Sínodo sobre la Sinodalidad: un fruto maduro del Concilio Vaticano II (4)
El XVI Sínodo de los Obispos, dedicado a la sinodalidad, finalizó el 27 de octubre de 2024, dejando en manos del Papa Francisco un documento resumido que este último se contentó con promulgar, haciéndolo parte de su magisterio. La secretaría del Sínodo, sin embargo, aclaró que este gesto no lo convierte en “normativo”. ¿Pero qué contiene este documento?
El primer artículo analizó el primer capítulo del Documento Final (DF), que se presenta como el “corazón de la sinodalidad”, intentando definirla, lo cual logra gracias a los textos de la Comisión Teológica Internacional (CTI). El segundo artículo examinó las relaciones planteadas por el sínodo y la forma en que se despoja al clero de su tarea.
La tercera parte examina la "conversión de los procesos", o la aplicación de una estructura "democrática" en la Iglesia.
Este cuarto artículo considera el "intercambio de dones y el entrelazamiento de vínculos" en la Iglesia, que el Sínodo propone cultivar "bajo nuevas formas". Este capítulo se abre en el nº 110 con largas consideraciones socioculturales sobre el "territorio", el "lugar", el "tiempo", la "urbanización", la "movilidad humana", la "cultura digital", etc.
El nº 114 concluye que "esta evolución social y cultural exige que la Iglesia se interrogue sobre el significado de su dimensión 'local' y cuestione sus formas organizativas para servir mejor a su misión". En otras palabras, es necesario "reconsiderar la configuración" de la parroquia, y poner de relieve los "lugares intermedios" entre la Iglesia local y la Iglesia universal: provincias eclesiásticas, agrupaciones de Iglesias.
A continuación se expone una definición de la Iglesia "a nivel local y en su unidad católica", que "se propone como una red de relaciones a través de la cual circula y se promueve la profecía de la cultura del encuentro, de la justicia social, de la inclusión de los grupos marginados, de la fraternidad entre los pueblos, del cuidado de la casa común" (n° 121). Por tanto, una parroquia...
Es en esta red donde circula el "intercambio de dones", crucial "en el camino hacia la unidad entre las Iglesias cristianas". Así, "el ejemplo de los santos y testigos de la fe de otras Iglesias y Comuniones cristianas es también un don que podemos recibir, incluyendo su memoria en nuestro calendario litúrgico". Llevando a cabo lo que el Papa Benedicto XVI había declarado imposible... Pero poco importa.
Conferencias episcopales y asambleas eclesiales
Esta sección es interesante por tres razones. En primer lugar, permite establecer un principio de destrucción de la unidad católica, exigido en particular por la síntesis sinodal de Bélgica: "adoptar un estilo sinodal permite a las Iglesias moverse a ritmos diferentes (n° 124)", y por tanto tener “verdades diferenciadas” según tiempos y lugares.
Luego, pide una aclaración sobre "el alcance de las competencias doctrinales y disciplinarias de las Conferencias Episcopales", petición curiosa, tanto más cuanto que va unida además a lo siguiente: "precisar el vínculo eclesial que las decisiones tomadas por una Conferencia Episcopal generan, respecto a su propia diócesis, para cada obispo que haya participado en esas mismas decisiones” (n° 125).
Esto puede verse como una petición de alineamiento: “una sola cabeza”; o lo contrario de la protesta de algunos obispos que quieren seguir mandando en su territorio. Pero, en definitiva, sería bueno hacer esta aclaración, como solicitó recientemente el cardenal Walter Brandmüller en un notable artículo.
Finalmente, según el deseo del mismo cardenal en su artículo, se pide "revalorizar la institución de los Concilios Particulares, tanto provinciales como plenarios, cuya celebración periódica ha sido una obligación durante gran parte de la historia de la Iglesia y que están previstos por el derecho vigente en el ordenamiento latino” (n° 129), lo cual resulta bastante inesperado.
El Papa
Eran de esperar exigencias “audaces” respecto de la función papal, y no faltaron. Primero, en el n° 134: “La reflexión sobre el ejercicio del ministerio petrino en clave sinodal debe realizarse en la perspectiva de la 'saludable descentralización’” (Evangelii Gaudium 16), pedida con insistencia por el Papa Francisco y solicitada por muchas Conferencias Episcopales".
Una descentralización que afectaría a la disciplina y al poder ejecutivo de las Iglesias y de las instituciones eclesiales locales. Esto se vuelve preocupante, porque incluso la disciplina se remite a la doctrina. Pero no es inimaginable.
En el n° 137, se hace referencia directa al Primado: "El Sínodo acoge con satisfacción la reciente publicación del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos "El Obispo de Roma. Primacía y Sinodalidad en los Diálogos Ecuménicos y Respuestas a la Encíclica Ut unum sint", que ofrece perspectivas para una profundización posterior. El punto que sigue aclara esta idea.
Se trata nada menos que de cuestionar el Concilio Vaticano I a través de "una relectura o un comentario oficial de las definiciones dogmáticas del Concilio Vaticano I sobre el primado, una distinción más clara entre las distintas responsabilidades del Papa, la promoción de la sinodalidad y la búsqueda de un modelo de unidad basado en una eclesiología de comunión".
¿Cómo será esta “relectura”? Sin duda, irá en el sentido de una redefinición del primado según "el primer milenio", lo que significa, en boca de quienes utilizan esta referencia, que se trata más bien de un primado de honor, como pretenden los ortodoxos. Pero que hoy es una herejía según el Concilio Vaticano I.
Finalmente, el n° 138 quiere "imaginar prácticas sinodales ecuménicas, incluso formas de consulta y discernimiento sobre cuestiones de interés común y urgente, como la celebración de un sínodo ecuménico sobre la evangelización”. Donde es evidente que los miembros del sínodo ya no tienen fe.
Porque la evangelización es responsabilidad de la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Aquellos que no tienen la fe católica, ¿qué pueden enseñar sino cisma o herejía? ¿Y es con ellos con quienes debemos asociarnos para mezclar con el poder de Cristo los fermentos de destrucción, todo con el fin de evangelizar? ¿Cómo podría aprobarse un texto así por 348 votos contra 7?
El ecumenismo del Concilio muestra todo su poder venenoso, que hoy envenena las mentes católicas y las priva del tesoro de la fe.
Fuente: Saint-Siège – FSSPX.Actualités
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