El camino sinodal hacia una Iglesia nacional alemana (2): el concilio holandés

Fuente: FSSPX Actualidad

Le cardinal Bernardus Johannes Alfrink durant une session du concile pastoral hollandais

El 6 de octubre de 2019 se inauguró el Sínodo para la Amazonía, cuyo documento preparatorio, Instrumentum laboris, ha suscitado gran controversia en el mundo católico. Pero puede ser que el Amazonas sea de alguna manera la punta del iceberg, ya que el "camino sinodal" que se está preparando en Alemania es un asunto particularmente inquietante.

El primer artículo de esta serie presentó una visión histórica de la Iglesia en Alemania y mencionó, después del Concilio Vaticano II, la celebración del Congreso de Würzburg, de 1971 a 1975, el "Sínodo Conjunto de las Diócesis de Alemania". Sin embargo, este sínodo se inspiró en un modelo: el "concilio" organizado en los Países Bajos entre 1966 y 1970. Es aconsejable analizar las enseñanzas de ese evento para comprender el camino sinodal que los obispos alemanes han decidido lanzar el 1 de diciembre de 2019.

Un "Concilio" en Holanda

Incluso antes de que terminara el Concilio Vaticano II, a instancias del cardenal Alfrink, uno de los principales protagonistas de la mayoría progresista y arzobispo de Utrecht, los obispos holandeses iniciaron una amplia consulta hecha a todos los católicos del país. Llamaron a esta iniciativa el "Concilio Pastoral de la Provincia Eclesiástica de Holanda".

Uno de los organizadores de este evento, el franciscano Walter Goddijn, que pretendía ser la punta de lanza del aggiornamento conciliar en los Países Bajos, expresó que el uso de la palabra concilio no era ninguna coincidencia: "Las autoridades romanas estaban algo preocupadas de que estuviéramos usando la palabra concilio. Los expertos en derecho canónico se opusieron a la posibilidad de hablar de un concilio "provincial", que tiene un sentido canónico. Así que quisimos conservar la palabra concilio definiéndolo como pastoral".

Dos días después de su apertura, el cardenal Alfrink explicó de qué se trataba: “El Concilio Pastoral de la Provincia Eclesiástica Holandesa, que comenzó el 27 de noviembre de 1966, es, en efecto, algo nuevo. Por analogía con el Concilio Vaticano II, su objetivo es ser menos legal y más pastoral. Los obispos han pedido a toda la comunidad eclesial una deliberación colectiva sobre lo que la Iglesia de hoy necesita en el contexto holandés".

El objetivo de la reunión era que los obispos "proporcionaran información valiosa sobre la vida de los fieles, a fin de adaptar mejor el ejercicio de su cuidado pastoral". Y que los fieles, "lograran que toda la comunidad y cada individuo personalmente adquiriera conciencia de su responsabilidad cristiana por el bien de la Iglesia en el mundo de hoy".

Este Concilio Pastoral estuvo encabezado por un Comité Central compuesto inicialmente por 11 miembros (dos obispos, un sacerdote, una religiosa, cuatro laicos, de los cuales una era mujer, y tres religiosos), que luego se redujo a seis (el cardenal Alfrink, tres sacerdotes y tres laicos). Un consejo de siete miembros (tres sacerdotes y cuatro laicos: dos hombres y dos mujeres) estaba asociado con el Comité Central. Estos dos grupos ayudaron con la organización y preparación de las sesiones "conciliares".

El cuerpo supremo del Concilio era la Asamblea Plenaria, cuya composición, después de muchas pruebas y errores, incluía a los ocho obispos de Holanda, que formaban el presidium, cinco miembros del Comité Central, que conformaron la oficina del concilio, tres sacerdotes por diócesis elegidos por el clero, siete laicos por diócesis elegidos por los concilios pastorales, diez religiosos y religiosas elegidos de diferentes órdenes o congregaciones, sin mencionar a los representantes de las otras profesiones religiosas (con votos consultivos pero no deliberativos) y quince miembros que podían de vez en cuando ser nombrados por el episcopado previa presentación del Comité Central.

