Las relaciones entre Israel y la Santa Sede se complican

Fuente: FSSPX Actualidad

Las recientes declaraciones del cardenal secretario de Estado Pietro Parolin en las que denunció la “carnicería” perpetrada por el Estado hebreo en la Franja de Gaza son “deplorables” según la Embajada de Israel ante la Santa Sede. Al mismo tiempo, el Vaticano justificó las palabras del cardenal, alegando que su único objetivo es impedir una nueva “espiral de violencia”.

"Creo que todos estamos indignados por lo que está pasando, por esta carnicería. (…) Pido que el derecho a la defensa de Israel, invocado para justificar esta operación, sea proporcionado, lo que ciertamente no es el caso cuando hay treinta mil muertos".

Las palabras pronunciadas el 13 de febrero de 2024 por el número dos del Vaticano provocaron rápidamente tensiones en las relaciones diplomáticas –ya difíciles– entre Israel y la Santa Sede. Palabras cuidadosamente sopesadas, ya que es cierto que el cardenal Pietro Parolin tiene la costumbre de medir bien sus palabras, lo que no siempre ocurre con el huésped de Santa Marta.

Esto fue suficiente para desencadenar la ira del Estado judío: "juzgar la legitimidad de una guerra sin tener en cuenta todas las circunstancias y datos pertinentes conduce inevitablemente a conclusiones erróneas", afirmó el embajador Raphael Schutz, acusando al cardenal Parolin de sustentarse en "fuentes de Hamás”.

Hasta ahora, la posición de la Santa Sede en Tierra Santa no ha cambiado: el microestado aboga –a fin de que la paz pueda por fin establecerse en la región– por una solución que permita la coexistencia de dos Estados, uno Israelí, el otro palestino, con un estatus especial para la ciudad de Jerusalén que se supone es sujeto de derecho internacional. Una solución rechazada por el primer ministro Benjamín Netanyahu.

Sin embargo, el secretario de Estado de la Santa Sede no es el primero que condena el modus operandi del ejército israelí en el enclave de la Franja de Gaza: a finales de noviembre de 2023, el soberano pontífice incluso declaró que la ofensiva del Estado hebreo se parecía en ciertos aspectos al “terrorismo”, lo que provocó protestas a orillas del Jordán.​

Cuatrocientos rabinos firmaron conjuntamente una carta abierta en la que denunciaron las “acrobacias diplomáticas” del actual sucesor de Pedro. El 3 de febrero, el Papa Francisco les respondió reiterando su condena de “toda forma de antisemitismo y antijudaísmo”.

Una respuesta apreciada por las autoridades religiosas judías que escribieron amables palabras para el soberano pontífice, que la Santa Sede publicó en L'Osservatore Romano dos días después de la declaración más ofensiva del cardenal Parolin, desencadenando un nuevo embrollo diplomático.

A la Santa Sede le resulta difícil hacerse escuchar en el contexto particular de la Iglesia en Tierra Santa. La Iglesia está atrapada, por un lado, entre un gobierno israelí que ha intensificado en los últimos años los intentos de robar a cristianos o instituciones religiosas sus propiedades inmobiliarias en la Ciudad Vieja de Jerusalén, y, por otro lado, la actitud agresiva de los islamistas de Hamás.

Estos últimos consideran a los cristianos árabes como ciudadanos de segunda clase, en cierto modo como dhimmis, sin atreverse a decir esta palabra en voz alta.

Mientras tanto, el Vaticano intenta, lo mejor que puede, salvar la presencia católica en la región. Una línea de cresta que a menudo parece un acto de malabarismo.