Sermón del funeral de Monseñor Tissier de Mallerais

Fuente: FSSPX Actualidad

En su homilía, Don Davide Pagliarani, subrayó la lealtad ejemplar de Monseñor Tissier a la Fraternidad San Pío X y a la Santa Iglesia.
Hombre sencillo, constante y ferviente, sirvió con dedicación incansable a pesar de las dificultades.
Toda su vida estuvo centrada en la defensa de la misa tradicional y del reinado de Cristo Rey.
La Fraternidad, aunque afligida, encuentra consuelo en el ejemplo que deja y continúa encomendándose a la Providencia para el futuro.

 

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En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sus Excelencias, queridos hermanos, queridas hermanas, muy queridos fieles,

En primer lugar, quisiera expresar nuestro más sentido pésame a la familia de Monseñor Tissier, a los miembros aquí presentes. Siendo nosotros la familia espiritual de Monseñor Tissier, compartimos su dolor.

Sí, la Fraternidad hoy está verdaderamente de luto. Es una pérdida significativa: es la pérdida de un obispo. Es la pérdida, si se puede decir así, de una página de nuestra historia. Una página muy hermosa de nuestra historia.

Pero esta pérdida, y el duelo en el que hoy nos encontramos, quedan compensados por el consuelo del ejemplo que nos ha dejado. Nuestro Señor, que siempre cumple su palabra, vino a buscarlo “como un ladrón”: no estábamos preparados para una muerte tan repentina. Pero en su delicadeza, Nuestro Señor vino a buscarlo justo cuando iba a celebrar misa. Fue en ese momento cuando Monseñor perdió el conocimiento. Su último acto fue ir a celebrar misa, y murió a los pocos días.

Esto no es casualidad: la misa era su razón de ser. Buscó a Monseñor Lefebvre, porque buscaba la fidelidad a la misa. Se unió a Monseñor Lefebvre el mismo año en que se promulgó la nueva misa, y permaneció fiel a la misa de siempre. Y ahora, Dios consideró que estaba listo: listo para esta nueva liturgia, la liturgia eterna, en la que los sacerdotes, los obispos, cantan constantemente: “He aquí el Cordero que fue inmolado – este Cordero que yo mismo inmolé durante toda mi vida como sacerdote – he aquí el Cordero digno de tomar la gloria y la honra en la eternidad”.

 

1. San Pablo describe a Monseñor Tissier

Resulta fácil esbozar en pocas palabras el retrato de Monseñor Tissier, porque ya lo hizo San Pablo hace 2000 años. Cito a San Pablo. ¿Qué es lo que pide San Pablo a un obispo? Y verán cómo esto corresponde perfectamente a nuestro querido Monseñor Tissier. Las circunstancias mismas de su episcopado, de su sacerdocio, fueron descritas por San Pablo hace 2000 años.

“Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, el cual juzgará a vivos y a muertos, tanto en su advenimiento como en su reino: predica la Palabra, insta a tiempo y a destiempo, reprende, censura, exhorta con toda longanimidad y doctrina”. Pues, bien, eso es lo que hizo Monseñor Tissier. Era franco, sincero, sencillo, sin duplicidades... firme, constante, libre, libre para predicar la verdad, para decir la verdad, libre para servir a Nuestro Señor Jesucristo.

“Porque vendrá el tiempo”, dice San Pablo, “en que no soportarán más la sana doctrina, antes bien con prurito de oír se amontonarán maestros con arreglo a sus concupiscencias. Apartarán de la verdad el oído, pero se volverán a las fábulas”. Una descripción muy precisa de la situación en la que se encuentra la Iglesia, donde los hombres se han vuelto a las fábulas, donde los hombres de la Iglesia se han vuelto a las fábulas: el ecumenismo es una fábula; el secularismo es una fábula; el sínodo es una nueva fábula, que producirá otras fábulas... ¡Qué gracia haber comprendido esto en 1969! ¡Qué gracia haber buscado a Monseñor Lefebvre, haberlo descubierto y haberle sido fiel! ¡Qué gracia no haber creído en fábulas!

