San Sofronio de Jerusalén sobre la Encarnación

Fuente: FSSPX Actualidad

Lorenzo Monaco (1370-1425)

Después del sínodo de Jerusalén de 634, el patriarca de esta ciudad, San Sofronio, envió al patriarca de Constantinopla, Sergio, una larga carta en forma de profesión de fe. La autoridad de esta exposición de fe católica es sumamente importante, pues fue aprobada por los Padres del IV Concilio de Constantinopla. Es una de las principales páginas que se han escrito en su honor.

Carta dogmática de San Sofronio sobre la Encarnación

En cuanto a la Encarnación, creo que Dios Verbo, el Unigénito del Padre, que ha nacido antes de todos los siglos y de todos los tiempos, fue engendrado en la impasibilidad del mismo Dios y Padre.

Lleno de piedad por nuestra naturaleza caída, en su amor por los hombres, por su libre decisión y por la voluntad de Dios que le ha engendrado, y con el divino consentimiento del Espíritu Santo, sin abandonar el seno de su Padre, descendió hasta nuestra bajeza.

Según la voluntad común del Padre y del Espíritu, y según su naturaleza y su ser infinito, no sufriendo ninguna limitación, ignorando nuestras infidelidades sucesivas, obrando por naturaleza de forma totalmente divina, ha penetrado en el seno completamente resplandeciente de virginal pureza de María, la santa y radiante Virgen, llena de una divina sabiduría, y exenta de toda mancha del cuerpo, del alma y del espíritu.

Se encarnó, Él, el incorpóreo; tomó nuestra forma, Él, que, según la esencia divina, era exento de forma en cuanto al exterior y a la apariencia. Tomó un cuerpo como el nuestro, Él, el inmaterial, y se convirtió en verdadero hombre, sin dejar de ser reconocido como Dios. Se le ve llevado en el seno de su Madre, a Él, que está en el seno del Padre Eterno. Él, el atemporal, recibe un comienzo en el tiempo.

Todo esto, no sin motivo, sino aniquilándose verdadera y realmente por completo, por la voluntad de su Padre y la suya, y asumiendo toda nuestra miseria humana, tomando una carne consustancial a nosotros, un alma racional, semejante a la nuestra, un espíritu idéntico al nuestro, puesto que es en esto en lo que consiste el hombre. Y Él se ha convertido en verdadero hombre por la sublime concepción de la Virgen Santísima.

Pues Él ha querido hacerse hombre para purificar lo semejante por lo semejante, salvar al hermano por el hermano, iluminar lo idéntico por lo idéntico. He aquí porque una Virgen Santa es elegida. Ella está santificada en su alma y en su cuerpo, y al ser pura, casta e inmaculada, se convierte en la cooperadora de la encarnación del Creador.

Oración de San Sofronio a la Virgen María

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. ¿Y qué puede ser más sublime que este gozo, oh Virgen Madre? ¿O qué cosa puede ser más excelente que esta gracia, que, viniendo de Dios, sólo tú has obtenido? ¿Acaso se puede imaginar una gracia más agradable o más espléndida?

El gozo que de ti emana no sólo se concede a los hombres sino también a todos los poderes de lo Alto. Todo queda lejos de tus maravillas; todo se encuentra por debajo de tu gracia. Los privilegios más ciertos no ocupan más que el segundo lugar y no poseen sino un pequeño resplandor. El Señor está contigo.

 ¿Quién se atrevería a rivalizar contigo sobre este punto? Dios nace de ti. ¿Quién no te cederá, pues, gozosamente y de inmediato el primer lugar? Por eso, cuando te contemplo situada por encima de todas las criaturas, proclamo altamente tus alabanzas: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. El gozo que de ti emana no solamente se concede a los hombres, sino a todas las potestades de lo Alto.

Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues has cambiado la maldición de Eva en bendición; pues has hecho que Adán, que yacía postrado por una maldición, fuera bendecido por medio de ti. Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues por medio de ti la bendición del Padre ha brillado para los hombres y los ha liberado de la antigua maldición. Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues, gracias a ti, encuentran la salvación tus ancestros; pues tú has engendrado al Salvador, que les concederá la salvación eterna.