Sínodo sobre la Sinodalidad: el "Instrumentum laboris" (2)
Ilustración gráfica de la conversación en el Espíritu
El estudio del Instrumentum laboris (IL) para la próxima asamblea del sínodo de los obispos que se realizará en octubre, puede llevarse a cabo tomando en cuenta varios aspectos. El primer artículo consideró el método de elaboración de este documento a través de las dos primeras fases: la diocesana, con una síntesis por país, luego la continental, que reunió a los países de un mismo continente.
La forma en que el IL presenta los resultados obtenidos parte de la inmanencia, en la que no es el resultado objetivo lo que cuenta, sino lo que las personas piensan o sienten durante una discusión o un intercambio acerca de un tema determinado. Del conjunto de esta "experiencia" no resulta una definición, sino una descripción -una comprensión- de lo que es una Iglesia sinodal.
El IL propone, siempre desde el ángulo del método, la sistematización de este método bajo el título: "Un modo de proceder para la Iglesia sinodal: la conversación en el Espíritu". Es necesario reflexionar sobre este método y especialmente sobre sus presupuestos teológicos.
Un método descubierto por el proceso sinodal
"A lo largo de la primera fase del sínodo y en todos los continentes, se reconoce la fecundidad del método aquí llamado "conversación en el Espíritu" adoptado durante la primera fase y llamado en ciertos documentos "conversación espiritual" o "método sinodal" (n. 32).
El texto intenta explicar el alcance de este método: "El término 'conversación' no indica un simple intercambio de ideas, sino una dinámica en la que la palabra hablada y escuchada genera una familiaridad que permite a los participantes intimar entre sí. La especificación 'en el Espíritu' identifica al auténtico protagonista (n. 33)".
Y más adelante: "la conversación entre hermanos y hermanas en la fe abre el espacio para 'una escucha común' del Espíritu" (Ibíd.). Así, como en un concilio, para el cual Cristo prometió al Espíritu Santo, la conversación entre fieles puede resultar en la recepción de una iluminación particular.
Continúa el documento: "En las Iglesias locales que la practicaron durante la primera fase, la conversación en el Espíritu se 'descubrió' como el clima de escucha y confianza que permite compartir las experiencias de vida y como un espacio de discernimiento de la Iglesia sinodal (n. 34). La comunidad se vuelve así capaz de recibir y discernir la nueva revelación, o al menos de interpretar la Revelación de una manera nueva.
"En los documentos finales de las Asambleas Continentales, esta práctica se describe como un momento de Pentecostés, una oportunidad para vivir la experiencia de ser Iglesia y pasar de la escucha de los hermanos y hermanas en Cristo a la escucha del Espíritu (Ibíd.)". El término Pentecostés reafirma la capacidad de recepción de la comunidad.
El propósito de este método se explica a continuación
"Concretamente, la conversación en el Espíritu puede describirse como una oración compartida para un discernimiento común, para el cual los participantes se preparan mediante la reflexión personal y la meditación" (n. 37). Por tanto, el objetivo es discernir, pero ¿discernir qué y cómo? Esto se especifica en los tres pasos de este método.
"El primero está dedicado al uso de la palabra de todos y cada uno, a partir de su propia experiencia personal releída en la oración durante el tiempo de preparación. Los otros escuchan en silencio sin entrar en debates o discusiones sabiendo que cada persona tiene una valiosa contribución que hacer (Ibíd.)."
En la segunda etapa "cada miembro del grupo toma la palabra: no para reaccionar y contradecir lo escuchado, reafirmando su propia posición, sino para expresar lo que, durante la escucha, le ha conmovido más profundamente y por aquello que se siente más interpelado (Ibíd.)."
Finalmente, el tercer paso es "identificar los puntos clave que han surgido y llegar a un consenso sobre los frutos del trabajo común (…) en los que se pueda sentir representado. (…) Se debe ejercer el discernimiento, atendiendo a las voces marginales y proféticas, sin descuidar la importancia de los puntos en los que surgen los desacuerdos (n. 39)".
El método parece crucial según los redactores: "Dada la importancia de la conversación en el Espíritu para animar la experiencia de la Iglesia sinodal, la formación en este método, y en particular el desafío de tener personas capaces de acompañar a las comunidades en esta práctica, se percibe como una prioridad en todos los niveles de la vida eclesial (n. 42)."
La profunda razón teológica del método
Lo que explica la necesidad de este método, es ante todo la profunda voluntad inclusiva: "una Iglesia sinodal es una Iglesia abierta y hospitalaria. Habla a todos y todas. Este movimiento del Espíritu atraviesa todas las fronteras para involucrar a todos en su dinamismo. (n. 26)" Todo debe ser bien comprendido por todos los humanos. Todos pueden participar y deben ser escuchados.
Esto es particularmente importante para la dimensión ecuménica de la Iglesia, como se explica más adelante: "En el único bautismo, todos los cristianos participan del sensus fidei o sentido sobrenatural de la fe (cf. Lumen Gentium 12), por lo que, en una Iglesia sinodal, todos deben ser escuchados con atención (B 1.4 a)".
Esta afirmación es fundamental y profundamente errónea. Este error sobre el sensus fidei es el fundamento de la idea de Iglesia sinodal y es la fuente de toda su fragilidad, e incluso de su inutilidad. En primer lugar, es totalmente ajeno a la Escritura y la Tradición decir que el sensus fidei se extiende más allá de la jurisdicción de la Iglesia, en otras palabras, entre otros cristianos no católicos.
La razón profunda de esto radica en que este sensus fidei, que puede traducirse como "sentido de la fe" o incluso "instinto de la fe", depende directamente del Magisterio de la Iglesia, por lo que no puede encontrarse en aquellos que no están sujetos y menos aún entre los herejes.
Otra razón es que, contrariamente a lo que se supone –y a veces se afirma– en el documento, la fe de los fieles no es en modo alguno una fuente del Magisterio, ni un lugar teológico: es sobre todo una recepción de la enseñanza de Cristo a través de la Iglesia, de la que saca todo lo que es. Es la fe de los fieles que han recibido esta enseñanza.
Toda la Iglesia y el proceso sinodal aparecen suspendidos en la aparición de una "novedad" en la Iglesia a través del sensus fidei, ciertamente asumido y "discernido" por la jerarquía, pero novedad al fin y al cabo. Es una distorsión del sensus fidei provocada por el Concilio Vaticano II, paralela a la elevación del sacerdocio común de los fieles en detrimento del sacerdocio consagrado.
Se trata de una transposición de la democracia moderna dentro de la institución de la Iglesia: después de una "consulta a la base", y una ascensión por varios cauces, hay que discernir la novedad que surge del Pueblo de Dios, o incluso teorizar o dogmatizar para "reformar" la Iglesia.
Este grave error solo puede conducir a un callejón sin salida: si el pueblo así consultado y exaltado llegara a proponer elementos contrarios o divergentes a la fe, ¿qué hará el discernimiento episcopal? Si se niega, la decepción -y el reclamo- será acorde con el sentimiento de frustración experimentado. Si acepta, entonces introduce la incoherencia en la fe... que también puede llamarse: herejía.
Continuará...
Fuente: Saint-Siège - FSSPX.Actualités
Imagen: © synod.va