio por la salvación de las almas y la importancia de la devoción a la Santísima Virgen.
“En la oración de la tarde, le rogó que le diera a conocer el medio de satisfacer su deseo de amarle. Y le hizo ver que no es posible demostrarle mejor nuestro amor que amando al prójimo por amor a Él y que debía ocuparse en procurar su salvación y la de sus hermanas, aunque ella era la más miserable de todas; siendo necesario que olvidara sus intereses para hacer suyos los del prójimo, así en sus oraciones como en todas las obras buenas que por la misericordia de Dios pudiera hacer.
"Y como no entendiese lo que esto quería decir, le dio a conocer que pedía el restablecimiento de la caridad en los corazones a Él consagrados; puesto que por las faltas cometidas (por algunas religiosas) contra esta virtud, se habían separado de Él, que es la caridad misma. Y, con todas estas faltas, los religiosos y los pueblos del mundo dañan la caridad, esta virtud divina, que nace en el corazón de Dios mismo.
"Estos miembros", le dijo "medio podridos y prestos a ser cortados me causan grandes dolores; y si aún no han recibido su castigo, deben atribuirlo únicamente a la intercesión de mi Santísima Madre, que apacigua mi justicia irritada, y que solo puede ser apaciguada mediante el sacrificio de una víctima”.
"Le agradecí su bondad por la gracia que nos concedía por intercesión de esta santa Madre, y quedé con esto tan vivamente conmovida, que hubiera aceptado toda clase de penas, aun las del purgatorio, aunque fuera hasta el día del Juicio, para satisfacer a su bondad y cumplir lo que de mí quería. Y con toda confianza le dije: 'Dios mío, dame a conocer cuál es la causa de tu enojo'. 'Los pecados ocultos a los ojos de las criaturas, y que no podían estarlo a los suyos.
“Le dijo entonces que estaba muy satisfecho con el cuidado y el trabajo que los superiores estaban realizando para restablecer la caridad en su comunidad, y que no estaría exento de recompensa. Pero que si no nos corregíamos, su misericordia se retiraría para dejar actuar su justicia. Porque esta virtud es la que forma el carácter y el verdadero espíritu de las hijas de San Francisco de Sales.[1]”
El retorno al fervor del monasterio de Paray-le-Monial se lograría de tres maneras: mediante los repetidos sacrificios de la hermana Alacoque –particularmente en una circunstancia específica–, mediante una amonestación pública, y mediante el establecimiento de la devoción al Sagrado Corazón.
En varias ocasiones, Nuestro Señor mostró a Margarita almas de la comunidad que Él estaba a punto de rechazar para que ella se sacrificara y orara por ellas. Como sucedió en el pasado para Moisés con el pueblo hebreo, Dios quería suscitar en el corazón de nuestra santa una oración de intercesión que mereciera gracias de conversión para las almas tibias.
El gran sacrificio que debía hacer Margarita era el de una amonestación pública a sus hermanas. La víspera de la fiesta de la Presentación de María, el 20 de noviembre de 1677, mientras Margarita se había resistido durante algún tiempo a la petición de Cristo de ofrecerse en sacrificio, Él le pidió, con el acuerdo de su superiora, que declarara a todas sus hermanas que ella se ofrecía como víctima por su salvación.
La reacción de las hermanas tibias, objeto de la declaración, no se hizo esperar. Trataban a Margarita como loca y poseída, y durante toda la noche la seguían por el monasterio, persiguiéndola con insultos y burlas. Al mismo tiempo, su alma experimentaba interiormente una parte de los dolores ocasionados por los pecadores, como Cristo en su agonía y en su Pasión.
Margarita diría sobre esta terrible experiencia que no tenía nada en común con lo que había sufrido antes ni después, lo cual es mucho decir. A la mañana siguiente, la comunidad todavía no se había convertido, pero Margarita había merecido las gracias que llevarían a cabo la transformación esperada.
"Pasé esa noche en los tormentos que Dios sabe, y sin descanso, hasta cerca de la santa misa, donde me parece haber escuchado estas palabras: 'Por fin se hace la paz, y mi santidad de justicia queda satisfecha con el sacrificio que tú me has hecho[2]'".
La verdadera conversión de la comunidad se produjo cuando en 1686 se adoptó oficialmente en el monasterio la devoción al Sagrado Corazón (ya veremos en qué circunstancias). A partir de entonces, las religiosas serían fervientes, fieles a su regla y unidas por la caridad fraterna.
Así vería su primera realización la promesa del Sagrado Corazón, según la cual “difundirá esta dulce unción de su caridad en todas las comunidades religiosas donde sea honrado y se pongan bajo su particular protección; mantendrá unidos todos los corazones, para volverse uno con él, y apartará los dardos de la justicia divina, devolviéndolos a la gracia cuando la han perdido.[3]”
En auxilio de las almas del purgatorio - segunda misión particular
Santa Margarita María también era invocada a menudo para aliviar a las almas que sufren. Con frecuencia tenía revelaciones sobre el estado de las almas de los difuntos (si estaban en el cielo o en el purgatorio, pero no sobre los condenados).
Después de la muerte del Padre La Colombière, declaró a su superiora que no era necesario rezar por él, porque, dijo, "él puede rogar a Dios por nosotros, estando bien situado en el cielo, por la bondad y la misericordia del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. Solo que, para satisfacer cualquier negligencia que hubiera quedado en el ejercicio del amor divino, su alma fue privada de ver a Dios desde el momento en que dejó su cuerpo hasta el momento en que fue colocada en el sepulcro.[4]”
Las almas del Purgatorio le pedían regularmente determinadas oraciones, prácticas o penitencias durante un tiempo específico, para obtener su liberación, como fue el caso de una religiosa que pidió misas y el ofrecimiento de las acciones de Margarita durante seis meses.
