San Germán de Constantinopla: oración a la Virgen María

Fuente: FSSPX Actualidad

San Germán de Constantinopla y el icono de Lydda

San Germán nació alrededor del 635, se convirtió en patriarca de Constantinopla en el 715. Fue un gran confesor de la fe, depuesto en el 729 por León el Isaurio, emperador iconoclasta. Fue un importante testigo del dogma de la Inmaculada Concepción y de la mediación mariana. Al hablar de la Santísima Virgen o al implorarla, lo hace con matices que creeríamos propios de San Bernardo.

Salve, oh tú que, movida a compasión al ver la terrible desnudez a que fuimos reducidos, en el Jardín del Edén, por el fruto pernicioso que dio muerte a nuestras almas, nos cubriste con un maravilloso manto; que no fue tejido por la mano del hombre, sino que nos fue dado por Dios mismo; tú que, cuando estábamos hundidos en el lodo de la iniquidad, nos fuiste dada como la remisión de los pecados, ¡oh, Esposa Sagrada del Todopoderoso!

Salve, oh tú que, bajo tus pasos bien resueltos, pisoteas a ese tirano que nos arrastró, para dañarnos, a la transgresión, a ese pérfido consejero, a ese enemigo de todo bien, a esa serpiente engañosa que se llama Diablo, y tomas, como de la mano, nuestra naturaleza corruptible y siempre dispuesta a caer, para conducirla, en tu compañía, al Santuario espiritual y al Tabernáculo divino que nunca envejece.

Salve, oh tú que hiciste brotar el resplandor de un día de gozo y alegría sobre las cabezas de aquellos que se encontraban encadenados en las tinieblas de la muerte, en el abismo de la enfermedad, y sobre quienes tú prometiste disipar, por el Poder de Dios, esa funesta oscuridad, oh María, más sublime que todos los milagros.

¡Salve, oh tú que destilas sobre nosotros el rocío divino de la inteligencia, oh Nube brillante que elevaste en nuestro horizonte, envuelto en las sombras de la muerte, el más brillante de todos los soles! ¡Oh fuente que, teniendo tu origen en el cielo, formas esos rápidos ríos del conocimiento de Dios, que arrastran a su paso, por las aguas límpidas y puras de la fe ortodoxa, el cieno de la herejía!

¡Salve, oh divino Paraíso, oh Morada de la Sabiduría, oh Jardín lleno de encantos, plantado por la Mano del Todopoderoso, donde florece el Bosque de la Vida para comunicar la ciencia de la verdad y conceder la inmortalidad a quienes la prueban!

Salve, oh Sagrado Edificio, oh Palacio inmaculado y sin mancha del gran Rey, del mismo Dios, oh tú que has sido revestida de Su Majestad y has llamado a todos los hombres a recibir en ti una santa hospitalidad, ¡donde puedan gozar de los misterios de la fe desde su primer origen!

Salve, oh Nueva Sión, oh Santa Jerusalén, oh augusta Ciudad del gran Rey, en cuyas torres se conoce claramente a Dios, y en medio de la cual pasa sin sacudirla ni dañarla, ¡mientras mueve las naciones y hace caer reyes a tus pies para rendir homenaje a tu Gloria!

Salve, oh Montaña fecunda y sombreada, donde se alimentó el Cordero que borró nuestros pecados y sanó nuestras enfermedades, y de la cual se desprendió, sin ayuda de mano humana, la piedrecilla que derribó los altares de los ídolos, y ¡por un admirable prodigio, se convirtió en la piedra angular!

Salve, oh Santo Trono de Dios, oh Sagrado Tesoro, oh Casa resplandeciente y gloriosa, oh Venerable Tabernáculo, oh Vaso Elegido que Dios reservó para su uso, oh Propiciatorio de todo el universo, oh Cielo que relata la gloria del Altísimo, oh Oriente milagroso del que surge una estrella que no conoce ocaso, cuyo punto de partida es el Cielo, y que a todos brinda su calor, es decir, el canal de la providencia!

¡Salve María, llena de gracia, más santa que los santos, más elevada que los Cielos, más gloriosa que los querubines, más digna de honor que los serafines, más venerable que toda criatura!