Quebec: aumento de donación de órganos tras eutanasia

Fuente: FSSPX Actualidad

Según un estudio publicado en el Canadian Medical Association Journal en enero pasado, el número de donantes de órganos que murieron por eutanasia en Quebec aumentó del 4.9% (8 de 164 donantes) en 2018 al 14% (24 de 171 donantes) en 2022. Si bien la donación de órganos en tales circunstancias es posible desde 2015, en 2018 se dio un nuevo paso decisivo.

Desde esta fecha, Transplant Québec, que coordina el proceso de donación de órganos, anima a los médicos a hablar sobre la donación de órganos con los pacientes que han elegido la eutanasia y que no padecen cáncer metastásico.

Una evolución que muestra la confusión que se está gestando en torno a estas dos prácticas y que revela un poco más los orígenes turbios de la legislación sobre la donación de órganos, así como el cambio en la definición de la muerte.

Una definición utilitarista

Desde sus inicios, la legislación sobre la donación de órganos ha estado cargada de un utilitarismo incompatible con el bien del paciente y con la dignidad humana. Para entender esto, es necesario volver a las fuentes de esta legislación. Karl-Leo Schwering presentó este punto en un artículo de 2009.

“Fue el famoso Informe Harvard publicado en 1968 el que puso en marcha una definición de la muerte basada en la observación de un coma irreversible: la muerte cerebral. También inició la implementación de los trasplantes, cuya expansión parece coincidir tanto con su publicación como con el movimiento de legalización que le siguió. (...)

"Una coincidencia que plantea un problema fundamental: determinar si el proceso de redefinición de la muerte no estuvo motivado en parte por intereses completamente independientes de dicho problema. Intereses que equivaldrían a querer redefinir la muerte para poder extraer órganos y así promover los trasplantes".

En Francia, el 24 de abril de 1968, el Ministerio de Asuntos Sociales precisó los procedimientos para registrar la muerte de una persona en coma tras una reanimación prolongada, que incluía el cese de la actividad cerebral, mediante la circular Jeanneney que legalizó al mismo tiempo la extracción de órganos.

Con la legalización de la eutanasia, surgió la cuestión de la posibilidad de extraer órganos en esta circunstancia, prevista por la clasificación internacional de Maastricht (que también incluye el suicidio asistido) que data de 1995. Canadá adoptó una ley en este sentido, mediante un nuevo giro del espíritu utilitarista.

Lejos de alarmarse por este cambio, el Dr. Matthew Weiss, director médico de donación de órganos en Transplant Québec y autor del estudio, quisiera reforzar la información y mejorar las condiciones para la donación de órganos después de la eutanasia. Según él, aproximadamente el 10% de las personas que solicitan la eutanasia tendrían derecho a hacer una donación.

El estudio también destaca el aumento correlacionado de la eutanasia y la donación de órganos. Se pasó de 968 pacientes que murieron por eutanasia entre 2017 y 2018 a 3,663 pacientes entre 2021 y 2022. La edad media de los donantes tras una eutanasia es de 60 años y la mayoría son hombres. El diagnóstico más común en esta población son los trastornos neurodegenerativos.

Es difícil no cuestionar la autonomía real de un paciente ante la propuesta de un médico para donar sus órganos. La posibilidad de donar órganos tras una eutanasia podría constituir un incentivo indirecto para la eutanasia, o incluso una presión en un contexto de escasez de órganos. Así lo confirma el estudio canadiense.

Las condiciones para la extracción de órganos

Hay un aspecto que no se explica y probablemente no se conoce: las condiciones en las que se lleva a cabo la extracción de órganos. El “paciente” debe estar preparado para la extracción. Luego se le debe administrar un producto “letal”. Pero mientras que la “muerte cerebral” es necesaria para realizar la extracción de órganos, en este caso es suficiente con la muerte “circulatoria”, es decir, el cese de la circulación sanguínea.

Este paro circulatorio dura 5 o 10 minutos, según el caso, manteniéndose la presión arterial al mínimo para asegurar la perfusión de los órganos que deben extraerse antes de ser trasplantados. Lo que significa que el paro circulatorio es solo relativo. En efecto, los médicos están adoptando un nuevo concepto de muerte, con el único fin de extraer órganos.

Esta sobrepuja está relacionada con la creciente demanda de trasplantes. Y esto es lo que genera un interés en aquellos que mueren por eutanasia para que sirvan como fuente de órganos.