Sínodo: el cardenal Schönborn piensa que el Papa puede cambiar la doctrina

Fuente: FSSPX Actualidad

El cardenal Christoph Schönborn

En declaraciones a los periodistas, el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, Austria, aseguró que un posible cambio en la doctrina oficial de la Iglesia sobre las relaciones homosexuales compete exclusivamente al Papa.

Monseñor Schönborn dijo que, hasta ahora, solo ha habido una modificación válida del Catecismo de la Iglesia Católica desde 1992: en 2018, el Papa Francisco declaró "inadmisible" la pena de muerte. Que se produzcan más cambios dependerá exclusivamente del Papa, afirmó el cardenal austriaco, que contribuyó a la redacción del Catecismo.

Sobre la cuestión de la homosexualidad y el pecado, señaló que existe una brecha entre el orden objetivo y el nivel subjetivo del ser humano individual, que es pecador. La Iglesia debe respetar y acompañar a cada ser humano con sus límites y su historia. El Sínodo discutió mucho sobre cómo la Iglesia católica debería tratar a las personas que mantienen relaciones homosexuales.

¿Una doctrina inmutable que cambia?

Varios miembros del Sínodo pidieron un cambio en este punto. El arzobispo de Viena subrayó que la doctrina de la Iglesia es inmutable. Pero la comprensión y presentación de la fe evoluciona y se profundiza. Esta última expresión ya la hemos escuchado antes. 

Ahora bien, basándonos en lo anterior, entendemos por qué el cardenal sostiene que un cambio radical en la doctrina, como en el caso de Amoris Laetitia y la pena de muerte, es solo una simple evolución y profundización de la doctrina. Por tanto, si la Iglesia ha enseñado una cosa durante siglos y ahora enseña lo contrario, los fieles deben aceptarlo.

El caso de la pena de muerte

El 1 de agosto de 2018, un rescripto papal modificó la redacción del n.º 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica "sobre la pena de muerte". La nueva redacción reconoce en primer lugar que "durante mucho tiempo, el uso de la pena de muerte por parte de la autoridad legítima (...) fue considerado como una respuesta adecuada a la gravedad de determinados delitos (...) para la protección del bien común".

Sin embargo, poniendo de relieve la nueva conciencia "de que la persona no pierde su dignidad, incluso después de haber cometido delitos muy graves", una "nueva comprensión del significado de las sanciones penales por parte del Estado", de"sistemas de detención más eficaces", la Iglesia enseña ahora "que la pena de muerte es inadmisible" y se compromete "a su abolición en todo el mundo".

Una cosa es que un Estado utilice o no la pena de muerte en su arsenal legal. Pero afirmar que la pena de muerte es inaceptable debido a la dignidad humana es algo completamente distinto. Y además es falso. Porque tiene lugar una confusión gravísima, que la Iglesia siempre ha evitado, entre dignidad ontológica, basada en la humanidad del sujeto, y dignidad moral, basada en sus acciones.

La primera es ciertamente inadmisible –un hombre sigue siendo hombre haga lo que haga–, pero no es en ella en la que se basa un juicio, sin el cual sería imposible condenar a nadie. Un hombre es juzgado por sus acciones, y precisamente porque ha perdido su dignidad moral –matando, por ejemplo– puede recibir el castigo supremo según la ley del país y la decisión del juez. Esto es intocable.

Las recompensas también se basan en la dignidad moral: cuando un sujeto actúa bien, e incluso muy bien, es alentado, elogiado y recompensado. La confusión en cuestión radica en la base misma de Dignitatis humanae y ha permitido introducir una grave desviación de la doctrina sobre la libertad religiosa.

El caso de la homosexualidad

Afirmar que el Papa podría cambiar la doctrina sobre la homosexualidad, utilizando además la comparación con la pena de muerte, es pura herejía. Esta doctrina es inmutable, y modificarla sería contradecir directamente las fuentes de la Revelación, tanto la Sagrada Escritura, que no admite ambigüedad sobre este tema, como la Tradición y el magisterio.

La doctrina católica, en los puntos que está fijada dogmática o moralmente, no es un tejido que pueda modificarse según las modas o el espíritu de los tiempos: se impone a todos, en todas partes y siempre. Esto es lo que recordó también Monseñor Stanislaw Gadecki, presidente de la Conferencia Episcopal de Polonia, en el Sínodo del 26 de octubre.

Este es uno de los puntos más destacados de la doctrina del Concilio Vaticano I sobre la infalibilidad papal: "Porque el Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y expusieran fielmente la Revelación transmitida por los apóstoles, es decir, el depósito de la fe".

Afirmar, como hace el Cardenal Schönborn, que el Papa podría cambiar una doctrina inmutable significa atacar directamente la fe católica expresada por Vaticano I, es poner en peligro toda la doctrina y es una herejía.