Sínodo sobre la Sinodalidad: un fruto maduro del Concilio Vaticano II (5)

Fuente: FSSPX Actualidad

El XVI Sínodo de los Obispos, dedicado a la sinodalidad, finalizó el 27 de octubre de 2024, dejando en manos del Papa Francisco un documento resumido que este último se contentó con promulgar, haciéndolo parte de su magisterio. La secretaría del Sínodo, sin embargo, aclaró que este gesto no lo convierte en “normativo”. ¿Pero qué contiene este documento?

El primer artículo examinó el primer capítulo del Documento Final (DF), que intenta definir la sinodalidad. El segundo artículo muestra la forma en que el clero es despojado de su tarea. El tercero trata de la conversión de los procesos, o de la aplicación de una estructura “democrática” en la Iglesia. El cuarto trata de la parroquia, las Iglesias locales y el Papa.

La quinta y última parte trata de “la formación de todos los miembros del Pueblo de Dios en la sinodalidad misionera”.

Este capítulo habla de la catequesis de iniciación cristiana, los lugares de formación como las familias, parroquias, seminarios, comunidades religiosas, instituciones académicas. Pero también de la piedad popular, querida por el Papa Francisco, “que enseña a todo el pueblo de Dios el camino a seguir”. Y de la catequesis.

A esto se suman otras muchas instituciones educativas “como la escuela, la formación profesional, la universidad, la formación para el compromiso social y político, el mundo del deporte, la música y el arte”.

La formación sacerdotal

Los seminarios son tratados en particular en el n° 148: "A lo largo del proceso sinodal se ha expresado ampliamente la petición de que los itinerarios de discernimiento y formación de los que se preparan al Ministerio Ordenado se configuren al estilo sinodal", lo que evidentemente no augura nada bueno.

El texto continúa: "Esto significa que deben prever una presencia significativa de figuras femeninas, instruidas en la vida cotidiana de las comunidades y una educación para colaborar con todos en la Iglesia y practicar el discernimiento eclesial". Un plan que ya está en marcha y que plantea muchas preguntas.

Pero se necesita un cambio más profundo: "La Asamblea pide una revisión de la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis que incorpore las peticiones maduradas en el Sínodo, traduciéndolas en indicaciones precisas para una formación a la sinodalidad. Los cursos de formación deben ser capaces de despertar en los candidatos la pasión por la misión ad gentes.

Por tanto, debería elaborarse una enésima versión de esta Ratio Fundamentalis, que refleje los resultados del Sínodo. Esto nos recuerda a esas incesantes adaptaciones de programas según la teoría más de moda del momento. La Iglesia debe constantemente confeccionar ropa nueva según el progreso posconciliar.

Los obispos no fueron olvidados: "No menos necesaria es la formación de los obispos, para que puedan asumir mejor su misión de componer en la unidad los dones del Espíritu y ejercer en estilo sinodal la autoridad que les ha sido conferida". - Sin comentarios.

Luego viene el punto ecuménico: "El estilo sinodal de formación implica que la dimensión ecuménica esté presente en todos los aspectos del camino hacia el ministerio ordenado", es decir, el ecumenismo debe permear completamente al clero, hasta el punto de preguntarse cuál es el valor del catolicismo sin las otras religiones.

Los temas sobre los que debe centrarse específicamente esta formación se enumeran en el n° 151: "Los temas de la doctrina social de la Iglesia, el compromiso por la paz y la justicia, el cuidado de la casa común y el diálogo intercultural e interreligioso también deben ser más difundidos en el Pueblo de Dios, para que la acción de los discípulos misioneros incida en la construcción de un mundo más justo y fraterno".

Esta cuestión, y otras del mismo tipo ya citadas, llevan a una constatación trágica: el aplanamiento de la fe y la importancia primordial dada a los elementos secundarios; así como la ilusión de que se puede lograr un mundo “más justo y más fraterno” sin Cristo: solo la conversión a Aquel que es “toda justicia” puede permitir a las almas construir un mundo mejor.

Es una concepción rousseaunista, que piensa que los hombres son justos y buenos por naturaleza, y que basta apelar a los buenos sentimientos para que la humanidad se eleve. Es olvidar el pecado original y sus consecuencias, así como la reparación de este terrible estado por la gracia de Cristo. La única elevación posible es convertirse a Él.

Pero este error es común hoy en día y viene desde muy arriba, ya que el Papa Francisco muestra regularmente síntomas que demuestran que lo padece. Llegamos con él –y con este sínodo– a un nuevo nivel de destrucción que el concilio inició y del que sembró las semillas.