El Papa Francisco recupera el título de Patriarca de Occidente

Fuente: FSSPX Actualidad

En la última edición del Anuario Pontificio publicado por la Biblioteca Editorial Vaticana el 9 de abril de 2024, se puede leer, junto al nombre del pontífice reinante, un título que se creía que había sido olvidado por la Historia: el de “Patriarca de Occidente”.

Esta antigua designación del Romano Pontífice –uno de sus nueve títulos tradicionales– fue abandonada por el Papa Benedicto XVI en 2006, quien en su momento adujo razones “culturales” y “ecuménicas”: algunos no dejarán de notar que se trata de un nuevo cuestionamiento – esta vez discreto – del legado del pontífice alemán.

El título de Patriarca de Occidente fue adoptado por el Papa Teodoro I en 642 y de alguna manera fue "canonizado" en la edición de 1863 del Anuario Pontificio, bajo el reinado del Papa Pío IX, porque expresaba adecuadamente el modo particular de jurisdicción que el obispo de Roma ejerce sobre la Iglesia latina.

El abandono de este título por parte de Benedicto XVI despertó la ira de las denominaciones cristianas “ortodoxas” de la época. Estos últimos vieron en esta decisión un objetivo expansionista del sucesor de Pedro hacia ellos, hasta el punto que la Santa Sede tuvo que justificarse, afirmando, de manera un tanto incómoda, que la mención de Patriarca de Occidente "era poco clara desde un inicio".

Además, "la renuncia a este título tiene como objetivo la traducción de la realidad histórica y teológica y, al mismo tiempo, la renuncia a una pretensión: una renuncia que podría beneficiar el diálogo ecuménico", afirmó entonces el Vaticano.

Dieciocho años después, el Papa Francisco decidió dar a conocer que no se avergüenza de ser Patriarca de Occidente, a diferencia de su predecesor. Es difícil explicar el verdadero motivo de este giro de 180°, ya que la Santa Sede no ha dado ningún marco de referencia hasta el momento. Sin embargo, se pueden aducir varias razones.

En primer lugar, el deseo de suavizar las cosas frente a los "ortodoxos", que se sienten cada vez más alejados de la Iglesia latina, sobre todo desde la promulgación de la declaración Fiducia supplicans, duramente criticada por el patriarcado de Moscú. La reanudación de este título es una manera de tranquilizarlos, sugiriendo que el Romano Pontífice se ocupa principalmente de gestionar la Iglesia latina.

La agencia de información de las misiones pontificias Fides – quizá un poco más informada sobre los misterios de Santa Marta – evoca otra razón, que también parece plausible: la “sinodalidad” que habría motivado al Papa a “mirar hacia atrás, a los primeros siglos del cristianismo, cuando no había laceraciones dogmáticas entre las Iglesias”.

En esta perspectiva, el Romano Pontífice quisiera recordar la experiencia del primer milenio de la Historia de la Iglesia, cuando las cinco antiguas sedes patriarcales –Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén–, a pesar de ciertas diferencias culturales y espirituales, estaban particularmente vinculadas por la Tradición Apostólica.

Estas sedes se consideraban en su momento, en particular en 325 – fecha del Concilio de Nicea, cuyo aniversario será celebrado por el sucesor de Pedro en el año santo 2025 – una “Pentarquía”; y el poder imperial incluso les reconoció una responsabilidad común en “la ortodoxia de la fe y el gobierno de la Iglesia universal”.

Podría ser que, al asumir este título, Francisco quiera alentar el nuevo giro sinodal que desea para la Iglesia. Pero la sinodalidad de los primeros siglos no tenía el significado que quieren darle hoy: así lo confirmaron tanto los obispos “ortodoxos” como los católicos orientales. Se trata de un nuevo caso de arqueología después del de la liturgia, es decir, un uso abusivo e inadecuado del pasado, como explicó el Papa Pío XII.