En ocasiones, la santa transmitía estos mensajes a otros, invitándolos a unirse a su intercesión. Un día, una mujer fallecida pidió que su marido fuera informado de su estado para que pudiera orar por ella, y advertirle de dos cosas secretas relativas a la justicia y su salvación.
Estas visiones manifestaban los terribles sufrimientos de las almas del purgatorio, y las infidelidades que eran la causa. Un monje benedictino fallecido del monasterio de Paray se le apareció un día todo envuelto en llamas y le exigió la ofrenda de todas sus acciones durante tres meses. ¿Por qué estaba en esta situación?
Por un excesivo apego a su reputación que le llevaba a descuidar los intereses de Dios, una falta de caridad hacia sus hermanos y un excesivo apego a determinadas personas manifestado durante las conversaciones espirituales.
La religiosa antes mencionada, por su parte, yacía sobre un lecho de llamas como castigo por su pereza y negligencia en el servicio de Dios. Peines de hierro le desgarraban el corazón en expiación por su insubordinación. Su boca estaba ulcerada, su lengua era devorada por alimañas para castigarla por sus palabras contra la caridad y las violaciones del silencio.
Mensajera ante el rey – tercera misión particular
Antes de abordar la cuestión del mensaje del Sagrado Corazón al rey de Francia, recordemos un episodio de la vida de Santa Margarita María en relación con el soberano Luis XIV. Un día fue enviada por su superiora, entonces la Madre Greyfié, a “ocupar el lugar del rey” ante el Santísimo Sacramento, es decir, a rezar en su nombre.
Aunque Margarita nunca había sido tentada contra la pureza, durante varias horas se vio asaltada por pensamientos abyectos. El calvario terminó cuando la superiora la llamó. Este hecho estaba evidentemente ligado a la moral del rey, y es totalmente razonable pensar que la conversión de este último, al final de su vida, fue merecida, entre otras cosas, por el ataque sufrido por la confidente del Sagrado Corazón.
En varias de sus cartas, Margarita María habla de peticiones expresas para el rey de Francia. En junio de 1689, relata a la Madre de Saumaise las palabras de Nuestro Señor:
"Haz saber al primogénito de mi Sagrado Corazón que así como se obtuvo su nacimiento temporal por la devoción a los méritos de mi sagrada Infancia, así alcanzará su nacimiento a la gracia y a la gloria eterna por la consagración que haga de su persona a mi Corazón adorable, que quiere triunfar sobre el suyo, y por su medio sobre los de los grandes de la tierra.
"Quiere reinar en su palacio, y estar pintado en sus estandartes y grabado en sus armas para que queden triunfantes de todos sus enemigos, abatiendo a sus pies a esas cabezas orgullosas y soberbias, a fin de que quede victorioso de todos los enemigos de la Iglesia [5]".
Dos meses después, volvió a escribir: "El Padre Eterno, queriendo reparar las amarguras y angustias que el adorable Corazón de su Divino Hijo sintió en las casas de los príncipes de la tierra, en medio de las humillaciones y ultrajes de su Pasión, quiere establecer su imperio en la corte de nuestro gran monarca, de quien desea servirse para la ejecución de este designio, que tendrá lugar del modo siguiente:
"Debe levantar un edificio donde se coloque el cuadro de este Divino Corazón para recibir allí la consagración y homenaje del rey y de toda la corte. [...]
"Dichoso, pues, de él si se aficiona a esta devoción, que le conseguirá un reino eterno de honor y de gloria en este Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. Él cuidará de elevarle y hacerle grande en el cielo ante Dios su Padre, a medida que este gran monarca se ocupe en reparar ante los hombres los oprobios y abatimientos que el Divino Corazón sufrió; lo cual hará tributándole por sí y procurándole de los otros la honra, amor y gloria que de él espera. [6]"
No citamos otros textos donde Margarita dice, en esencia, lo mismo. Parece, pues, que el Sagrado Corazón pidió a Luis XIV un culto público en su honor mediante la consagración de su persona y de su corte, la construcción de una iglesia dedicada a él y su representación en las armas reales [7]. Estas peticiones no fueron atendidas. ¿Se transmitieron? ¿No las escuchó el rey? No podemos responder a estas preguntas.
Lo que parece importante señalar –más allá de la materialidad de estas exigencias que tal vez no deberían universalizarse– es el aspecto social e incluso político (en el noble sentido del término) de la devoción al Sagrado Corazón. Cristo es rey, y su realeza debe ser aún más honrada porque ha sido despreciada.
En este sentido, no es solo un mensaje de la hermanita Alacoque para el rey Luis XIV, sino del Corazón de Jesús para todos los gobernantes; la misión en cuestión no es solo particular, sino que tiene una dimensión universal.
Padre Bernard Jouannic
Continuará...
[1] Contemporaines, n°68.
[2] Autobiographie, n°74.
[3] Carta 131 al Padre Croiset.
[4] Contemporaines, n°162.
[5] Carta 100 a la Madre de Saumaise – junio 1689.
[6] Carta 107 a la Madre de Saumaise – agosto 1689.
[7] Las cuales no eran la bandera nacional, por la sencilla razón de que entonces todavía no existía.
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Fuente: Padre Jouannic – FSSPX.Actualités
Imagen: Thomas Hummel, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons