Sede vacante: el cónclave comenzará el 7 de mayo

La vacante de la Sede Apostólica, que sigue a la muerte o renuncia de un Papa, es un momento clave en la vida de la Iglesia católica. Las normas que rigen este período están estrictamente codificadas y dejan poco margen para la improvisación. FSSPX.Actualidad ofrece a sus lectores una visión más clara de las reglas que rigen el Estado de la Ciudad del Vaticano hasta la elección del nuevo Papa.
En Roma, no se quiere perder tiempo: la Sala de Prensa de la Santa Sede, en su informe sobre la congregación de cardenales del 28 de abril de 2025, ha comunicado la fecha de inicio del cónclave para la elección del sumo pontífice. A partir del próximo 7 de mayo, los príncipes de la Iglesia quedarán confinados en el corazón de la Ciudad del Vaticano, en espacios delimitados y reservados, destinados a garantizar el aislamiento de los electores y de las personas autorizadas a colaborar en este evento.
Este marco, organizado con meticulosa precisión, tiene por objeto garantizar el desarrollo libre, secreto y ordenado de la elección. Al menos en teoría, ya que, aparte de las interferencias que se instalarán en la Capilla Sixtina y sus inmediaciones, cuesta imaginar que, en la era digital, los altos prelados puedan estar totalmente aislados del mundo exterior.
Una cosa es segura para los porporati: a partir del 7 de mayo de 2025, tendrán que decir adiós por un tiempo indeterminado a las cenas en la ciudad y otras escapadas romanas. Los cardenales se instalarán en la Casa Santa Marta, un moderno edificio construido en el Vaticano, diseñado para ofrecer comodidad y recogimiento, y en el que el difunto Papa había elegido vivir, en nombre de una sencillez que no facilitó necesariamente la tarea de los servicios de seguridad...
Desde el inicio del cónclave hasta el anuncio público de la elección del nuevo pontífice romano, la Casa Santa Marta, la Capilla Sixtina y los lugares reservados para las celebraciones litúrgicas estarán rigurosamente cerrados a las personas no autorizadas. Se ha impuesto un cierre bajo la autoridad del camarlengo, monseñor Kevin Farrell, asistido por el sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Edgar Parra Peña, que se extiende a todo el territorio de la Ciudad del Vaticano, lo que dificulta la tarea.
Las actividades ordinarias de los servicios del microestado no pueden detenerse, por lo que se reorganizarán lo mejor posible para garantizar tanto la confidencialidad como el libre desarrollo de las operaciones. A partir del próximo 7 de mayo, corresponderá a los prelados de la Cámara Apostólica velar por que ninguna interferencia exterior perturbe a los cardenales, en particular durante sus desplazamientos entre la Casa Santa Marta y el Palacio Apostólico.
Pero, mucho más que en el pasado, la legislación actual opta —de forma un tanto idealista, dirán los críticos— por confiar en los cardenales electores, que, desde el inicio del cónclave y hasta su final, se comprometen a una disciplina rigurosa, absteniéndose de cualquier comunicación con el exterior, ya sea por escrito, por teléfono o por cualquier otro medio.
Esta norma, esencial para preservar la independencia de su discernimiento, solo admite excepciones en caso de necesidad urgente, debidamente validada por la congregación cardenalicia competente. Esta última también puede autorizar, en casos concretos, a determinados dignatarios, como el gran penitenciario, el vicario general para la diócesis de Roma o el arcipreste de la Basílica Vaticana, a mantener un contacto limitado con sus respectivos servicios, si las circunstancias lo exigen.
Para proteger aún más la integridad del proceso, se prohíbe expresamente a cualquier persona, incluso a quienes se encuentren legítimamente en la Ciudad del Vaticano, entablar conversación, en forma alguna, con un cardenal elector durante la duración del cónclave. Pero no se puede poner un guardia suizo detrás de cada empleado del Vaticano...
Para responder a las necesidades prácticas y espirituales del cónclave, se admite a algunos colaboradores en los espacios dedicados: el secretario del Colegio Cardenalicio, que asume la función de secretario de la asamblea electiva, el maestro de ceremonias pontificias, ocho ceremonieros, dos religiosos de la sacristía pontificia y un eclesiástico designado por el cardenal decano para asistirlo.
A estos prelados se suman algunos religiosos políglotas, disponibles para administrar el sacramento de la confesión, y dos médicos, preparados para intervenir en caso de emergencia. Todos ellos se alojan en instalaciones adecuadas, situadas dentro de los límites establecidos para el cónclave, y actúan con absoluta discreción para garantizar el buen desarrollo de la elección.
Estamos muy lejos del cónclave que eligió al Papa Juan Pablo II en 1978, durante el cual los cardenales fueron alojados "a la intemperie", con una cama de campaña y un orinal en la Capilla Sixtina, y con simples cortinas entre las celdas improvisadas para garantizar un mínimo de intimidad... Un confort más que limitado, que llevó al Papa polaco a cambiar las reglas, quizá en detrimento de la confidencialidad de la elección.
(Continuará...)
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Fuente: Vatican News – FSSPX.Actualités
Imagen: Flickr / Aleteia Image Partners (CC BY-NC 2.0)