El número total de participantes con derecho a voto fue de 109, todos con el mismo valor: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos eran iguales.

En una asamblea de este tipo, donde los números hacen la ley, la cuestión de la autoridad fue la primera en ser tratada. En un informe enviado por el cardenal Alfrink al papa Pablo VI se explicó lo siguiente: “Como se esperaba, el Concilio Pastoral dedicó su primera Asamblea Plenaria a la cuestión de la autoridad. Esta reunión enfatizó el deseo de una autoridad que sepa dialogar y poner en práctica el pensamiento comunitario, que se basa menos en el predominio de la función y más en las cualidades personales, lo cual invita a la corresponsabilidad y libertad de todos y cada uno inspirándolos y apelando a los compromisos personales en lugar de sofocarlos con formalismos clericales". Este es el método, sumamente democrático, que se seguiría.

En Holanda, así como en Roma, se planteó la cuestión sobre el valor que debía atribuirse a los documentos aprobados por la Asamblea Plenaria. El cardenal Alfrink explicó esto durante el discurso de apertura de la Tercera Sesión. A los que se opusieron a él expresando que "era impensable el hecho de decidir todos juntos", el cardenal respondió: "No me atrevo a decir que esta declaración exprese una idea exacta de las cosas". ¿No es, por el contrario, nuestra intención tener éxito en la comunidad, reflexionar y hablar juntos, sacar conclusiones, tomar decisiones? En estas circunstancias, la forma concreta en que una decisión finalmente tomará su forma estrictamente legal es, en mi opinión, secundaria".

Le cardinal Alfrink en discussion avec des laïcs pendant le concile pastoral hollandais

La situación no ha cambiado

Antes de cada sesión, los comités de expertos, creados ad hoc, presentaban informes que contenían recomendaciones prácticas. Los obispos autorizaron su publicación, lo que no implica que hayan aprobado su contenido. Las propuestas fueron discutidas con entera libertad en diferentes comités. El resultado se sintetizó en un informe general, que se presentó a votación de los participantes en las Asambleas Plenarias.

Después de dos años de preparación, el Concilio Pastoral Holandés continuó a razón de dos sesiones por año entre 1968 y 1970. Las primeras cuatro se llevaron a cabo en presencia del nuncio, Monseñor Felici, quien no se presentó en la Quinta Sesión (4-7 de enero, 1970).

Dos resultados son dignos de mención porque guardan una relación estrecha con el papado de Francisco, el Sínodo para la Amazonía y el camino sinodal alemán.

La enseñanza del Papa Pablo VI sobre el matrimonio y la regulación de la natalidad fue recibida desigualmente y, en la práctica, perdió todo su significado y fuerza. El 11 de junio de 1969, el cardenal Alfrink explicó cómo fue que se ignoró la enseñanza del Papa: "En la prensa mundial, se ha llegado a señalar que nuestro Concilio rechazó el documento pontificio. La realidad es bastante diferente. En Holanda, como en otras partes de la Iglesia, hay quienes aceptan la encíclica sin reservas, y quienes tienen cierta dificultad en aceptar sin reservas todas las partes del documento. Por lo tanto, el Concilio solicitó que continuáramos el diálogo, ya fuera entre los católicos holandeses, o entre nuestra comunidad y otras partes de la Iglesia y el Papa sobre diversos aspectos de la encíclica. En este contexto, el Concilio afirmó que las razones invocadas en la encíclica no son convincentes para interponer una condena general y absoluta contra los medios artificiales para el control de la natalidad... El Concilio pidió que se reconociera el valor de la conciencia personal sincera".

