Sermón de Monseñor Fellay en las primeras ordenaciones en Dillwyn

El viernes 7 de julio del 2017, su Excelencia Monseñor Bernard Fellay ordenó nueve sacerdotes y seis diáconos en el nuevo seminario de Santo Tomás de Aquino en Dillwyn, Virginia.
Sermón de las ordenaciones
Monseñor Fellay dio un sermón sobre la naturaleza del sacerdocio, que resumiremos a continuación.
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El Hombre de Dios
Por primera vez, este suelo es testigo de la inmensa felicidad de Dios Todopoderoso y de la Santa Madre Iglesia por esta cosecha de diáconos y sacerdotes. ¿Quienes son estos hombres? La Sagrada Escritura nos dice que un sacerdote es un hombre de Dios. No es de esta tierra. En su ordenación, el sacerdote recibe algo real en su alma. Son seres humanos, con un cuerpo y un alma, con virtudes y defectos. Lo que recibirán el día de hoy los ayudará, y también los cambiará. En la filosofía se dice que cuando se añade un accidente la sustancia se modifica. Sucede lo mismo con un hombre que es hecho sacerdote, pero también se transforma su naturaleza. El sacramento de la ordenación sacerdotal penetra profundamente en el alma, tanto que no puede ser borrado - ni con la edad, la muerte o el pecado. El alma cambia para siempre.
Este hombre de Dios es elegido por Dios. Es un profeta porque habla en nombre de alguien más. Dios ha elegido a estos hombres para ser sus portavoces en el mundo. Deben recordarle a las creaturas a Dios y sus derechos; estas cosas siempre deben tener prioridad. Dios es su fin y su plenitud, sus Diez Mandamientos, su Hijo Unigénito, Nuestro Señor Jesucristo.
Los diáconos
"Dios habla a sus creaturas," continuó su Excelencia. Esta Palabra le ha sido confiada al diácono, quien recibe el Evangelio en la ceremonia de ordenación. Cada vez que el sacerdote lee el Evangelio en la Misa, lo besa. Tal vez no entendamos completamente la importancia de comunicar el Evangelio, pero el demonio sí que lo entiende. Dificulta la difusión del Evangelio a través del miedo al mundo. Debemos resistir al demonio. Es real. La Santa Madre Iglesia fortalece a los que nos dan esta Palabra. Se trata de una lucha a muerte contra el demonio y todos sus seguidores. La lucha va más allá de las fuerzas humanas, pero Nuestro Señor les da a los hombre el Espíritu Santo para que puedan luchar.
Nuestro Señor dijo a San Pedro que debía dar testimonio de su omnipotencia. Los apóstoles sintieron temor por esta causa, pero Nuestro Señor les dijo: "¡No teman! Les daré al Espíritu Santo." Desde siempre, la Iglesia ha librado esta batalla espiritual contra el demonio y contra todos aquellos que difunden el error.
A los diáconos les digo que esta Palabra pertenece a Dios y a la Iglesia. No se sientan superiores a la Iglesia ni traten de juzgarla. Sean hijos de la Iglesia. Es verdad que muchos prelados y cardenales no han sido fieles. Pero la Iglesia es el Cuerpo Místico. Es un cuerpo incorporado en Nuestro Señor Jesucristo. Absolutamente todas las gracias se consiguen a través de la intervención inmediata de Nuestro Señor. Los sacerdotes y los diáconos son únicamente sus instrumentos.
Los sacerdotes
En la Santa Eucarístia, Nuestro Señor proprocionó un medio para multiplicarse a sí mismo. Existe un solo Jesús, un solo Cuerpo y una sola Alma. En cada hostia, está presente completa y enteramente. Se multiplica a sí mismo a través de la presencia real. Pero se oculta. Nuestro Señor Jesucristo es el sacerdote y la víctima. Sólo hay un sacerdote: Jesús. Sólo Él puede absolver en la confesión. En la Misa, el sacerdote abre la boca y dice: "Éste es mi Cuerpo," y es Jesús quien está hablando. Estas palabras no pertenecen al hombre; pertenecen a Jesús.
Dios es el único que tiene poder en sus palabras para crear lo que dice. ¿Cómo creó Dios el mundo en el Génesis? Por medio de la palabra. Por su poder, hace realidad lo que dice.
Este poder le es dado al sacerdote cuando confiere los sacramentos.
Cuando el sacerdote habla, la santidad completa e infinita de Dios penetra. Las manos del sacerdote están consagradas - están destinadas a bendecir. Los tesoros que Dios ha depositado en sus sacerdotes van más allá de la comprensión humana. El sacerdote en sí es una señal del amor de Dios. San Juan María Vianney dice que si entendiéramos lo que es un sacerdote, moriríamos de amor.
Un sacerdote es un mediador que une a Dios y al hombre después de haber sido separados por el pecado. El sacerdote repara el daño causado por el pecado. Cuando Dios elige a un sacerdote, elige una víctima. Es algo difícil de comprender. Algo que no gusta a nuestra naturaleza humana. Pero una vocación es una llamada al sacrificio.
Cada Misa es una señal sagrada de un sacrificio invisible. En la Misa, Nuestro Señor mismo perpetúa el sacrificio del Calvario. Este sacrificio se consuma con la comunión del sacerdote, quien está obligado diariamente a hacer este sacrificio. En cada sacrificio, los sacerdotes nos ofrecemos a nosotros mismos. Todos los sacerdotes deberían decir: "Estoy inmolado con el sacrificio de la Cruz. Estoy muerto con Jesús." Es el sacerdote quien borrará el pecado del mundo. Ser sacerdote es algo muy serio. El hombre moderno quiere deshacerse del pecado; no tiene sentido del pecado. Quiere deshacerse de la mortificación y la muerte. Pero Nuestra Señora dijo que hay muchas almas que van al infierno porque no hay nadie que se sacrifique por ellas. Hacer un sacrificio es doloroso.
Es difícil entender la caridad, que no es otra cosa más que amor. La caridad es buena, amable y suave. Hay que ver lo que Dios pide a aquellos a quienes más ama. ¿A quién ama Dios más que a la Santísima Virgen María? Y ya sabemos lo que Dios dispuso para ella.
El Sagrado Corazón
Hoy es primer viernes de mes, día del Sagrado Corazón de Jesús, que es una señal visible del amor de Dios. El Sagrado Corazón fue abierto por una lanza para mostrarnos el amor de Dios, y está rodeado de espinas por nuestra ingratitud. Lo mismo sucede con el Corazón Inmaculado, que está coronado de rosas y rodeado de espinas. El sacerdote debe ser como estos dos corazones, y su vocación es el cumplimiento de esto.
El mundo odia a Dios, la maldad y mezquindad de las creaturas está contra Dios. El sacerdote debe vencer al mal con el bien. El sacerdote nos recuerda el amor de Dios. Es el embajador de Dios. Cuando su bondad brilla, tocará los corazones para continuar la obra de Dios, es decir, la salvación de las almas.

Fin del día
Luego de la ceremonia, los nuevos sacerdotes ofrecieron su primera bendición, empezando por sus familias. En la tarde, se llevó a cabo una bendición de las campanas. Este día, lleno de favores celestiales, finalizó con una procesión con antorchas en honor a Nuestra Señora de Fátima. La procesión, que estuvo presidida por Monseñor Fellay, concluyó con el canto de Completas.