“Por tu parte, vela y no rechaces ningún trabajo. Haz obra de evangelista. Cumple bien tu ministerio, sé sobrio”. “Sé generoso en tu trabajo”: predica siempre a Cristo, la verdad. “Haz obra de evangelista”: predica a Nuestro Señor tal como es, sin alterar nada, aunque no guste. “Cumple tu ministerio”, tu deber, hasta el fin. Y “sé sobrio”, esto es muy interesante: Monseñor Tissier nos deja el ejemplo de una vida muy pobre y sobria. Y, ciertamente, esta sencillez, esta pobreza, esta alma de niño conservada hasta el final, fue el secreto, la clave de su fidelidad.

Y es especialmente sobre la fidelidad de Monseñor Tissier sobre la que quisiera meditar con ustedes unos instantes, porque su fidelidad resume perfectamente su vida. Fiel a Monseñor Lefebvre, fiel a la Fraternidad y fiel a la Iglesia.

 

2. La fidelidad de Monseñor Tissier

Monseñor Tissier tenía muy claro el concepto de que ser fiel a la Fraternidad significa ser fiel a la Iglesia. Denunció muy claramente este falso dilema, según el cual habría que elegir entre la fidelidad a la Iglesia y la fidelidad a la Fraternidad. ¡No! Ser fiel a la Fraternidad significa ser fiel a los medios que la Providencia nos ha dado para permanecer fieles a la Iglesia. No es una elección. Y Monseñor Tissier lo tenía muy, muy claro.

Fiel en el tiempo: ¡eso es lo hermoso! Fue uno de los primeros seminaristas que buscó a Monseñor Lefebvre, en 1969, antes incluso de la fundación de la Fraternidad, sin saber lo que sucedería. Guiado únicamente por la fe y el deseo de servir a Nuestro Señor. ¡En 1969! Nosotros, en retrospectiva, ya sabemos lo que pasó. En 1969, solo había un pequeño puñado de seminaristas, la mitad de los cuales se marcharon incluso antes de que se fundara la Fraternidad. ¡Qué fe, qué fidelidad hasta hoy, hasta el 2024! Fidelidad en el tiempo, perseverancia... La perseverancia es la fidelidad en el tiempo, la fidelidad inquebrantable.

Y fidelidad en las pruebas: todas las pruebas que menciona en la biografía de Monseñor Lefebvre, todas estas pruebas del fundador de la Fraternidad son expuestas a través de los ojos, la atención y el corazón del testigo directo y del discípulo atento y fiel, que comprendió, desde el principio, que la obra de Dios debe ser siempre fructífera por la cruz. Sí, esta cruz que Dios también dio a la Fraternidad desde el principio; y esta cruz que siempre encontraremos, y que es el signo de que la Fraternidad es obra de Dios.

Y en esta fidelidad, y por esta misma fidelidad, Monseñor Tissier goza del mérito de haber sido el primero en recopilar, estudiar, ordenar todos los acontecimientos de la vida de Monseñor Lefebvre, y todas sus enseñanzas. Como discípulo fiel, no quiso que se perdiera nada de lo que Monseñor Lefebvre nos legó.

Esta fue su preocupación constante: que este pensamiento se transmitiera fielmente a las generaciones más jóvenes, a todos nosotros, a las generaciones futuras. Se trata de una preocupación esencial para una obra que busca ser una obra de preservación y transmisión, como lo es la Fraternidad San Pío X. Y se puede decir que, más que cualquier otro miembro de la Fraternidad, Monseñor Tissier hizo suyas las palabras de San Pablo, que el propio Monseñor Lefebvre hizo suyas: “He transmitido lo que he recibido”. Tradidi quod et accepi. Transmití fielmente lo que me fue dado, sin tocar nada, tal como lo recibí, con la delicadeza del discípulo, la humildad del discípulo: cuanto más humildes somos, más fieles seremos al transmitir el tesoro que hemos recibido tal como es, sin tocarlo.