Así, un "Concilio" compuesto principalmente por laicos decidió que el Magisterio podía ser sometido a supervisión porque presentaba argumentos "poco convincentes". La autoridad solo se aplica si los sujetos están dispuestos a obedecer, y la autoridad pontificia no es la excepción. La conciencia individual tiene prioridad sobre cualquier otra autoridad, lo que equivale a socavar uno de los fundamentos naturales de la vida en sociedad. Es el error sillonista, condenado en 1910 por el Papa San Pío X.

En defensa del Concilio Pastoral Holandés, hay que reconocer que solo estaba siguiendo el ejemplo dado por los episcopados, especialmente, en orden cronológico, los de Bélgica, Alemania, Holanda, Inglaterra, Austria, Canadá y Francia, que habían liderado el camino.

Una situación más grave en su magnitud y en las reacciones que provocó fue el cuestionamiento del celibato sacerdotal, uno de los temas principales del Concilio Pastoral. La reseña general que debía servir como base para las discusiones atacó la Tradición y la constitución divina de la Iglesia. Cuando se dio cuenta de ello, Pablo VI envió a los obispos de los Países Bajos una carta firmada el 24 de diciembre de 1969. El profesor Romano Amerio comenta: "La carta es típica del carácter del pontificado de Pablo: el ojo ve el daño y el error, pero la mano no ataca ni combate el mal con medicina, cauterización o bisturí. El Papa ‘no puede ocultar el hecho de que ciertos proyectos e informes aceptados por los obispos como base para la discusión y ciertas declaraciones doctrinales contenidas en ellos lo han dejado perplejo y con la impresión de que deben tratarse con muchas reservas'".

"[El Papa] expresa 'reservas bien fundadas sobre los criterios para la representación de los católicos holandeses en la Asamblea Plenaria'. Estaba 'profundamente impresionado' por el hecho de que Vaticano II fuera 'muy rara vez citado' y que el pensamiento y las propuestas de la reunión holandesa no parecían armonizar en absoluto con las actas conciliares y papales. En particular, la misión de la Iglesia se representa como puramente terrenal, el ministerio sacerdotal como un oficio conferido por la comunidad, el sacerdocio se disocia del celibato y se atribuye a las mujeres, y no se dice una sola palabra del Papa, excepto para minimizar sus responsabilidades y los poderes que Cristo le otorgó". (Romano Amerio, Iota Unum).

El Concilio Vaticano II ya estaba invadido por las fuerzas que él mismo había liberado y alentado. Pablo VI no podía ofrecer otra solución que la de exhortar a los obispos a fortalecer su autoridad, con el objetivo de superar las dificultades. Pero los obispos se habían despojado de esta autoridad. En realidad, a través de la autoridad de los obispos, que fue marginada y vaciada de toda su esencia, fue su propia autoridad papal la que fue atacada.

Propuestas temerarias

Entre las propuestas hechas en el informe general, hubo dos recomendaciones que fueron particularmente temerarias.

Bajo el título "Nuevas formas de ministerio. Nuevas personas involucradas en el ministerio", la cuarta propuesta involucró la discusión y una votación sobre las mujeres y el ministerio sacerdotal. Cita textual: "Es importante continuar lo antes posible con la integración de las mujeres en todos los roles eclesiales en los que su nombramiento no cause problemas o solo se trate de problemas menores. La evolución futura debe guiarse por la norma de que las mujeres pueden ejercer todas las funciones eclesiales, incluida la presidencia eucarística... Se debe hacer una investigación para averiguar si la comunidad aceptaría a una mujer como ministra sacerdotal, a fin de comprender con la mayor exactitud posible los motivos que todavía existen en una cierta resistencia a esta evolución". Los resultados de la votación hablan por sí mismos: 72 votos a favor (incluido 1 obispo), 8 votos en contra (incluidos 4 obispos), 24 abstenciones (incluidos 3 obispos).

