Sínodo sobre la Sinodalidad: balance y perspectivas

Fuente: FSSPX Actualidad

Conferencia de prensa al final del Sínodo, 27 de octubre de 2024

El XVI Sínodo de los Obispos, dedicado a la sinodalidad, finalizó el 27 de octubre de 2024, dejando en manos del Papa Francisco un documento resumido que este último se contentó con promulgar, haciéndolo parte de su magisterio. La secretaría del Sínodo, sin embargo, aclaró que este gesto no lo convierte en “normativo”

Los cinco artículos anteriores han analizado el contenido del Documento Final (DF). Parece que los responsables del Sínodo se han cuidado de que no haya excesos sobre los temas delicados que animaron la sesión anterior y los debates intermedios. Pero la cuestión principal radica en otra parte.

Un contenido relativamente "neutro"

"Relativamente" según lo que esperaban muchos de los participantes en el Sínodo, desde las parroquias y los países hasta las asambleas continentales y los resultados de la primera sesión celebrada en octubre de 2023. El tema de la homosexualidad se ha omitido, y la cuestión de la ordenación de mujeres al diaconado solo aparece para señalar que aún no está "madura".

La definición de sinodalidad dada en el DF retoma los trabajos de la Comisión Teológica Internacional (CTI). La "corresponsabilidad", una de las palabras clave del Sínodo, se utilizó para promover el poder de los laicos, despojando al clero del poder que le fue confiado por el propio Cristo. El sensus fidei, entendido como un "instinto" de los fieles, otorga infalibilidad a los fieles.

Se disminuye el poder de decisión, haciéndolo depender de un poder puramente consultivo. El personal de la Iglesia debería ser objeto de un control regular, y los órganos de participación existentes -que a menudo incluyen a laicos- deberían desarrollarse e incluso abrirse a los no católicos. El "consenso", otra consigna, debe buscarse a toda costa en la toma de decisiones.

La parroquia debe replantearse como una célula de una ONG, y deben celebrarse regularmente consejos especiales, lo que puede parecer inesperado, pero es perfectamente coherente para quienes saben lo que ocurre entre bastidores. La función papal debe replantearse en términos de sinodalidad. Por último, la formación del clero debe revisarse en el mismo sentido.

El proceso es más importante que el contenido

Quienes se alegran de que el Papa Francisco haya decidido no escribir una exhortación postsinodal y de que el DF -según los detalles dados por la secretaría del Sínodo- no tenga valor normativo, están muy equivocados, porque lo importante no es el contenido: es el proceso pacientemente iniciado a lo largo de estos tres años.

El Papa ha querido poner en marcha una dinámica, un modus operandi como hábilmente dice la CTI. Uno de los elementos recurrentes del DF es la mención de la práctica de la "conversación en el Espíritu", una de las señas distintivas del Sínodo (5 veces). En cuanto a la experiencia y la "vivencia" del método sinodal, aparecen en todas las páginas del texto.

No hay que pensar que el Sínodo provocará un maremoto de prácticas "sinodales" en la Iglesia: es quizá lo que esperan algunos, los ingenuos del Sínodo, pero no sucederá, por muchas razones, como la habitual resistencia al cambio, el rechazo de una parte del clero e incluso de los fieles, la dificultad de implantación, y muchas otras razones.

En cambio, el método se utilizará allí donde se espera, o incluso donde ya está presente: el ejemplo del Camino sinodal es demasiado fácil de dar, pero Bélgica, Suiza, Luxemburgo, Sudamérica y quizás otros países se apresurarán a poner en marcha lo que ya han preparado y que solo esperaba el impulso que les daría el Sínodo.

En otras palabras, lo que este sitio ha denunciado y que también han anticipado miembros de la jerarquía, como el cardenal Joseph Zen Ze-kiun, va a empezar a suceder rápidamente: una Iglesia a varias velocidades en la que se crearán divergencias de diversos grados de importancia, más o menos graves, entre los países. El resultado será una protestantización galopante y la ruptura de la unidad católica.

Varios actores importantes -como el episcopado alemán- no han ocultado sus intenciones, declarando en voz baja que habría un consejo sinodal nacional abierto a los laicos, como prevén las decisiones del Camino Sinodal, pero que actualmente está "bloqueado" por Roma. Bloqueado es probablemente una palabra demasiado fuerte.

Habrá eventos sinodales en los diferentes países, y por qué no concilios especiales, como sugiere el DF. Esto se debe a que, según el nuevo Código de Derecho Canónico, está permitido incluir a laicos en estas reuniones, siempre que sea en menor proporción que el clero. El Camino Sinodal había sorteado esta dificultad, pero ahora, con este Sínodo, prácticamente ha desaparecido.

Este movimiento centrífugo respecto a Roma, centro de la Iglesia, se ha hecho casi ineludible en las condiciones actuales. Y la antigua propuesta del Papa de dar más responsabilidad a las Conferencias Episcopales, propuesta recogida en el DF, dará un impulso adicional.

Esta superioridad del proceso sobre el contenido ilustra el principio del Papa Francisco enunciado en su encíclica Evangelii gaudium: "el tiempo es superior al espacio", lo cual, según él, "se adapta muy bien a la evangelización, que exige tener presente el horizonte, adoptar procesos posibles y caminos amplios". Y, añade, "permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por los resultados inmediatos".

El cisma se convierte en unidad

Con la sinodalidad, Francisco ha puesto en marcha un proceso que se autoperpetúa para crear un mosaico, la base ideal para un ecumenismo que "reúne las diferencias en una armonía", como se dijo en el Sínodo. Se alcanzará así la culminación de las aspiraciones ecuménicas del Concilio Vaticano II: la Iglesia católica se integrará en un vasto conjunto con las demás "comuniones".

Se pondrá así fin al "escándalo" denunciado repetidamente por los progresistas, de la división entre los cristianos, no por conversión a la única Iglesia, la católica, sino por dilución en un todo que correspondería a la noción de un cisma generalizado, según la famosa fórmula de Tertuliano hablando de las sectas heréticas: "El cisma es su misma unidad".

¿Y qué será del papado? Ya no será asunto de Francisco, quien habrá desaparecido, sino que habrá dejado a su sucesor el legado de una Iglesia ingobernable, dispersa por las periferias donde la fe morirá, separada de su fuente.

Pero para un verdadero discípulo de Jesucristo, la esperanza de hoy debe ser tanto más fuerte cuanto que es precisamente cuando la tempestad parece querer engullir la barca de Pedro que, con un gesto, su divino Fundador provoca una gran calma. Debemos esperar con fe esta intervención de nuestro Divino Salvador.