Y en este tesoro que Monseñor Tissier transmitió fielmente, como toda persona brillante, como un verdadero biógrafo de Monseñor Lefebvre, ciertamente supo sintetizar este pensamiento y este material en torno a una idea central, que se repetía sistemáticamente en sus sermones, en sus discursos: la idea de Cristo Rey. Para Monseñor Tissier esto era mucho más que un lema episcopal. Se puede decir que esta fue la estrella de todo su episcopado: los derechos de Nuestro Señor sobre las almas, sobre las conciencias, los individuos, la Iglesia, la familia y la sociedad. ¡Cuántas veces Monseñor Tissier habló sobre este tema! Esta fue realmente la idea central en torno a la cual reordenó y reorganizó todo.

Y esta fidelidad no fue solo una fidelidad teórica a los principios. Esta fidelidad se tradujo en el cumplimiento de su deber de estado hasta el final. Y tal vez yo puedo ser el primer testigo en decirlo: Monseñor Tissier quiso servir a la Fraternidad hasta el final, más allá de sus fuerzas. Era increíble, a pesar de su edad.

¿De dónde venía esta fuerza? ¿De dónde venía tal fuerza? Provenía del amor a Nuestro Señor y del amor a la Fraternidad. Y les puedo asegurar que cada vez que intentamos –que intenté, perdón por hablar en primera persona– sugerir a Monseñor viajar quizás un poco menos, para aligerar sus tareas… fue inútil, fue imposible. No lo logré. No lo logré... Pero ahora, ahora, ese es el recuerdo más hermoso que guardaré de Monseñor Tissier. Y es un ejemplo para todos los miembros de la Fraternidad: ¡encontrar la fuerza en Nuestro Señor! Encontrar una fuerza que va más allá de la fuerza física que nos queda. Hasta el final, hasta los últimos minutos de nuestra vida. ¡Qué gran ejemplo!

 

3. El futuro de la Fraternidad

Por supuesto, ahora todos nos preguntamos: ¿Qué va a pasar? Hemos perdido un obispo. ¿Cómo vive la Fraternidad este momento? Y, sobre todo, ¿cómo vivirá el futuro? ¿El futuro próximo, con todo lo que eso implica?

La Fraternidad vive este momento en calma, en oración, en agradecimiento a la Providencia por habernos dado un obispo así. Y la Fraternidad no tiene prisa. Simplemente sigue las señales de la Providencia.

Esta misma Providencia que siempre nos ha mostrado su ayuda en los momentos más críticos, más difíciles. Esta Providencia a la que este joven de 24 años se entregó en 1969, y que lo guio hasta hoy. Esta Providencia que ha guiado a la Fraternidad en medio de la peor tormenta de la historia de la Iglesia... Esta Providencia no nos va a abandonar hoy. Esta Providencia no nos va a abandonar mañana. Ya nos ha demostrado sobradamente su ayuda, su asistencia. Y por eso nuestro duelo de hoy se mezcla con una confianza renovada.

Entonces, ¿qué cambia esto? Solo una cosa cambia ahora, solo una cosa: la certeza y el agradecimiento por tener un obispo menos en la tierra, pero alguien en la eternidad que vela por la Fraternidad. Tenemos un nuevo protector, que en la eternidad continúa cuidándonos, continúa asistiéndonos a través de su oración, y continúa, a través de los recuerdos que ha dejado, por supuesto, a través de su ejemplo, indicándonos hacia qué dirección debemos ir. Esto es lo que cambia para nosotros.

Aprovecho también estas palabras para agradecer todas las oraciones, todos los mensajes dirigidos a la Fraternidad en estos últimos días, que atestiguan a la vez el gran aprecio que todos tenían por Monseñor Tissier y el apego de todos a la Fraternidad. Les agradezco por todas estas oraciones y, por supuesto, los invito a seguir orando por el descanso del alma de Monseñor Tissier, y por la Fraternidad en este momento particular.

Todo esto lo encomendamos a la Santísima Virgen. Monseñor Tissier era un gran devoto suyo. La devoción de la Fraternidad era suya, y no tenemos duda de que es sobre todo bajo su protección que el futuro estará en continuidad con el pasado, y con la historia de la Fraternidad tal como se ha desarrollado hasta hoy, y como Monseñor Tissier en particular supo encarnarla y representarla.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.