Sínodo sobre la Sinodalidad: resumen de la fase diocesana en Francia

Nuestra Señora de Fourvière
El 15 de junio, los obispos de Francia presentaron la síntesis –o la colecta como la llaman– de los resúmenes sinodales diocesanos o particulares, antes de enviarla a Roma con un breve documento de acompañamiento, tras una reunión extraordinaria en Lyon.
Este documento lamenta que el proceso sinodal no haya llegado al "pueblo de Dios" en toda su diversidad, especialmente a las generaciones más jóvenes. Una constatación que también ha tenido lugar en otros países, como España.
La colecta especifica que el proceso sinodal movilizó a más de 150,000 personas en Francia, lo que representa solo el 10% de los católicos practicantes -frente a las 215,000 personas anunciadas por el documento español-.
Una Iglesia más fraterna
Es verdaderamente un leitmotiv: el adjetivo "fraterno" se encuentra nueve veces en un documento de menos de 12 páginas. Y la "escucha", diecinueve veces.
El primer punto que plantea la colecta es la importancia de "apoyarse en la Palabra de Dios". Lo cual puede ser algo bueno pero, desafortunadamente, el documento reconoce una falta significativa de formación en otros lugares. Sin embargo, para formarse, no es la Biblia lo que hay que leer, sino el catecismo. Ciertamente, la lectura del Santo Evangelio es siempre enriquecedora, si y solo si, el lector tiene una formación inicial, de lo contrario el error de interpretación es inevitable.
Este capítulo llama a una mejor formación en la homilética de los sacerdotes. Pero esto "incumbiría también a cualquier laico llamado a predicar". Hablaremos de estas personas en breve.
El segundo capítulo pide "dar signos creíbles de la bondad de Dios y de la igual dignidad de los bautizados". Esto se manifestará ante todo por la continuación de la experiencia de la sinodalidad. En otras palabras, una Iglesia en estado de sínodo.
Y la segunda manifestación debe ser la de tener "ministerios al servicio del encuentro entre Dios y las personas". Esto se centra especialmente en los sacerdotes, para quienes "se desea que el celibato se deje a su libre elección, y así la ordenación sacerdotal y el matrimonio sean compatibles".
Ante tal propuesta del "concilio pastoral" holandés, Pablo VI reaccionó enérgicamente. Pero, ¿qué hará Francisco, que instó a los fieles sabiendo muy bien que esta sería una petición inevitable?
El tercer signo creíble se refiere a "la igual dignidad de los bautizados". La colecta explica que "sobre la cuestión del lugar dado a las mujeres en la Iglesia, las síntesis perciben una urgencia, así como innumerables heridas.
"Las heridas provienen de las dificultades en las relaciones con sacerdotes y obispos, de la flagrante desproporción entre el número de mujeres involucradas en la Iglesia y las mujeres que están en condiciones de decidir. Aunque se aprecia el servicio de las mujeres, su voz parece ser ignorada. Que contribuyan eficazmente a los múltiples discernimientos de las Iglesias locales es objeto de una clamorosa expectación.
"Es aquí donde se identifica una urgencia en muchas síntesis. El trato que se da a la mujer en la Iglesia no se ajusta a su misión, en un momento en que la igualdad entre hombres y mujeres se ha convertido en una evidencia común".
La consecuencia de esto es sobre todo la petición de que las mujeres puedan pronunciar la homilía, pero también que puedan ser ordenadas al sacerdocio. Lo cual es estrictamente imposible, por derecho divino...
Se necesita un cuarto signo creíble: la corresponsabilidad entre clérigos y laicos. Esto significa a nivel de las diócesis: la reivindicación de auténticos contrapoderes - por ejemplo, con consejos compuestos por bautizados elegidos; la existencia de una subsidiariedad real, que consiste en delegar la toma de decisiones; y que a los laicos llamados a ejercer algún cargo de responsabilidad se les ofrezca una formación adecuada.
La liturgia también aparece en los signos creíbles que deben implementarse. Esta es otra oportunidad para recalcar el punto: "Hay tantas menciones de un profundo desacuerdo respecto a la negativa de que las niñas puedan servir en el altar o que las mujeres ingresen al coro para el servicio litúrgico que no puede haber duda de un sufrimiento real experimentado y una apremiante expectativa sobre este tema".
Finalmente, el tercer capítulo se titula "Vivir como hermanos y hermanas en Cristo". Se divide en "servir a la fraternidad" y "cultivar la escucha y el diálogo". Esta es una oportunidad para confundir la verdadera fraternidad, la que une a los miembros de Cristo, con una vaga fraternidad universal, que debe abarcar todo y a todos.
Si bien la benevolencia y la caridad del discípulo de Cristo deben hacer que ame a todos, esto no significa que todos puedan acceder libremente a los sacramentos. No obstante, esta es la afirmación central del párrafo:
En muchas síntesis "resuena a menudo el sufrimiento de quienes se sienten excluidos de las comunidades y/o de los sacramentos (homosexuales, divorciados vueltos a casar, etc.), así como de quienes presencian tales exclusiones. Según un gran número de síntesis, estos constituyen un serio contratestimonio".
Un big-bang… ya realizado
El columnista religioso de Le Figaro, titula su comentario sobre esta síntesis: "Los obispos de Francia listos para un big-bang de la Iglesia". Desafortunadamente, esto está lejos de la realidad, porque esta síntesis muestra sobre todo que el big-bang ya se ha producido.
Ciertamente, queda bastante claro que fue la franja más progresista de católicos franceses la que participó en este proceso sinodal. Pero es precisamente la minoría activa la que tiene peso. Y este grupo simplemente ya no sabe lo que es la religión católica, que confunden con un vago sentimiento religioso. La encíclica Pascendi (8 de septiembre de 1907) lo decía y lo anunciaba muy bien: ya hemos llegado a ese punto.
Una segunda conclusión es la similitud de una serie de demandas con la revolución del Camino Sinodal alemán. Y esto no es sorprendente, este último se adelantó dos o tres pasos, y marcó "la escucha y el diálogo" en el Sínodo Universal.
Finalmente, la tercera conclusión, es la responsabilidad más que abrumadora del Papa Francisco. En efecto, la culpa del desorden ya creado en las mentes y que, pronto, se verterá en los hechos, recae completamente sobre él. Cuando estos resultados -verdaderos libros de quejas- sean refrendados, aunque sea parcialmente, lo que ya es demasiado, ¿qué hará el rebaño desilusionado? Desertará.
La prueba de ello ya la ha dado el "Concilio Pastoral" holandés, una verdadera anticipación de este Sínodo, con el resultado de un desastre del que la Iglesia de los Países Bajos aún no se ha recuperado.
Fuentes: eglise.catholique.fr/Le Figaro – FSSPX.Actualités
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