Cardenal Brandmüller: “El Oasis en el Desierto”

Fuente: FSSPX Actualidad

El cardenal Walter Brandmüller durante su entronización al cardenalato, el 20 de noviembre de 2010

El cardenal Walter Brandmüller, que celebró su cumpleaños 95 a principios de este año, publicó un artículo en el sitio alemán Kath.net, en el que no se anduvo con rodeos en sus comentarios sobre la Iglesia de Alemania –aunque esta no es la primera vez– y presenta una reflexión sobre el comportamiento a adoptar en la situación actual, que se inclina francamente hacia la tradición.

El cardenal Brandmüller, que firmó las dos cartas de dubia dirigidas al Papa Francisco en 2016 y 2023, tomó nuevamente su pluma para deplorar el estado de la Iglesia y proponer soluciones a los sacerdotes y a los fieles en la situación de crisis actual.

Una observación desilusionada sobre el resultado del Camino Sinodal

El prelado señala que “como era de esperar, el ‘camino sinodal’ hace tiempo se perdió en lo desconocido”. El resultado final: millones de euros de impuestos eclesiásticos gastados y “discordia sobre cuestiones centrales de fe y moral”, incluso entre obispos, lo que permite hablar de herejía y cisma.

La situación del catolicismo en Alemania es de “apostasía masiva”. En cuanto a los seminarios, cuando no están cerrados, están casi vacíos. "Sin embargo, observa el cardenal, los lugares de formación de ciertas comunidades – como la Fraternidad San Pedro, el Instituto Cristo Rey, la Comunidad San Martín, el convento de Heiligenkreuz – (…) gozan de una vida activa y creciente".

Un período del cristianismo que ha quedado atrás

El cardenal historiador recuerda que “la doctrina social católica fue la base de la reconstrucción y el desarrollo de la República Federal de Alemania bajo Konrad Adenauer”. Pero con el éxito del milagro económico alemán “las nubes cada vez más espesas del espíritu materialista de la época comenzaron a bloquear la visión del cielo”.

La ola de bienes terrenales “inundó la tierra”. El resultado fue "una sociedad poscristiana y atea, en la que el cristianismo, la Iglesia, tiene solo una existencia de nicho. Es ignorada, despreciada y combatida". Así, “en la mayoría de las regiones de Alemania, la Iglesia ha tenido que cambiar su antiguo lugar en la tribuna de honor por el banquillo de los acusados”.

Una sociedad desnaturalizada y apóstata ante la que debemos reaccionar

El artículo señala además que “la legislación reciente ha fijado normas en los ámbitos del matrimonio, la familia y la salud, que se burlan de la moral cristiana y de la doctrina social, e incluso de la antropología desarrollada desde la Antigüedad clásica. Se han admitido casi todas las perversiones imaginables, desde la fertilización in vitro hasta la eutanasia y el suicidio asistido”.

Por tanto, debemos reaccionar: “el cristiano, el católico, debe encontrar y crear oasis en este desierto humano y cultural, donde todavía pueda respirar libremente y sobrevivir”. Esto requerirá pasar de una “iglesia de gran presencia a una iglesia de pequeñas comunidades”. Según el cardenal, esta evolución es inevitable.

Devolver su lugar al sacerdote...

Para lograr este desarrollo, el cardenal pide “una acentuación más decisiva de la imagen que los sacerdotes tienen de sí mismos”. Para describir esta imagen, el prelado apela al “antiguo rito de ordenación” que enumeraba los deberes del sacerdote: “ofrecer el santo sacrificio, bendecir, guiar a la comunidad, predicar y bautizar”.

Y añade que “no se menciona la gestión del ministerio parroquial, de los comités ni la gestión de bienes e instituciones sociales u otras obras”. Finalmente señala que “esta lista de obligaciones data de la Edad Media, pero contiene precisamente las actividades para las cuales el sacerdote es ordenado hoy, como siempre lo ha sido”.

El prelado expresa muy claramente este punto: “el catolicismo de comité y de reunión, que floreció desde Vaticano II, se ha convertido en un modelo en vías de extinción, por el cual – con excepción de los “funcionarios” del Comité central – nadie derramará una sola lágrima”.

Además, “esta distinción, que solo reserva al sacerdote el “praeesse” – la presidencia – la dirección de la comunidad, debe hacerse para permitir al sacerdote ser libre de cumplir su verdadera misión: la predicación, la liturgia, la administración de la sacramentos y la pastoral”. En otras palabras, todo lo que los innovadores quieren eliminar.

… y el suyo a los laicos

En cuanto a los laicos, explica el cardenal Brandmüller, "al igual que los sacerdotes, responden a su propia vocación. Su ámbito de responsabilidad no es el púlpito ni el altar, sino, como subraya Vaticano II, 'el mundo' en el que la Iglesia debe llevar a cabo su misión".

Así, una sana distribución de las tareas “siempre que los colaboradores sean cuidadosamente elegidos y que reine la confianza mutua” permitiría al sacerdote “tener el tiempo necesario para la preparación minuciosa de la predicación, de la catequesis, del cuidado pastoral y de la propia vida espiritual”.

El cardenal concluye con estas palabras: “las comunidades vivas, como islas en el mar, podrían ofrecer un remanso de paz a las personas desorientadas que naufragan por las olas del espíritu de los tiempos”.

Aunque el análisis del cardenal se refiere sobre todo a Alemania, debe extenderse a todos los países católicos, que sufren, en mayor o menor medida, de un modo u otro, esta "apostasía silenciosa" ya denunciada por Juan Pablo II. El plan que el cardenal alemán prevé para su país debe realizarse en toda la cristiandad.

Aunque el cardenal no la nombra, hay que recordar que la Fraternidad San Pío X lleva más de 50 años realizando esta labor. A través de sus prioratos y centros de misa, repartidos por los cinco continentes, ha proporcionado a los sacerdotes las condiciones exigidas por el cardenal para una rica vida espiritual y un fructífero apostolado.

También ha proporcionado a las almas sedientas en el desierto posconciliar, oasis y remansos de paz para aquellos sacudidos por las desgracias de estos tiempos anticristianos. Es una obra que debe continuar con la gracia de Dios y el entusiasmo de todos.

Finalmente ha dirigido el combate doctrinal esencial contra los errores difundidos por un puñado desde el Concilio Vaticano II. Mucho antes que los cardenales, Monseñor Marcel Lefebvre propuso las mismas dubia en Roma. Y este combate durará hasta que las cosas regresen al orden en el Vaticano.