Octubre, mes del Rosario

Fuente: FSSPX Actualidad

Carta encíclica Magnae Dei Matris del Papa León XIII para el mes del Rosario (7 de septiembre de 1892). Durante su largo pontificado, este Papa dedicó doce encíclicas al Santísimo Rosario. En ellas nos anima a rezarlo con piedad y confianza.

Recurrir a María Santísima a través de la oración es recurrir a la Madre de la Misericordia, dispuesta de tal modo en nuestro favor que cualesquiera que sean nuestras necesidades y, especialmente las del alma, movida por su misma caridad y aun adelantándose a nuestras súplicas, nos socorre siempre y siempre nos infunde los tesoros de aquella gracia con que desde el principio la adornó Dios para que fuera digna Madre suya. Entre todas las demás, esta especialísima prerrogativa es la que coloca a la Santísima Virgen encima de todos los hombres y de todos los ángeles, y la que la acerca a Cristo más que todas las otras creaturas: Gran cosa es en cualquier santo que tenga tanta gracia que baste para la salvación de muchos; pero cuando tuviese tanta que bastase para la de todos los hombres, esto constituiría máxima virtud, como fue en Cristo y en la Bienaventurada Viren María.

Así, pues, cada vez que la saludamos con la salutación angélica, y repitiéndola, tejemos en honor de la Virgen una devota corona, verdaderamente no se puede decir cuán grato es a sus ojos nuestro obsequio. Con aquel saludo le recordamos su exaltación sublime y el principio de nuestra salud en la encarnación del Verbo, y al mismo tiempo su divina e indisoluble unión con las alegrías y dolores y con las humillaciones y los triunfos de su Hijo Jesús en el gobierno y la santificación de las almas. Que si en su inmensa bondad quiso Él parecerse tanto a los hombres que se llamó y se presentó como Hijo del Hombre, y por consiguiente, hermano Nuestro, a fin de que brillara más su misericordia, debió en todo asemejarse a sus hermanos para ser misericordioso (Hebr. 2, 17); del mismo modo la Virgen Santísima, que fue elegida para ser Madre de Nuestro Señor Jesucristo, que es Nuestro hermano, fue elevada por este privilegio por encima de todas las madres para la misión singularísima de manifestarnos y derramar sobre nosotros su misericordia.