Romano el Méloda: poeta inspirado en la Virgen

Fuente: FSSPX Actualidad

Protección de la Santísima Virgen. A la derecha, la Virgen entrega un pergamino a Melodio mientras duerme.

Romano, nacido alrededor del 493 y muerto después del 555, era un converso del judaísmo, diácono de Beirut y luego sacerdote de la iglesia de Kuros en Bizancio. De raíces populares, es poeta, y tiene una imaginación viva, un alma que canta. En Romano, la grandiosa Theotokos se humaniza: la Madre, la Virgen, la mujer, la joven, todo se destaca gratamente.

Himno de la Natividad

Hoy la Virgen da a luz al Ser suprasustancial, y la tierra ofrece una cueva al Inaccesible. Los ángeles con los pastores cantan su gloria, los Magos con la estrella recorren su camino: porque es por nosotros que nació, el pequeño niño, Dios antes de los siglos (Is 9, 5; Sal 74, 12).

El padre de la madre, por su propia voluntad, se ha convertido en su hijo; el salvador de los recién nacidos es él mismo un recién nacido, recostado en un pesebre. Su madre lo contempla y le dice: Dime, hijo mío, ¿cómo fuiste sembrado? ¿Cómo fuiste formado en mí? Te veo, oh carne mía, con asombro, porque mi pecho está lleno de leche y no he tenido marido; te veo en pañales, y he aquí, que el sello de mi virginidad aún está intacto: porque fuiste tú quien lo preservó cuando te dignaste venir al mundo, mi pequeño niño, Dios antes de los siglos.

Oh rey altísimo, ¿qué tienes en común con la raza miserable? Creador del cielo, ¿por qué venir a los seres de la tierra? ¿Te has enamorado de una cueva, de un pesebre? Mira que para tu sierva no hay lugar en la posada; Pero ¿qué digo? Ni siquiera una cueva, porque ésta pertenece a alguien más. Cuando Sara dio a luz a un niño, recibió vastas tierras, yo ni siquiera tengo donde guarecerme: me fue prestada esta cueva donde quisiste habitar, mi pequeño niño, Dios antes de los siglos.

Diciendo estas palabras en voz baja, orando al que conoce lo invisible, la Virgen escucha a los Magos que preguntan por el niño. Inmediatamente la Virgen exclama: ¿Quién son ustedes? ¿Quién eres tú?, le respondieron los Magos, ¿Tú, que trajiste tal niño al mundo? ¿Quién es tu padre, quién es tu madre, tú, la madre y nodriza de un niño que no tiene padre? Cuando vimos su estrella, entendimos que un niño pequeño había nacido, Dios antes de los siglos. (…)

Al oír María estas asombrosas palabras, se postró para adorar al hijo de sus entrañas y dijo llorando: Grandes, oh hijo mío, grandes son todas las cosas que has hecho con mi miseria: los Magos que están fuera preguntan por ti, los príncipes del Oriente buscan tu rostro, y los ricos de tu pueblo suplican por verte: porque verdaderamente son tu pueblo, estos hombres a quienes te has dado a conocer, oh mi pequeño niño, Dios antes de los siglos. (…)

Entonces, dijo María a los fieles Magos, ¿han recorrido toda Jerusalén, esa ciudad que mata a los profetas? ¿Y cómo atravesaron sin sufrir daño, aquel lugar cuyo ojo es maligno para todos? ¿Cómo escaparon de Herodes, que respira asesinato y no justicia? Los Magos le respondieron: Virgen, no nos escapamos de él, lo engañamos; abordamos a todos, preguntando dónde había nacido el pequeño niño, Dios antes de los siglos. (…)

Después de estas historias, los Magos, con sus presentes en las manos, se postraron ante el presente de presentes, ante el perfume de perfumes. Ofrecieron a Cristo oro y mirra, y luego incienso, exclamando: Recibe este triple don, como recibes de los Serafines el himno que te proclama tres veces santo; no lo rechaces como el de Caín, más bien recíbelo en tu seno como la ofrenda de Abel, en nombre de aquella que te trajo al mundo, de aquella por quien nos naciste, pequeño niño, Dios de antes de los siglos.

La madre inmaculada, viendo a los Magos llevar en sus manos estos nuevos y espléndidos presentes, y caer de rodillas, viendo la estrella que le señalaba y los pastores que cantaban, oraba así al Creador y Señor de todos estos seres: Recibe, hijo mío, esta trinidad de presentes, y concede tres peticiones a la que te dio a luz: te ruego por los cielos, por los frutos de la tierra y por todos los que en ella habitan. Reconcilia al mundo entero, pues tú naciste de mí, oh mi pequeño niño, Dios antes de los siglos.

No soy solo tu madre, salvador misericordioso; no es en vano que amamanto al dador de leche, sino que te ruego por todos los hombres. Me has hecho la voz y el honor de toda mi raza; la tierra que has hecho tiene en mí una protección segura, un baluarte y un apoyo. Hacia mí dirigen su mirada aquellos a quienes expulsaste del paraíso de las delicias, porque yo los conduzco allí; que el universo tome conciencia de que tú naciste de mí, oh mi pequeño niño, Dios antes de los siglos.