La otra propuesta particularmente temeraria provino de la quinta recomendación sobre "los problemas relacionados con el estado de vida del clero". Después de un recordatorio sobre el valor del celibato, la separación del ministerio y el celibato se propuso de la siguiente manera:

"Para los futuros sacerdotes, el celibato ya no se impondrá como una condición para el ejercicio del ministerio". Esta propuesta recibió 90 votos a favor, 6 en contra, 2 papeletas en blanco y 8 abstenciones (los ocho obispos);

"Para los sacerdotes que planean casarse o que ya están casados, existe la posibilidad de continuar ejerciendo su ministerio o de reintegrarse a él". Esta propuesta recibió 86 votos a favor, 3 en contra, 8 papeletas en blanco, y los obispos se abstuvieron;

"A las personas casadas se les ofrece la oportunidad de ser admitidas en el ejercicio del ministerio". Esta propuesta recibió 94 votos a favor, 1 en contra, 2 papeletas en blanco, y los obispos se abstuvieron;

"La obligación del celibato como condición para el ejercicio del ministerio debe ser eliminada". Esta propuesta recibió 93 votos a favor, 2 en contra, 3 papeletas en blanco, y nuevamente los obispos se abstuvieron;

La última votación requirió que los obispos implementaran todos estos puntos en un tiempo razonable. Esto recibió 79 votos a favor, 6 en contra, 4 papeletas en blanco, y una vez más los obispos se abstuvieron.

Después de este lamentable espectáculo en el que los sucesores de los Apóstoles demostraron con sus abstenciones su incapacidad para defender la santidad del sacerdocio, los obispos holandeses emitieron un comunicado el 21 de enero de 1970. Primero declararon: "Los obispos son responsables de la parte de la Iglesia confiada a ellos, pero al mismo tiempo son responsables de la Iglesia universal. Este es el verdadero contenido de la colegialidad tal como fue puesto de relieve por el Concilio Vaticano II".

"Los obispos consideran que sería bueno para su comunidad que, además de permitir que los sacerdotes vivan en un estado de celibato elegido en completa libertad, se acepten sacerdotes casados ​​en la Iglesia latina, en el sentido de que los hombres casados ​​puedan ser ordenados sacerdotes, y que en casos especiales los sacerdotes que están casados ​​puedan ser reintegrados en el ministerio, bajo ciertas condiciones". Por lo tanto, los obispos no solo transmitieron la información a Roma, sino que también se responsabilizaron de ella.

Pablo VI sintió los efectos. El 1 de febrero, pronunció un discurso en la Plaza de San Pedro en el que rindió un enérgico homenaje al "sagrado celibato del sacerdote", "la ley capital de nuestra Iglesia latina". Al día siguiente, en una carta dirigida al cardenal Villot, volvió a tocar este tema, que para él era esencial. Siguiendo su ejemplo, varios obispos de distintos países reaccionaron con gran alegría para defender el celibato sacerdotal. Esto demuestra que cuando los obispos están dispuestos a asumir las responsabilidades de su cargo y ejercer su autoridad apostólica, todo es posible.

Las consecuencias del Concilio Pastoral

Durante la Quinta Sesión de 1970, la Asamblea Plenaria aprobó unánimemente la creación de un Grupo de Trabajo Pastoral para continuar con la labor del Concilio Pastoral. Este fue el origen de la creación de un Consejo Pastoral Nacional.

La existencia de este "Consejo permanente" provocó objeciones de Roma, por lo que la Conferencia Episcopal de los Países Bajos finalmente suprimió este Consejo el 13 de agosto de 1972. Sin embargo, fue reemplazado por una "consulta nacional" de 81 miembros, compuesto por 8 representantes por diócesis y 25 personas nombradas por los obispos. Esta organización se reunió tres veces. Desapareció después del sínodo de los obispos holandeses celebrado en Roma en 1980.

La historia de este primer "Concilio nacional" que tuvo lugar inmediatamente después del Concilio Vaticano II es sumamente aleccionadora. Los "errores estratégicos" cometidos por los obispos holandeses fueron recordados por los obispos alemanes que evitaron repetirlos. Como resultado, obtendrían menos resultados, pero más duraderos...